Por MIGUEL ÁNGEL BASTENIER
Acaba 2013 y nunca tantas naciones latinoamericanas habían vivido tanto tiempo en democracia.
Con
la excepción de Cuba, toda Iberoamérica es hoy formalmente democrática.
Y, sin embargo, esa democracia es en muchos casos de baja calidad. Once
de 18 países concernidos superan largamente los niveles "epidémicos" de
violencia, fijados en 10 muertes por 100.000 habitantes por año.
Como
el personaje de Vargas Llosa que se preguntaba "¿Cuándo se jodió el
Perú?" social-científicos pueden preguntarse por qué ahí y ahora.
Si
el interrogante se lo hubieran formulado las élites latinoamericanas de
las primeras generaciones de la independencia la respuesta habría sido
lapidaria: España. Sin Reforma, con Inquisición, denigrada por los
enciclopedistas, era el perfecto chivo expiatorio. Pero, de nuevo a fin
de 2013, España es desde hace décadas uno de los países del mundo con
menor índice de criminalidad sangrienta. Adiós coartada.
Y pese a
una relativa bonanza económica -4,2% de crecimiento medio del PIB en
2012- en lo que va del siglo ha habido cerca de 1.200.000 muertes
violentas en toda América Latina.
Los sospechosos habituales son
bien conocidos: el narco, con ese maligno azar de la geografía que abre
pasillos territoriales entre Suramérica, que produce el 90% de la coca
del mundo, y su mayor consumidor, Estados Unidos; la policía, tan bien
dispuesta a dejarse comprar; no tanto la pobreza, que por sí sola
engendra más impotencia que revanchismo delictivo; pero sí la
desigualdad, especialmente porque los medios audiovisuales muestran en
sesión continua las extravagantes riquezas de unos pocos a un público
que frecuentemente vive a nivel de subsistencia.
Pero hay otra
causa. Un crecimiento mal digerido que erosiona el tejido social. Es el
caso de Venezuela, y en menor medida Brasil.
En la última
década, según cifras de la CEPAL, se han incorporado a las clases medias
docenas de millones de ciudadanos, con lo que ya suman un 40% de la
población. Los números son solo relativamente fiables porque es clase
media quien así se declara, y como dice un economista brasileño, para
redondear magnitudes basta con convencer a los pobres de que ya no lo
son.
El Gobierno chavista en Venezuela ha logrado reducir
drásticamente el número de pobres de solemnidad, y, sin embargo, la
violencia civil se ha disparado. Pero es que lo que ha crecido es el
consumo subsidiado, no la producción, ni la productividad; y como decía
Tocqueville se han creado unas expectativas de progreso difícilmente
realizables, lo que explica la proliferación del llamado delito
aspiracional, robo de móviles de última generación, ropa casual, y otros
mediocres signos de estatus. Todo ello unido a la activa inoperancia de
la policía y la abundancia de armas de fuego forma un cóctel,
literalmente, explosivo.
Esa es la gran asignatura pendiente de
buena parte de Latinoamérica, porque sin unos mínimos garantizados de
seguridad ciudadana, la democracia se limita a votar cuando toca y poca
cosa más.
Fuente: Publicado en Elcolombiano.com - http://www.elcolombiano.com/BancoConocimiento/2/2013_democracia_latinoamericana/2013_democracia_latinoamericana.asp
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