miércoles, 6 de junio de 2012

La tensión social crece y no es un invento de los medios
InformadorPublico
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El Gobierno o no quiere verlo, o no le interesa, o está pensando que es una cuestión cultural, socio burguesa, ideológica o incluso una conducta “gorila”. Lo cierto es que hay y habrá muy poco espacio para discutir estos sentimientos si se aferran al 54% como un número mágico y pétreo que nació para quedarse.
Cada vez que algún vocero externo o funcionario está apretado por una pregunta o situación que no puede responder, recurre al consabido… “ganamos con el 54%” como si esa fotografía estática de un momento fuese una película que puede poner en pausa hasta la eternidad.
No puede ser que haya funcionarios que crean que a la sociedad argentina se la puede acostumbrar como en el cuento de cómo cocinar una rana viva, o sea ponerla en agua fría e ir calentándola hasta que se hierva y no se dé cuenta de que ya es alimento para otros.
No puede ser que por la televisión pública la decana de la Facultad de Periodismo de la Universidad de La Plata, Florencia Saintout, afirme y todos asientan, algo como… “todos sabemos que la opinión pública no existe, se construye”. Obvio que puede incidirse sobre la opinión pública, de hecho, cualquier comunicador, periodista, conductor o artista tiene influencia sobre la opinión pública, pero de ahí a construirla hay un trecho tan grande como el suponer que la comunidad toda, pueda reaccionar como un perro al experimento del reflejo condicionado de Pavlov.
La afirmación esconde un prejuicio ideológico, característico de aquellos que predican y practican aquello de las “minorías esclarecidas”. Expresión esta común en los extremos ideológicos o en los temporales momentos de éxito y a la que suele recurrirse cuando las sociedades no acompañan o comienzan a no acompañar los pensamientos o presuntas ideologías que presuponen deben ser acompañadas por la sociedad en su conjunto.
Esto es; cuando las mayorías acompañan un proceso político se habla de la comprensión por el proceso nacional y popular y la presunta santidad de la opinión pública transformada en un alud de votos. Pero cuando esas mismas mayorías comienzan a flaquear -por las razones que sean- se comienza a hablar de “minorías esclarecidas” que, en este caso será la expresión… “todos sabemos que la opinión pública no existe, se construye”. Así, cual lisa y llana aceptación del concepto maniqueísta de la realidad, se concluirá que los pueblos deben ser guiados desde correas de comunicación cual Goebbels (Jefe de Propaganda del Nazismo) cuando afirmará… “Más vale una mentira que no pueda ser desmentida que una verdad inverosímil”.
Y esto no es propiedad de la extrema derecha, también lo es de la extrema izquierda o de cualquier otra expresión política o ideológica que presuma poseer como un excluyente el sentimiento popular. Sea porque la sociedad lo acompañe, sea porque la sociedad deba forzosamente acompañarlo. En cualquier caso, se presumirá; comprensión si los votos acompañan o conducción y construcción de una verdad personal en colectiva si los votos no acompañan o comienzan a flaquear.
Lo cierto es que la raíz del problema radica en el débil lazo que une a las sociedades con sus conductores cuando las primeras interpretan que los segundos están transitando la solución de sus problemas más acuciantes. O bien, cuando las sociedades perciben que sus conducciones ya no transitan ese camino, suelen desafiar, de diversas maneras, la perdida del camino exigido.
La incertidumbre es siempre el peor escenario
En otras palabras; a las sociedades les gusta sentir que su conducción dirige el carro hacia el destino que desean y tienden a bajarse del mismo cuando perciben que el carro toma cualquier dirección poseada que la aleja de sus aspiraciones. Los auténticos liderazgos, en democracia, obvio, surgen cuando la conducción interpreta la necesidad del conducido y lo dirige hacia el destino que precisa para salir del peor escenario, la incertidumbre es siempre el escenario que las sociedades tratan de evitar. La incertidumbre suele ser incluso peor que el error. Porque el error, siquiera tiene el valor de identificar una camino que no se quiera volver a transitar, en tanto que la incertidumbre opera como el alcohol que no permite saber siquiera en que tambaleante dirección se encuentra la seguridad del propio hogar.
Así, cuando la incertidumbre comienza a apoderarse de las sociedades, las mismas acciones o expresiones que antes eran aplaudidas, se transforman en muecas molestas porque el destino alcanzado es solo visto como una estación pétrea donde nadie quiere quedarse en la supuesta comodidad de haber alcanzado algo. Las sociedades reconocen los caminos recorridos cuando se recorren, no cuando se percibe inmovilidad o se exige comprensión del esfuerzo del punto de partida. Así, los puntos de llegada se comienzan a sentir como retrocesos porque ningún ser humano valoriza tanto lo que hizo como lo que quiere hacer. Es como la gente que se pregunta para que un rico sigue trabajando o arriesgando capital si podría quedarse placenteramente reposando en la eternidad de relajadas vacaciones. La respuesta está en el propio ser humano y sus sueños, más allá de cada propio y personal punto de partida inicial.
Y el Gobierno pareciera no comprender la perdida de romance que lo deposito en el 54% y repite ese número como si fuera un exorcismo mágico que lo volverá a depositar en el paraíso de la comprensión universal. Y esto, irrita a la sociedad, la tensa. Lo mismos temas que antes eran festejados u obviados en la conveniente desmemoria de no hacer olas mientras el barco tenga rumbo cierto, son ahora vistos como plomadas o mochilas. Es como los exabruptos, las descalificaciones o la corrupción que siempre existieron. Una gran parte de la sociedad prefirió la distracción en la tranquilidad del destino buscado, pero cuando percibe que el destino no es seguro y mucho menos el buscado, recupera la memoria selectiva y se indigna por lo mismo que antes obviaba. ¿Qué no todo el mundo es así? Cierto. Como cierto es que poca gente observa con espíritu inquisidor las formas sin el fondo lo satisface. La sociedad lo sabe, como sabe de sus olvidos y su memoria selectiva. Pero, como es lógico, reclama a quien le paga para que conduzca sus reclamos. Y, así como lo que paga le parece poco cuando el destino parece ser cierto, también le parece una enormidad cuando no reduce o pulveriza su incertidumbre.
Y a no confundirse; disminuir la incertidumbre no es dirigirse hacia cualquier lado, es comprender y conducir cual es la demanda de la sociedad. Lo contrario solo tensará más a la sociedad y la tensión siempre tiene sobre si el riesgo de la ruptura y la violencia. Sobretodo cuando la incertidumbre se transforma en certidumbre de fracaso. Hoy, todavía el Gobierno dispone de un capital, no propio pero real. Y ese capital es la inexistencia de un liderazgo opositor que seduzca con nuevas certidumbres a la sociedad. Pero esto no hace más exitoso el fracaso. Solo demora los resultados. Cuando la oposición salga de la inercia del diagnóstico para encontrar o saber transmitir su decisión de tratamiento, o el oficialismo termine la autocontemplación de su propio pasado popular, el país encontrará su camino o… tropezará con él.

 Lic. Rodolfo Patricio Florido
 

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