
La hoja de ruta de las ineficiencias y la dejadez en muchos aspectos ya parece naturalizada por su funcionalidad. Su cintura autoritaria va por encima de los reclamos del pueblo.
Nos damos cuenta que estamos siendo protagonistas de una crisis moral donde la corrupción queda desnuda ante nuestros ojos, mientras quienes la ejercen se enseñorean de su poder rodeándose de los parásitos que los engolosan.
El sentido común que ya escasea, se ha mantenido al margen en las cuestiones de estado y la ética no encuentra adhesión con la palabra política ¿porque será? ¿Es acaso la consecuencia de una enfermedad social que ha traspasado lo institucional?
El autismo por parte de quienes tienen la facultad de solucionar los problemas de la gente, y la falta de responsabilidad de los funcionarios, la ausencia de la rendición de cuentas, del mal uso de los bienes del Estado, la malversación de los fondos públicos, el acomodo a los familiares y amigos en la función publica, la manipulación de la información y la falsedad de los datos, significa que nos han perdido el respeto.
El mostrarse impetuosos e indiscretos frente a sus propias fallas multiplicando explicaciones desgastantes nos hacen sentir débiles protagonistas de sus trampas, para sustentar su poder.
Nos usan en cada elección pero también nos usan, porque se alimentan de nuestros bolsillos con elevados impuestos, que nunca sabemos que destino cierto tienen, aunque estamos conscientes que sirven para mantener el clientelismo activo y el banco de la corrupción que es la obra publica.
Por ello como dijo el colombiano Miguel Samper:"El mejor Gobierno es aquel que se hace sentir menos y cuya acción se limita a dar garantías a los derechos"
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