lunes, 2 de enero de 2012

El desafío que tiene por delante la Argentina es administrar la escasez
CRONISTA.COM
Juan Cerruti 
Editor de Economía 
jcerruti@cronista.com
El 2012 apunta a ser un año distinto al resto de los que transitó la Argentina durante la última década. En 2008-2009, el kirchnerismo enfrentó un período de marcada desaceleración económica. Fue en el inicio de la crisis financiera internacional que denotó la caída de Lehman Brothers en Estados Unidos e impactó en la economía local, al generar una contracción del PBI de entre 3,5% y 5% según las estimaciones de los analistas privados. El Indec, claro, nunca lo reconoció.
Pero esa breve recesión económica de cuatro años atrás fue exógena, es decir, generada por factores externos a la economía. Al disiparse, el nivel de actividad retornó rápidamente a las denominadas “tasas chinas” de crecimiento.
El desafío que enfrenta ahora la Argentina es distinto: el enfriamiento de la economía, si bien encuentra razones externas que contribuyen, vendrá empujado por un fuerte componente interno, endógeno. Es decir, de la propia estructura económica local.
Tras la fuerte expansión del período 2003-2011 la economía parece haber llegado un límite para crecer a elevados niveles. El desempleo alcanzó al 7,2% de la población económica económicamente, un virtual estado de pleno empleo para la economía argentina. Es el nivel más bajo en los últimos 19 años. Al mismo tiempo, el uso de la capacidad instalada en la industria está en el 84%, el escalón más alto desde que se mide este indicador, en 2002. Así, sin posibilidades de crecer incorporando masivamente trabajadores al mercado laboral y con la industria operando al límite por la presión de demanda, la “sintonía fina” de la que habla la Presidenta debería orientarse a aumentar la inversión, la tecnología y la productividad. Es decir, producir más y mejor con similares recursos (mano de obra y capital).
Pero al mismo tiempo, los desequilibrios se acumulan en la economía argentina. El principal, claro, la inflación. Que derramó sus efectos nocivos sobre varias áreas del armazón económico. Desde 2007 el Gobierno dejó de utilizar la disciplina fiscal como principal ancla de la inflación. En su lugar optó por un tipo de cambio “cuasi-fijo”. Así mientras el peso se devaluó frente al dólar en los últimos cinco años a un promedio de 6,7% anual, la inflación (medida a través del IPC que elabora la consultora Bs As City) promedió el 21,3%.
El resultado de la apreciación cambiaria fue un creciente deterioro del superávit comercial, que el Gobierno intenta frenar combatiendo su consecuencia y no la causa.
Es decir, imponiendo creciente restricciones a las importaciones. El mismo retraso cambiario genera también presiones sobre la compra de dólares, que están cada vez más “baratos” en términos del poder adquisitivo de la población.
En paralelo, a través de la espiral precios-salarios (que amenaza con repetirse este año) la mano de obra se encareció en relación al capital y moderó la incorporación de trabajadores al sector formal de la economía. Hoy, la elasticidad empleo producto, es decir en qué porcentaje se incrementa el empleo por cada punto porcentual de crecimiento del PBI, se encuentra en 0,1% cuando entre 2004 y 2007 promedió el 0,3%. Dicho de otra forma: por cada punto de crecimiento la economía genera un tercio de los puestos de trabajo que hace cinco años.
En ese escenario, los indicadores que anticipan un marcado enfriamiento en 2012 se suceden. La industria, aún según el Indec, creció en noviembre al 3,5%; la mitad de la expansión promedio en los primeros 11 meses de 2011, con algunos sectores mostrando un claro freno, como el automotriz. Del mismo modo, la construcción avanzó en noviembre apenas 2,8% frente a un promedio de 9,3% en los últimos 11 meses.
Y el contexto externo tampoco ayuda, con la crisis en Europa aún con final incierto, los Estados Unidos sin poder despegarse por completo, y Brasil –nuestro principal socio comercial– desacelerando. Producto de ello, los precios de los commodities agropecuarios, soja en particular, sintieron el impacto del temor financiero mundial y generan mayor incertidumbre sobre la verdadera capacidad de la Argentina de generar dólares comerciales en 2012.
El kirchnerismo arranca este año con un desafío poco frecuente para su historia económica: administrar la escasez en vez de la abundancia. Un test difícil pero no imponible. La economía está a tiempo de hacer los ajustes internos necesarios. Sólo se requiere un diagnóstico correcto y decisión política.
Fuente:Publicado en www.cronista.com

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