La Otra Censura
Eduardo García Gaspar
La tentación siempre está presente. Nunca podrá anularse.
Es la inclinación a intentar suprimir las opiniones que contradicen a
las nuestras. Encontrar ideas opuestas es desagradable y chocante.
Causa contrariedad y el remedio es casi irresistible, extirparlas y asunto resuelto.
Es el remedio obvio, muy seguido por los gobiernos totalitarios o
dictatoriales a los que no conviene que se difundan ideas que los
debiliten.
Esto da una clave interesante. Si las opiniones contrarias debilitan a
la opinión forzada, quizá entonces también fortalezcan a las opiniones
en general. Tal vez se logre algo así como un mercado libre de
opiniones.
Esperando que en ese intercambio de opiniones sobrevivan las mejores a la larga. Hay ejemplos de esto.
En su libro Civilization, K. Clark
usó el ejemplo de Holanda en el siglo 16. Fue allí, dice, donde fueron
publicados todos los libros que revolucionaron el pensamiento de esos
tiempos. Holanda vivía un ambiente de mayor tolerancia.
Muy bien, tenemos una variable central, la actuación de la autoridad
que suprime opiniones contrarias usando su fuerza. Es lo que podemos
llamar censura violenta.
Todos tenemos una idea más o menos exacta de lo que significa y de lo
que ocasiona. Las sociedades en las que hay censura de este tipo se
tiene un ambiente cultural anémico.
Pero no sólo eso. También hay un efecto colateral desagradable. Si
acaso en ese país en el que hay una gran censura gubernamental llega de
repente la libertad de expresión, sucederá un efecto similar en sentido
opuesto.
Serán aprobadas con entusiasmo las ideas percibidas como contrarias
al viejo régimen, las que sean, y será ejercida una nueva censura contra
opiniones opuestas a las nuevas.
Un ejemplo. Supongamos que en el viejo régimen se prohibía la
pornografía por la fuerza del gobierno. Al dejar de existir ese
gobierno, lo más seguro será tener una reacción opuesta y, por
consiguiente, se tendrá un auge de publicaciones pornográficas.
Un efecto colateral fascinante que se tuvo por la presión en contra de algo y que explota en dirección contraria.
Otra cosa habría sucedido en el caso de un régimen que hubiera
tolerado a la pornografía y donde ésta no sufre un fomento repentino que
la vuelve muy popular. Es decir, donde se limita la libertad de
expresión y ella se libera súbitamente se sufre una reacción en sentido
opuesto.
Si la censura prohibió las obras del autor X, dentro de la repentina
libertad de expresión, el autor X se tornará popular. Lo merezca o no.
Es la atracción de lo prohibido lo que pienso que produce este fenómeno.
Más o menos similar a lo que sucede con el contrabando en regímenes
proteccionistas.
Mi punto es resaltar esta ventaja de la libertad de expresión, la que
al no prohibir esa manifestación, da a lo indeseable más la cualidad
que merece, no la fama que no merece. Cierto vivir con pornografía en la
sociedad no es precisamente lo ideal, pero es mejor eso que lo opuesto.
No es que sea tolerancia, un concepto exagerado, sino que es libertad
igual para todos. Una situación que tiene más ventajas que desventajas y
que no es perfecta. Los deseos de perfección llevan en sí mismos su
semilla de destrucción.
Piense usted en esto, la libertad de expresión le permite expresarse
sin miedo a represalias: puede usted hacer misiones religiosas y ateas,
puede criticar a la homosexualidad o aprobarla.
Llego aquí a otra manera en la que se ejerce censura. Una que no es del estilo anterior, que usa la fuerza del gobierno.
Esta nueva forma de censura, que es muy común, es la censura por
insulto soez y vulgar. Si la opinión de usted es contraria a la que otro
sostiene, este otro soltará una andanada de improperios ofensivos
llenos de vulgaridad.
Este nuevo tipo de censura parte del mismo supuesto de la censura
gubernamental, la creencia absoluta de que quien insulta tiene la razón y
es un poseedor del dogma total que no tolera la oposición.
¿No me cree? Vea los comentarios que se hacen en muchas páginas de Internet. Es impresionante.
Comencé diciendo que de los intentos de censura nunca podremos
librarnos. En Cuba, Venezuela, Irán, tiene usted el ejemplo de la
censura clásica y ortodoxa. En México, por ejemplo, tiene usted el otro
ejemplo, el de la censura por insulto. FUENTE: Publicado en Contrapeso.info
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