jueves, 11 de octubre de 2012

Por Arturo Navarro
Hace un tiempo el Gobierno Nacional prohibió la publicación de los índices de inflación de las consultoras y ahora pretende que las entidades de defensas de los consumidores publiquen solamente los precios de los artículos y no los promedios de los mismos. La última exigencia del Gobierno es que ningún precio que se publique debe ser superior a los publicados por el Indec. Este intento de tapar el sol con las manos deviene en frenar la capacidad de producción del sector agropecuario, cuando éste tiene la mejor solución para abastecer el consumo en tiempo y forma. 
Los consumidores han dejado de creer en los precios máximos ante el rotundo fracaso de los mismos: porque los productos acordados se acaban en los primeros días; porque pagan el mismo precio por menos cantidad de productos o por un producto de inferior calidad ; porque al final terminan consumiendo productos más caros ante la escasez general provocada por la misma política. Este es el resultado histórico que le sigue a este tipo de instrumentaciones. En la actualidad, y dentro del mundo globalizado que demanda una gran cantidad de alimentos, nadie con sentido común puede desconocer e ignorar las consecuencias futuras, en general, para la economía del país y, en particular, para el consumidor, al mantener estas políticas que ya fracasaron cuando el país pretendía vivir sólo con lo nuestro. 
Pero lo más grave de la implementación de esta política es que termina subsidiando a los ricos mientras en el país hay 10 millones de habitantes que no tienen cubiertas las condiciones mínimas de alimentación (muchos de los cuales son niños, quienes se les hipoteca su futuro porque se limita su capacidad de educarse). De este 25% de nuestra población, muchos no comen carne y otros alimentos básicos, razón por la cual no les interesa el debate por los índice de inflación o cuales son los índices que publica las consultoras. Le interesa si pueden comprar los alimentos indispensables para su familia. Para ellos la única verdad es la realidad del supermercado. 
Ante esta situación, el país no puede desaprovechar la situación inédita que nos presenta el mundo. Ello debería ser motivo suficiente para destrabar toda la capacidad de innovación y producción de alimentos de todos los empresarios emprendedores del complejo agroindustrial para que puedan exportar al mundo la mayor cantidad y calidad de alimento a todos los mercados, sin ninguna ideología. Se trata de la única y más efectiva receta que tienen los países en el siglo XXI para poder abastecer el mercado interno en forma permanente y sin grandes picos de precios. 
Simultáneamente a una apertura del mercado para poder exportar, es fundamental -para atender las necesidades de los pobres que necesitan el apoyo del Estado- crear un Padrón Nacional de necesitados e indigentes para implementar un sistema de ayuda por el cual cada uno recibe el subsidio en forma directa, por medio de una tarjeta electrónica. Es llamativo que en ninguna propuesta de la oposición se escuche una idea concreta para solucionar esta dicotomía que sufre el país hace tantos años. Me lleva a pensar que toda la dirigencia ha asumido que los precios internacionales no pueden ser lo internos y, por este motivo, terminan justificando las políticas actuales. 
Consultor Agropecuario y Director del Área Cadena Agroindustrial de Carta Política.
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