Por Ricardo Bustos
El abuelo de Pedrito, Don José Antonio, le cuenta sus vivencias
toda vez que lo visita en La Colonia donde tiene su chacra desde hace
más de 50 años. Para este nieto es una aventura sin fin poder escuchar a
su Abuelo porque a pesar de vivir en la “Gran Ciudad” rodeado de seres
vivos, se siente en la más inmensa de las soledades. Pedrito sabe que su
Abuelo además de sabiduría tiene algo muy importante para El…tiene
tiempo y espacio en su vida como para volcar en palabras las
experiencias de vida.
Mientras Pedrito ya abrió un mamón y le
chorrea por el mentón el jugo del fruto, Don José Antonio con la mirada
puesta en la lejanía le relata que en su infancia, allá en su tierra
natal muy lejos de esta chacra, sobrevolaban la guerra y el hambre casi
como costumbre en las comarcas y “comer” muchas veces era motivo de
alegría porque reunía a la familia cuando tenían la posibilidad de
disfrutar algún bocado. Pedrito no sabía de carencias y por lo tanto le
costaba mucho entender que eso podía ser cierto.
El Abuelo
nunca había contado su pasado al nieto para no traerle a esa infancia
dolor inútil y porque era un hombre sencillo, de trabajo a quien no le
gustaba el “chusmerío” como solía decir.
El Abuelo de Pedrito
sabía de sus limitaciones como para poder traer al presente esa historia
de su vida pero Pedrito se lo hacía fácil preguntando una y otra vez
¿como era su casa natal, sus Padres, la Escuela, los amigos, etc.? La
respuesta casi obvia si miramos para atrás el almanaque de Europa y
América es que, como si fuera un espejo, primero América recibió a los
inmigrantes Europeos y con el tiempo América debió emigrar a Europa.
El
Abuelo entonces le contestó que era todo más o menos como hoy con la
diferencia que ya no hay “sus Padres, casa natal, Escuela o Amigos” de
aquella infancia y ese lugar aquí lo ocupa Pedrito y su actual familia
en quienes se ve reflejado. Un volver a nacer cada mañana al imaginar
cómo en la “Gran Ciudad” Pedrito asiste a la Escuela cuando lo llevan
sus Padres a encontrarse con sus Amigos.
A veces la igualdad de
oportunidades no se da solo por una cuestión de género o de valores
físicos sino por las vivencias que haya tenido cualquier habitante de
esta tierra. De manera hipócrita nos separan el color de piel, el peso,
altura, oportunidades, riqueza o pobreza, pero hay algo que jamás se
podrá romper y es la ilusión de un niño cuando encuentra alguien en
quien confiar, escuchar y compartir una sonrisa.
Es muy
lamentable que como corolario debemos aceptar que hay miles de niños
esperando que alguien los escuche, les relate una historia o les haga
brotar una sonrisa en su rostro siendo eso lo más importante que pueda
ocurrir en ese tiempo y espacio, en el momento justo cuando el niño más
lo necesita para algún día no ser un Abuelo José Antonio triste aunque
hoy el amor de los suyos sea tan fuerte.
“No basta amar a los niños, es preciso que ellos se den cuenta que son amados.” Don Bosco
(*) Ricardo Bustos - DNI 7788556
Capioví - Misiones
ENVIADO POR SU AUTOR
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