Nefasta Candidez Ciudadana
Selección de ContraPeso.info: presenta una idea de Alberto Medina Méndez.
El mundo asiste a una escalada intervencionista de enormes magnitudes.
Y no solo porque los gobiernos participan activamente entrometiéndose
en las variables económicas, como desde hace demasiado tiempo, sino
porque ahora se ha vuelto más creativo, intrincado y perverso, buscando
siempre nuevas formas de hacer lo mismo.
La esencia sigue siendo la de siempre, los métodos inclusive pueden
parecer idénticos, sólo que se han tomado la tarea de perfeccionarlos
sobre todo desde lo comunicacional y tratando de complejizarlo con una
maraña de herramientas funcionales para obtener idénticos resultados.
Deforman precios, manipulan desde la oferta con subsidios e impuestos
y, desde la demanda, con artificios financieros e inyección monetaria
para apalancar el consumo de modo secuencial.
Pero en el fondo, todo este despropósito no es más que un eficiente
aprovechamiento de una suma de creencias a las que la sociedad adhiere.
Resulta difícil entender como después de tantos fracasos consecutivos
y repetidos, la gente sigue apoyando ciegamente estas políticas
distorsivas, que invariablemente terminan mal.
Lo más patético, es que tanto sus seguidores, como sus creadores,
luego frente al hecho consumado y su evidente fracaso, se esmeran en
endilgarle al capitalismo la responsabilidad de sus desarreglos.
No se puede esperar otra cosa de los políticos y funcionarios. Ellos
solo saben de intervención estatal sistemática. Pero no menos cierto es
que la gente la pide a gritos, solo porque no le gusta algo puntual de
la realidad.
Eso no es más que pretender que el equipo deportivo que se decide
alentar, gane por la vigencia de una norma escrita y no por su propio
mérito. Es como si la gente deseara su triunfo y como no lo consigue del
modo adecuado, es decir con talento y esfuerzo, pretendiera idéntico
resultado pero en este caso con una regla mediante. Se confunden
resultados con procedimientos.
Si se pretende una economía próspera, salir de la pobreza, tener
muchas oportunidades para seleccionar entre ellas, que las empresas
compitan por calidad y no puedan erigirse en monopolios por mucho
tiempo, pues para eso existen políticas, pero siempre entendiendo que en
la economía, como en la vida misma, nada es mágico.
Si se pretenden determinados resultados, deben hacerse específicos
sacrificios, perseverar en ellos, darles el tiempo necesario, esperar
que maduren, para luego disfrutar de la recompensa.
La idea de que con un simple ardid económico, se consigue cualquier
cosa que se desea, es una absoluta fantasía que no tiene demostración
empírica alguna y que no resiste el más mínimo análisis.
Si esos atajos existieran en el mundo real, nada costaría esfuerzo
alguno, y solo sería cuestión de hallar el vericueto que nos lleve al
destino deseado.
En el campo de la medicina, algún medicamento o intervención casera,
puede postergar los efectos de una enfermedad, pero solo por algún
tiempo. Puede hacer desaparecer el síntoma como la fiebre o el dolor por
unas horas, pero ninguna de esos intentos resuelve la enfermedad, ni
ataca sus causas profundas, solo hace ganar algo de tiempo.
Vale la pena repasar la dinámica que propone la política en este
tiempo. Los gobernantes de hoy sólo precisan triunfar en la próxima
elección y siempre tener a mano, a quien endilgarle la responsabilidad
de lo que pueda pasar.
Este es el juego y lo que siempre ocurre. Se combinan así las
perversas estrategias de la política y una ansiedad más que infantil por
parte de la ciudadanía, que culmina siempre del mismo modo.
La política y los gobiernos, no abandonarán estas estrategias
clásicas, plagada de seductores instrumentos novedosos, hasta tanto la
gente no logre comprender la importancia de su complicidad activa en
este proceso.
Las demandas infantiles de soluciones mágicas, son siempre
funcionales a este tipo de política irresponsable. La actitud ingenua,
casi de berrinche, de pretender soluciones ya y a cualquier precio, solo
logra lo que hoy sucede.
Solo se obtiene la sensación de de haberlo resuelto por un tiempo,
mientras que el problema real se oculta y en algunos casos se tenga que
lidiar con el mismo asunto en dimensiones superiores, más las
consecuencias colaterales indeseadas de las políticas aplicadas para el
corto plazo.
Maldita ecuación por cierto, que solo desaparecerá cuando la sociedad
deje de darle sustento popular a estas formas de hacer política y asuma
que las píldoras con efectos ilusorios, son bastante más que
inofensivos placebos políticos y son definitivamente dañinas para todos.
No se puede seguir creyendo en esto de que se puede controlar todo en la economía sin tener que sufrir consecuencia alguna.
Abundan ejemplos de sus funestos efectos, pero más allá de eso, una
cuota de sentido común tendría que despertarnos de este letargo aniñado.
Si esta forma de conducir la política, la economía y hasta la vida
misma, realmente funcionara, no tendría sentido el esfuerzo, el talento y
la perseverancia. Todo sería solo cuestión de algo de magia y nadie
debería esmerarse mucho.
Más que conocimientos políticos o económicos, solo es preciso que nos
despabilemos para abandonar de una vez por todas esta nefasta candidez
ciudadana.
Fuente: Publicado en http://contrapeso.info/2013/nefasta-candidez-ciudadana/
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