lunes, 5 de marzo de 2012

El riesgo de usar “a discreción” las reservas del Banco Central

PorHERNÁN LACUZA. ECONOMISTA. DIRECTOR DE EMPIRIA CONSULTORES
IECO-Clarin.com
 
La decisión, descontando un trámite legislativo expedito, de liberar el uso de reservas para financiar al Gobierno no obedece a principios ideológicos, ni a la necesidad de adecuar nuestra legislación a estándares internacionales, ni a reivindicaciones nostálgicas de regímenes monetarios de otrora, como recorre en sus fundamentos el proyecto de ley. Sino a razones más pedestres: las necesidades de caja .
Curiosamente, el proyecto cita antecedentes de reformas recientes, pero de naturaleza totalmente contraria a la propuesta local: países precursores en la implementación de “metas de inflación” (Chile, Brasil, Canadá, Reino Unido); otros que delegaron su política monetaria en un organismo supranacional, (como Alemania, Francia y España); dos potencias mundiales (EE.UU. y Europa) que cimentaron su desarrollo en su compromiso antiinflacionario; y hasta a Ecuador, que resignó su soberanía monetaria al dolarizar su economía.
La inclusión de objetivos de desarrollo para el Banco Central sería retórica, si no se transforma en el “atajo ilusorio” de emitir dinero para generar riqueza. No necesitamos un tour mundial para saber que los enunciados normativos y la realidad son cosas distintas. La ley actual fue testigo del “corralito” y el colapso de la convertibilidad; pero la hiperinflación de 1989, la crisis de la deuda de 1982 o el “rodrigazo” de 1975 fueron incubadas durante la vigencia de normas inspiradas en prismas ideológicos variopintos, que el proyecto reivindica.
Tampoco parece relevante que el Banco Central quede eximido de anunciar su programa de emisión y alguna pauta inflacionaria que acote la incertidumbre de inversores y ahorristas. Solía auto-imponerse metas muy poco exigentes; y si aún así no las cumplía, las cambiaba.
Más delicada resulta la habilitación del uso de reservas para financiar al Gobierno a “discreción” de las autoridades monetarias, sin límite legal ni control parlamentario . Cuando se implementó, a principios de 2010 y no sin traumas institucionales la práctica del uso de reservas para financiar el gasto público, había en las arcas del Central unos u$s 16.000 millones de reservas presuntamente “excedentes” (en rigor, un artilugio legal que omite en su cálculo las letras del Central como pasivos exigibles).
Hoy no queda nada, fruto de un gasto público que no deja espacio para el ahorro y obliga a forzar “la maquinita” (gasto y emisión crecieron al 34% promedio en 2010 y 2011).
El respaldo de reservas contantes y sonantes (es decir, dólares propios con la cara de Washington) a los pasivos exigibles del ente monetario (billetes y deuda del Central) bajó de 70% al 47% entre fines de 2009 y fines de 2011. Nada grave pasó con el dólar, dirá el Gobierno. Tan cierto como que en igual lapso se dolarizaron carteras (“fuga”) por u$s 33.000 millones, es decir, el doble de las reservas excedentes perdidas. Si hubiéramos sido capaces de “seducir” en lugar de “espantar” ese ahorro, hoy no haría falta cambiar la ley. El riesgo es pensar que el deterioro patrimonial del Banco Central puede continuar alegremente sin consecuencias visibles para el mercado de cambios.
FUENTE:Publicado en www.iEco-Clarin.com 

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