En 2001 miraban de reojo las manifestaciones porteñas que a golpe de cacerola protestaban contra el gobierno de De La Rúa y pedían “que se vayan todos” en alusión a la clase política incluida la oposición.
Cuando la protesta llegó a Santa Cruz Néstor Kirchner primero las ignoró, luego las descalificó, y finalmente las reprimió. .
Corría enero de 2002, Néstor Kirchner iba por su tercer mandato como gobernador de Santa Cruz y ya tenía la idea fija de llegar a la presidencia de la nación.
En campaña por todo el país, solía ausentarse de la ciudad por largos períodos mientras en el pago chico arreciaban las manifestaciones de descontento de estatales provinciales y municipales contagiados por el ritmo de los cacerolazos porteños que transmitían al país los canales de Buenos Aires.
“¡Cómo puede ser yo justo estaba en El Calafate….! Increpó a la militancia que escuchaba temerosa el tirón de orejas del Jefe molesto por los reiterados cacerolazos en el centro de la ciudad y frente a las viviendas de los funcionarios. “Por cada uno de ellos que venga a molestarnos vamos a ser 100 o 200 que vamos a ir a sus casas a buscarlos ¡Vamos a correrlos!” tronaron las palabras de Néstor Kirchner en el comando general del Frente para la Victoria.
La orden de Néstor no se hizo esperar. La noche del 26 de Abril de 2002 un centenar de funcionarios y militantes K reunidos en la radio FM de Rudy Ulloa, amparados por la oscuridad prodigada por la empresa de Servicios Públicos y la zona liberada autorizada por el jefe policial, propinaron una feroz golpiza a un grupo de caceroleros que como todos los viernes se convocaban a protestar.
A esa hora Néstor Kirchner inauguraba la Feria Provincial del Libro con la presencia del escritor Miguel Bonasso y el relator de fútbol Alejandro Apo. Mientras ellos repartían libros, afuera los muchachos del gobierno repartían palos.
Eran tiempos en que el miedo los ponía violentos. (Agencia OPI Santa Cruz)
FUENTE: Publicado en OpiSantaCruz
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