Por José Benegas (*)
El primero de Mayo de 1853 y después de cuarenta años de divisiones e
incoherencias políticas, la Argentina logró la unión nacional
sancionando una constitución. No se trata solo de la piedra fundamental
del sistema jurídico y político del país, sino también de un pacto
federal por el que las provincias históricas dieron origen al estado
nacional bajo sus condiciones.
Un siglo y medio después mucha agua ha corrido bajo el puente. De la
primitiva autonomía provincial queda poco. Al costado del sistema
constitucional se erigió una realidad política que lo sobrepasa,
unitaria, despótica, con gobernadores que sirven al partido oficial y
una presidencia omnímoda que de acuerdo al pensamiento que predomina
carece de responsabilidad. La facción que gobierna lo hace a través de
una caja con la que somete a los gobernadores y mantiene a sus
partidarios a los incentiva a hostilizar a los ajenos.
Peor es la situación del fundamento liberal de aquél pacto de unión,
no solo ha desaparecido sino que coinciden todas las ofertas partidarias
más relevantes en rechazar los principios que además de dar origen a la
Argentina como país en aquella constitución, motivaron el inicio de su
proceso de independencia.
La Argentina de 1853 no existe más y por lo tanto tampoco el
compromiso de las provincias que ni siquiera cuentan con la posibilidad
de contar con sus propios recursos. El estado nacional a su vez no
presta servicio útil alguno al ciudadano, es un enorme barril sin fondo
del que distintas bandas se quieren apoderar invocando cualquier
doctrina justificatoria a mano. Se trata de un negocio que no tiene
vestigios de orden legal, cuyo fin es servir a los objetivos de una
banda a cargo con la anuencia explícita o la indiferencia de otras
bandas en competencia.
Los recursos de muchos municipios alcanzarían para financiar todo
tipo servicios públicos locales por mucho menos de lo que el estado
nacional les extrae.
Todo esto lleva a una conclusión que ya es obvia. El estado nacional
no sirva para nada y las condiciones que obligaban a las provincias a
mantenerse unidas a la nación han desaparecido para siempre.
El debate sobre la independencia de las provincias debe comenzar.
(*) José Benegas es un abogado, ensayista y periodista especializado en temas filosófico políticos, institucionales y económicos http://josebenegas.com/
PUBLICADO CON LA AUTORIZACION DE SU AUTOR
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