Por Enrique Guillermo Avogadro
“¡Vosotros, que talasteis nuestros bosques, robasteis nuestro ganado, derrumbasteis nuestras templos y quemasteis nuestras casas; vosotros, que matasteis a nuestros padres, violasteis a nuestras hijas y secuestrasteis a nuestros hijos: no abuséis, no abuséis!”
El
jueves, una vez más, después de la tensa audiencia que se realizó en la Corte de
Nueva York, a la que concurrieron, en representación de nuestro país Guita-rrita Boudou y el Invisible Lorenzino, recuperamos el
primer puesto en el campeonato del riesgo-país. Si somos una de las naciones
menos endeudadas –estoy hablando de deuda externa, no interna- en relación a su
PBI, todo el mérito de haber regresado a ese podio corresponde a la señora
Presidente y su curioso y multifacético pseudo gabinete económico, en el cual
cada uno tiene una postura dogmática diferente.
El
viernes, en su maratónico y autorreferencial discurso, por cierto a veces muy
confuso, doña Cristina mencionó que hasta Evo Morales conseguía dinero en el
mundo, en realidad mucho más del que pedía, a una tasa (4,5%) anual y a un plazo
(20 años) inimaginables en nuestro mercado doméstico; si Argentina pretendiera
regresar, en estas condiciones, a los mercados internacionales, debería estar
dispuesta a pagar algo parecido al 30%, o sea, tasa de país en default. Olvidó
la señora de Kirchner mencionar, cuando dijo que el Presidente boliviano había
expropiado hasta el pasto, que siempre pagó a las empresas así adquiridas por su
Estado Multinacional, mientras que aquí nos dedicamos, porque es más fácil y
barato, simplemente a confiscarlas.
Después
de castigarnos por casi tres horas con cifras dibujadas –las citó a valor
nominal, negando que sufrimos una de
las inflaciones más altas del mundo (¡otra vez campeones!)-, describiendo
un país en el que sería maravilloso vivir, y que hastiaron a los
teleespectadores, que optaron por cambiar de canal en su enorme mayoría, volvió
a dar cátedra al resto del mundo –ese cuya crisis tiene, en América Latina, la
enorme puntería de afectarnos sólo a los argentinos- olvidando que, tal cual
dijo Martín Caparrós, el peor escenario europeo de hoy es infinitamente mejor al
que se observa en muchísimas zonas del Conurbano.
Un
párrafo aparte merecen sus referencias a los salarios de las fuerzas de
seguridad –Gendarmería, Prefectura y Policía Federal- y a las inversiones en
equipamiento destinado a las mismas. El Gobierno está muy preocupado por una
protesta masiva que, de ser ciertos los rumores al respecto, se producirá el
martes 5 e, inclusive, ha trascendido una carta del jefe de la segunda (PNA) a
sus subordinados, recordándoles la vigencia de la obligación de obedecer a sus
mandos.
A
continuación, descerrajó sobre Lorenzetti, el Presidente de la Corte, que no
sabía qué cara poner cuando lo enfocaban las cámaras, el peor ataque que
recuerde sobre la Justicia. No voy a referirme, hoy al menos, a las
características de las reformas –elección popular de los miembros del Consejo de
la Magistratura, limitación de las medidas cautelares y creación de nuevas
cámaras de Casación- cuya sanción doña Cristina pedirá al ex Hº Congreso; las
páginas de los diarios del sábado y de hoy han comenzado a realizar análisis de
los anuncios que, con seguridad, será completada por mis
colegas.
Pero, a
la luz de lo que sucedió en nuestro parlamento con el trata-miento (la oposición
trata, y el Gobierno miente) del acuerdo con Irán, pocas esperanzas tengo acerca
de un eventual rechazo en la casa de las leyes para las propuestas de Olivos -¿o
debería decir del Chino Zannini?-
pero, como siempre, me preocuparon mucho las primeras expresiones de los
opositores luego del discurso presidencial.
Recordé,
entonces, una antigua y breve nota de un querido amigo, a la que tituló “Darse
cuenta” (http://tinyurl.com/b6hlncy),
que escribiera un año antes de morir y que debiera estar en la mesa de luz de
todos los políticos no kirchneristas. Al utilizar el final de la República de
Waimar para componer su metáfora, José Enrique Miguens esbozó, tal vez sin
percibirlo, un futuro para la Argentina perfectamente comparable con la Alemania
de Hitler; compruébelo usted mismo pinchando el link.
Si ha
tenido la enorme paciencia de leer estas reflexiones semanales, verá con
claridad que mis pronósticos acerca del panorama terrible que ofrece hoy un
cristinismo dispuesto, confesadamente, a pelear hasta las últimas consecuencias
para retener el poder, no hacen más que confirmarse. La “democratización” de la
Justicia, como se llama el nuevo caballito de batalla del Gobierno, no es otra
cosa que un intento de colonizar al último poder del Estado que le queda.
Presumo que, después de leer la nota de Miguens, los opositores aprenderán a
tratar con la Casa Rosada y, sobre todo, a no dejarse engañar más por los cantos
de sirenas y los pomposos y atractivos títulos que ésta da a cada uno de sus
disparates. Al respecto, recuerdo lo que expresé cuando quienes dicen no
compartir las políticas oficiales votaron, casi por unanimidad, el ascenso de
Gils Carbó a la Procuración General de la Nación; puede ser que, ahora, hayan
descubierto que al primer apellido de la funcionaria le faltaba una
“e”.
Ayer,
con sus renovadas críticas a Lancha
Scioli y a Massa, doña Cristina agredió a las únicas figuras que podrían
llevar al triunfo su boleta electoral en la Provincia de Buenos Aires. Como sé
que no confía en la popularidad de Alicia Kirchner, por mucha portación de
apellido que ésta ostente, sólo me cabe concluir en que la señora Presidente
–como yo mismo- no cree en un final democrático para su período imperial; ¿en
qué variante del incendio de Roma estará pensando la mesa minúscula de Olivos?
De todas maneras, parece haber algunos personajes del entorno que no estarían de
acuerdo con que esa apocalíptica salida sería una solución paras sus futuros
problemas y, preocupados por su libertad y su reciente fortuna, están pidiendo
ser designados embajadores.
El 21
de marzo, la ciudadanía se ha autoconvocado a repetir, incrementándola, la
masiva manifestación del 8 de noviembre, en los mismos lugares y con idénticos
horarios. Me parece bien. Creo que hay que enviar un muy fuerte mensaje al
Gobierno: ¡Hasta aquí llegaron, y de
aquí no pasarán!
Bs.As., 3 Mar 13Enrique Guillermo Avogadro
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