lunes, 2 de abril de 2012

Los fracasos que Cristina intenta disimular
Por Carlos Tórtora
INFORMADOR PUBLICO
A comienzo de año, el gobierno desplegó su estrategia para malvinizar la política nacional con vistas a consolidar el apoyo de una opinión pública, que empezaba a molestarse por los primeros síntomas de enfriamiento de la economía. Noventa días después, la manipulación cristinista de la causa de Malvinas está al borde del agotamiento. Los motivos son diversos. En una maniobra improvisada, la presidente le ordenó dos meses atrás al canciller Héctor Timerman que presentara ante el Consejo de Seguridad de la ONU una denuncia por la supuesta militarización del Atlántico Sur por parte de Gran Bretaña. La medida desató la reacción de Washington, que pocos días después dejó trascender que, a juicio de la administración Obama, dicha militarización sencillamente no existe. Es que, en pleno agravamiento de la crisis con Irán, la denuncia contra el principal aliado militar de EEUU por militarizar el Atlántico Sur colocaba a la diplomacia argentina en el bando equivocado.

Le quedaba al gobierno agitar la solidaridad regional para presionar a Londres en dirección a una mesa de negociaciones que hoy es prácticamente imposible. Pero nuestros socios del MERCOSUR se sintieron rápidamente defraudados. La cancillería argentina les pedía que no recibieran buques con banderas de las colonias británicas y que adoptaran restricciones al comercio con las islas. Pero, al mismo tiempo, Guillermo Moreno violaba diversos acuerdos internacionales en materia comercial trabando numerosas importaciones provenientes de países vecinos. Para mayor estupor, en su política errática, Cristina terminó ofreciendo a los kelpers duplicar las frecuencias aéreas de Aerolíneas Argentinas a las islas, algo incompatible con las medidas anteriores.

El frente regional entonces se fue resquebrajando en un clima de creciente disgusto. El broche de oro lo puso días atrás el canciller uruguayo Luis Almagro al oponerse a un bloqueo comercial a las islas. “Eso sería violatorio de los derechos humanos de los habitantes de esa isla y lo mismo que decimos para Cuba, lo decimos en este caso”, remató.

Esta improvisación permanente del cristinismo fue desmantelando la estrategia de malvinización y hoy la Casa Rosada apenas tiene en la manga una mención lateral exhortando a Gran Bretaña a negociar en la Cumbre de las Américas que se realizará entre el 13 y el 15 en Cartagena, Colombia.

Así es que hoy, el acto central en Ushuaia que presidirá CFK marca más bien un punto de fracaso, determinado sobre todo por el alarmante aislamiento internacional del gobierno.

La evidente marcha atrás en el intento de malvinización no es, sin embargo, la única retirada del cristinismo. El viernes pasado a la noche, la Aduana empezó a desbloquear numerosos pedidos de importaciones que estaban cajoneados por orden de Guillermo Moreno. Fue la primera reacción de que el gobierno había sentido el golpe que le dieran los 40 gobiernos -entre ellos 3 latinoamericanos, México, Panamá y Costa Rica- al denunciar ante la OMC las trabas argentinas a las importaciones. Es que, con una economía en progresivo enfriamiento, la Casa Rosada quiere evitar nuevas sanciones comerciales, que se sumarían a las que acaba de imponerle Estado Unidos en relación al régimen de preferencias comerciales. La creciente debilidad del gobierno ya no le permitiría desafiar alegremente al mundo sin que el sensibilizado mercado interno se vuelque cada vez más al dólar paralelo y a la fuga de capitales.

Otras señales de debilidad

Pero también el cristinismo muestra vacilaciones en el plano interno y el caso más obvio es el conflicto con Hugo Moyano. Después de que el oficialismo motorizara la disidencia del taxista Omar Viviani con el líder de la CGT, parecía que éste no iba a sobrevivir al avance de un acuerdo entre los gordos y los independientes para entronizar al metalúrgico Antonio Caló en la conducción de la central obrera. Sin embargo, Moyano se repuso, armó su frente con Luis Barrionuevo y Gerónimo Venegas y le planteó a Caló una batalla a través del voto directo, el 12 de junio próximo. Es evidente que en las últimas semanas el cristinismo aparece sin iniciativa y perdiendo terreno ante un Moyano recargado. ¿Retrocede el gobierno o simplemente no sabe qué hacer y entonces pierde la iniciativa? De un modo u otro, llama la atención la dificultad cada vez mayor de los operadores cristinistas para manejar la crisis sindical.

A esta lista de retrocesos tal vez se sume pronto el de la política de presión sobre Repsol-YPF. Con el retiro de concesiones a la empresa firmado por media docena gobiernos provinciales, el gobierno se aseguró complicar una vez más la cotización de YPF en los mercados y crear el clima para una compra, aunque sea del 25,46% que detenta el Grupo Petersen. Pero queda por verse si éstos aceptarían vender y si, además, pueden hacerlo. Sería normal que haya cláusulas que, para el caso de venta, le den preferencia a Repsol para comprar el paquete de sus socios. Por otra parte, la reciente decisión de los socios de YPF de aumentar el capital social, es decir, mantener en la propia compañía -y en el país- las utilidades remanentes del ejercicio 2010 y la totalidad de las correspondientes al 2011 (que en total suman $5.789 millones), hablan a las claras de que no habría intenciones de vender.

Si al gobierno le queda sólo la opción de una ley declarando de interés público las reservas petroleras, se trataría lisa y llanamente de una expropiación. ¿Está en condiciones el oficialismo de soportar las reacciones que semejante medida provocaría en las cancillerías y los mercados? En caso contrario, la batalla contra YPF podría entrar en un desgaste similar a la malvinización.
FUENTE:Publicado en www.informadorpublico.com

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