domingo, 18 de marzo de 2012

Dicen que soy pesimista
Por Rodolfo C. Rossi
INFORMADOR PUBLICO
A pesar de la bonanza del precio de la soja, que determina la baja del “riesgo argentino”, tengo un estado de ánimo bastante pesimista para la economía del país. Creo que ha ingresado en un período serio de oscurantismo, con la modificación eminentemente inflacionaria de la CO del BCRA, con las regulaciones discrecionales del Estado; con la grave situación deficitaria energética; con la deplorable política de transporte público (ferroviario, aeronáutico, caminero; por la inseguridad personal física y jurídica; por un sutil pero evidente avance del capitalismo de Estado y de “amigos”, que afecta la competencia; por el estilo de confrontación gubernamental con la mayoría de los países del mundo (excepto Venezuela -a quien no pagamos el gasoil que importamos y que nos tiene suspendida la venta-, Ecuador, Bolivia -que privilegia a Brasil en la venta de gas-, Angola, que carece de infraestructura bancaria para absorber una eventual política exportadora desde Argentina, desesperada por la importación de petróleo, producido por empresas inglesas); por el extravagante aumento de las dietas de los diputados y senadores nacionales, frente al regateo que están sufriendo los docentes, que no pueden conseguir un salario digno para poder instruir a nuestros hijos; por el incumplimiento flagrante de las sentencias de la Corte Suprema de Justicia para el ajuste de los jubilados (caso Badaro); porque no puedo adquirir normalmente productos proveniente de la industria nacional, que requieren para su “terminación”, insumos importados y los mismos están “trabados”; porque no puedo elegir la inversión para mis ahorros, que considero más conveniente para la protección de mi pobre patrimonio, siempre afectado por la inflación; por la inoperancia de los Organismos de “Control Gubernamental”, por la indiferencia vigente a la elevación de los Mínimos no Imponibles afectados por los aumentos de los precios, por el ya desgastado “relato discursivo” del Gobierno, cuyos funcionarios más altos ya no me resultan creíbles.

Quizá estoy omitiendo otra fuente de mi “pesimismo”, que es la actual distorsión de precios relativos, con un valor del peso ($) revaluado (Nueva York es más “barata que Buenos Aires), y fundamentalmente, el nivel de corrupción existente e inculpada o amparada por el Gobierno.

En definitiva, me siento pesimista por cómo veo las cosas, que las aprecio irregulares y no me gustan. Y en síntesis, estoy preocupado por el presente, pero también por el futuro, observando atentamente a la mayoría de la diligencia política de mi país.
FUENTE:Publicado en www.informadorpublico.com

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