Por Ignacio Ros
El pragmatismo K admite un gran
acercamiento al organismo, en pos de conseguir colocar deuda en el
extranjero a tasas razonables. Dejar o no auditar las cuentas públicas
por el Fondo, esa es la cuestión.
En la Argentina pasa todo muy rápido. El relato muta ante las
necesidades de un Gobierno pragmático en exceso. Mientras que no mucho
tiempo atrás éramos víctimas de la amenaza imperialista y las recetas
ortodoxas del Fondo Monetario
Internacional, hoy nos acercamos al organismo con coquetería y
sensualidad.
No hace mucho tiempo atrás el discurso, la bajada de
línea, que pregonaba la Casa Rosada ubicaba al FMI como el máximo
culpable de la debacle financiera criolla, junto con personajes como
Carlos Menem, Domingo Cavallo, y otros de calaña privatizadora y en
extremo sumisos a las directrices de Estados Unidos y "los poderosos".
El
cortocircuito con el FMI se hizo total e irreconciliable luego de que
Néstor Kirchner cancelara la deuda con el organismo internacional (una
de las medidas más positivas de la administración K), en tiempos de
vacas gordas y reservas internacionales sólidas. En ese momento, se
terminó de situar al Fondo como el gran culpable, sin pensar -por
supuesto- en los años de mala administración que nos llevaron a pedirle
dinero a este organismo.
A partir de esa instancia, Argentina pasó
a ser un socio muy extraño. Era parte del club, pero no aceptaba sus
reglas. Es
decir, figuraba como uno de los socios del FMI, pero no aceptaba el
artículo IV (fiscalización de cuentas públicas), requisito que todos sus
miembros deben admitir.
Además, Néstor primero y Cristina
después, aprovechaban cualquier discurso referido a la economía para
apuntar sus miras contra ese gran enemigo externo que quería ver al país
naufragar.
Pero no hay que ir al 2006 para ver esta actitud. Como
le digo, en Argentina todo sucede muy rápido. Luego de que el FMI
estableciera
una moción de censura contra el país por años de estadísticas
manipuladas, fíjese lo que decía Cristina. Acá nomás eh: febrero del año
pasado.
-Los logros "parecen ser la verdadera causa del enojo
del FMI. Argentina es una mala palabra para el sistema financiero global
de rapiña y sus derivados".
"Por eso -prosiguió- nunca
mejor expresado el título del comunicado del Ministerio de Economía: 'El
FMI una vez más contra la Argentina'".
"FMI+FBI contra
Argentina.
No se asusten, el FBI son los Fondos Buitres Internacionales. Nosotros
seguimos trabajando y gobernando como siempre para los 40 millones de
argentinos".
Veamos algunas críticas comunes de otros discursos de la presidente:
-"¿Dónde
estaba el FMI que no pudo advertir ninguna crisis? ¿Dónde cuando se
formaron no ya burbujas sino globos aerostáticos financieros? ¿Dónde
estaba uno de sus ex directores cuando el Bankia, que él dirigía, debió
ser auxiliado con miles de millones de
euros?".
"El FMI es un árbitro a favor de los países más
desarrollados, que fueron los que impulsaron la crisis y que en cierta
medida la están trasladando a las economías emergentes".
-"¿Se
conoce alguna sanción del FMI, alguna decisión sobre quienes se
enriquecieron ellos y fundieron el mundo? No. La 1° medida que toma el
FMI es contra Argentina. Argentina. Alumna ejemplar del FMI en los 90
que siguió todas y cada una de las recetas y cuando explotó en 2001 le
soltaron la mano".
El camaleón K
El kirchnerismo
es camaleónico. Tiene la capacidad de bifurcar los caminos de su relato y
su accionar. Nadie duda que aquella mala palabra, que jamás sería
pronunciada por un K de ley, hoy está entre nosotros: ajuste.
Devaluación
+ suba de tasas = receta del FMI. A esto -por supuesto- súmele el
inicio del retiro de subsidios y el sinceramiento de las estadísticas.
No estoy juzgando la calidad de las políticas económicas, si son
buenas o malas, apenas poniéndole el nombre que corresponde. Acá o en
Kazajistán, es un ajuste ortodoxo.
Le recuerdo que el nuevo
índice de inflación que hoy utilizamos, lo elaboramos con la asesoría
del FMI y fue lo que permitió retirar la moción de censura. Hasta el
momento, estábamos inmersos en un default encubierto. Los bonos
que ajustaban CER (que ajustan por inflación) pagaban mucho menos de lo
que debían a sus tenedores. Repito, mucho menos...
Más acá en el
tiempo,
se modificó la base del PBI y se llegó a un cálculo más realista. Al
quedarse sin financiamiento interno, la administración K ordena las
fichas para salir a pedir dinero afuera, a tasas razonables. Es decir,
poder acceder al interés que tienen los vecinos de la región y que hacen
que -por ejemplo- Ecuador esté preparando una nueva colocación de
deuda, esta vez por unos US$ 700 millones.
Por estas latitudes,
deuda ya no es mala palabra y se entiende que si es a una buena tasa,
puede ser un
mejor negocio que emitir de forma descontrolada, con su consecuente
impacto en la inflación y en las reservas del Bancos Central.
No hay dónde esconderse
Dentro
de toda la estrategia del Gobierno de volver a ser parte del mundo, un
punto clave es regularizar la deuda con el Club París que está en torno a
los US$ 9.000 millones.
La piedra de tope -ironía poética si se
quiere- es que para que el organismo multilateral acceda al esquema de
pagos que presenta la Argentina,
debería mediar el aval del FMI. Para que eso ocurra, el país se debe
dejar auditar las cuentas. Es decir, aceptar el artículo IV.
En principio, el ministro de Economía -Axel Kicillof- no tiene problema con eso. La decisión final será de Cristina.
Esta
semana -posiblemente mañana- el funcionario viajará a Washington a
reunirse con el director para el Hemisferio Occidental, Alejandro
Werner, y, probablemente, también con la titular del organismo,
Christine Lagarde. La idea es ver
cuál será el alcance de esta radiografía.
La oferta del país es un
primer pago al Club de US$ 250 millones y el resto en bonos. Si el
Fondo no hace de mediador, para que el acuerdo tenga éxito, la muestra
de buena fe deberá ser muy superior.
Alemania y Japón, principales
acreedores, son los máximos detractores de un pacto con el país sin un
garante. La Argentina estudia una tercera vía con otro organismo, como
podría ser el BID, aunque todavía está verde.
Las relaciones con
el
FMI no son carnales, pero el Gobierno hace gala una vez más de su
carácter camaleónico todo terreno. No hay amor, pero hay mimos.
Para conversar sobre éste y otros temas de la economía local, te invito a seguirme en Twitter: @IgnacioRos.
Hasta la próxima. Saludos,
FUENTE: Publicado en el Inversor Global - Newsletter semanal - Enviado por mail
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