El riesgo K
RioNegro.com.ar En circunstancias determinadas, el que un político haya mentido
descaradamente suele considerarse evidencia de honestidad. Es lo que
sucede cuando un ministro de Economía intenta convencer a sus amigos más
íntimos de que nunca se le ocurriría devaluar la moneda de su país a
pesar de que ya haya decidido hacerlo; en tal caso, muchos lo
felicitarían por su negativa a ayudarlos a aprovechar una oportunidad
para enriquecerse de golpe. He aquí un motivo por el que los financistas
avezados raramente toman al pie de la letra las declaraciones de
líderes políticos que procuran tranquilizarlos. Lejos de sentirse
impresionados por la firmeza y buena voluntad de quienes las formulan,
suelen ver en ellas síntomas de debilidad. Es lógico, pues, que los
mercados hayan reaccionado de manera ambigua frente a la promesa de la
presidenta Cristina Fernández de Kirchner de que la Argentina pagará en
dólares, "porque los tenemos", todos los títulos de deuda emitidos en
dicha moneda: aunque los bonos recuperaron un poco el valor que habían
perdido en los días anteriores, subieron el índice riesgo país y el
costo de asegurarse contra un eventual default. Según parece, el que
Cristina se haya sentido constreñida a ratificar en público su voluntad
de abonar en dólares las deudas pendientes, sólo sirvió para asustar a
quienes operan en los congénitamente hipersensibles mercados
financieros.
Huelga decir que la forma vehemente en que la presidenta denunció
a agencias calificadoras de riesgo como Standard & Poor's, los
fondos "buitre" y la Justicia neoyorquina, acusándolos de participar de
una "campaña anti-Argentina", no ayudó a tranquilizar a los preocupados.
Las dudas en cuanto a la evolución próxima de la situación financiera
del país y de la relación del gobierno con los acreedores se deben
precisamente al presunto compromiso de Cristina con un "relato"
ideológico basado en teorías conspirativas según el cual la Argentina,
víctima inocente de la maldad internacional, no tiene más alternativa
que la de negarse a respetar reglas que sólo benefician a sus enemigos
mortales. También influye el protagonismo excluyente de la presidenta:
es notorio que sus subordinados están mucho más interesados en merecer
la aprobación de la jefa máxima que en procurar manejar con
profesionalismo la economía nacional, razón por la que no se animan a
oponerse a iniciativas que les parecen desafortunadas.
A partir del triunfo aplastante de Cristina en las elecciones
presidenciales de octubre del año pasado, el gobierno ha tomado una
multitud de medidas destinadas a frenar la sangría constante de dólares.
Es por lo tanto natural que se haya difundido la sospecha de que su
resistencia a pagar a los "buitres" ha tenido más que ver con la falta
del dinero necesario, que con su desprecio por los fondos así llamados.
Asimismo, la decisión de los gobiernos provinciales de Chaco y Formosa
de pesificar sus deudas en dólares respectivas, además del intento fugaz
del vicegobernador bonaerense Gabriel Mariotto de presionar a Daniel
Scioli para que los emule, ya provocaba el nerviosismo de los mercados
antes de que la incautación de la fragata "Libertad" seguida por el
fallo de un tribunal de Nueva York, que ratificó uno anterior del juez
Thomas Griesa –jurista que a esta altura podría ser el principal experto
mundial en todo lo vinculado con el default de diciembre del 2001–,
desatara el pánico entre ciertos inversores. Puede que los mercados
hayan sobrerreaccionado y que ciertos financistas sí hayan apostado al
fracaso del "modelo" kirchnerista, pero, como se enteraron los militares
hace más de treinta años, una "campaña anti-Argentina" no prosperará a
menos que se base en algo más que rumores malintencionados y la
hostilidad ideológica de los responsables de impulsarla. Por lo demás,
con escasas excepciones, los financistas están acostumbrados a
privilegiar sus negocios por encima de sus eventuales prejuicios
políticos. Puesto que el gobierno de Cristina se las ha arreglado para
suministrar a los escépticos un sinnúmero de motivos para prever que al
país le resultará tan difícil continuar honrando todas sus obligaciones
que, tarde o temprano, el gobierno optará por negarse a hacerlo
politizando el asunto, los esfuerzos por tranquilizar a los mercados con
nada más que palabras seguirán siendo contraproducentes.FUENTE: Publicado en RioNegro.com.ar
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