martes, 6 de noviembre de 2012

La Otra Censura
Eduardo García Gaspar
La tentación siempre está presente. Nunca podrá anularse.
Es la inclinación a intentar suprimir las opiniones que contradicen a las nuestras. Encontrar ideas opuestas es desagradable y chocante.
Causa contrariedad y el remedio es casi irresistible, extirparlas y asunto resuelto.
Es el remedio obvio, muy seguido por los gobiernos totalitarios o dictatoriales a los que no conviene que se difundan ideas que los debiliten.
Esto da una clave interesante. Si las opiniones contrarias debilitan a la opinión forzada, quizá entonces también fortalezcan a las opiniones en general. Tal vez se logre algo así como un mercado libre de opiniones.
Esperando que en ese intercambio de opiniones sobrevivan las mejores a la larga. Hay ejemplos de esto.
En su libro Civilization, K. Clark usó el ejemplo de Holanda en el siglo 16. Fue allí, dice, donde fueron publicados todos los libros que revolucionaron el pensamiento de esos tiempos. Holanda vivía un ambiente de mayor tolerancia.
Muy bien, tenemos una variable central, la actuación de la autoridad que suprime opiniones contrarias usando su fuerza. Es lo que podemos llamar censura violenta.
Todos tenemos una idea más o menos exacta de lo que significa y de lo que ocasiona. Las sociedades en las que hay censura de este tipo se tiene un ambiente cultural anémico.
Pero no sólo eso. También hay un efecto colateral desagradable. Si acaso en ese país en el que hay una gran censura gubernamental llega de repente la libertad de expresión, sucederá un efecto similar en sentido opuesto.
Serán aprobadas con entusiasmo las ideas percibidas como contrarias al viejo régimen, las que sean, y será ejercida una nueva censura contra opiniones opuestas a las nuevas.
Un ejemplo. Supongamos que en el viejo régimen se prohibía la pornografía por la fuerza del gobierno. Al dejar de existir ese gobierno, lo más seguro será tener una reacción opuesta y, por consiguiente, se tendrá un auge de publicaciones pornográficas.
Un efecto colateral fascinante que se tuvo por la presión en contra de algo y que explota en dirección contraria.
Otra cosa habría sucedido en el caso de un régimen que hubiera tolerado a la pornografía y donde ésta no sufre un fomento repentino que la vuelve muy popular. Es decir, donde se limita la libertad de expresión y ella se libera súbitamente se sufre una reacción en sentido opuesto.
Si la censura prohibió las obras del autor X, dentro de la repentina libertad de expresión, el autor X se tornará popular. Lo merezca o no. Es la atracción de lo prohibido lo que pienso que produce este fenómeno. Más o menos similar a lo que sucede con el contrabando en regímenes proteccionistas.
Mi punto es resaltar esta ventaja de la libertad de expresión, la que al no prohibir esa manifestación, da a lo indeseable más la cualidad que merece, no la fama que no merece. Cierto vivir con pornografía en la sociedad no es precisamente lo ideal, pero es mejor eso que lo opuesto.
No es que sea tolerancia, un concepto exagerado, sino que es libertad igual para todos. Una situación que tiene más ventajas que desventajas y que no es perfecta. Los deseos de perfección llevan en sí mismos su semilla de destrucción.
Piense usted en esto, la libertad de expresión le permite expresarse sin miedo a represalias: puede usted hacer misiones religiosas y ateas, puede criticar a la homosexualidad o aprobarla.
Llego aquí a otra manera en la que se ejerce censura. Una que no es del estilo anterior, que usa la fuerza del gobierno.
Esta nueva forma de censura, que es muy común, es la censura por insulto soez y vulgar. Si la opinión de usted es contraria a la que otro sostiene, este otro soltará una andanada de improperios ofensivos llenos de vulgaridad.
Este nuevo tipo de censura parte del mismo supuesto de la censura gubernamental, la creencia absoluta de que quien insulta tiene la razón y es un poseedor del dogma total que no tolera la oposición.
¿No me cree? Vea los comentarios que se hacen en muchas páginas de Internet. Es impresionante.
Comencé diciendo que de los intentos de censura nunca podremos librarnos. En Cuba, Venezuela, Irán, tiene usted el ejemplo de la censura clásica y ortodoxa. En México, por ejemplo, tiene usted el otro ejemplo, el de la censura por insulto. FUENTE: Publicado en Contrapeso.info

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