El domingo último lo confirmé. Ya no tengo más dudas. Estamos muy cerca de una gran oportunidad de compra en la Bolsa local.
Déjeme explicarle por qué.
A la vuelta de un paseo familiar desde el Jardín Japonés, escuchaba en la radio FM Millenium la siguiente afirmación:
“La imagen positiva de la presidente Cristina Kirchner está por debajo del 20%, solo un 3% por encima de la imagen que tenía De la Rúa un mes antes de tener que abandonar el poder.”
No estoy haciendo conjeturas políticas sobre esto, ni tampoco insinuando que Cristina Fernández de Kirchner dejará el poder antes de tiempo. No le conviene absolutamente a nadie. Lo que quiero analizar es el impacto de esta situación sobre la Bolsa local.
El debilitamiento político de la actual administración es un hecho. Pronto tendremos un punto de inflexión en materia de Gobierno. No importa quién gane finalmente las elecciones presidenciales de octubre. Lo que importa es que habrá un cambio. Y todo cambio renueva las expectativas.
Esta es la principal razón por la que espero que la Bolsa reaccione positivamente (y fuerte) en algún momento del año.
Pero no es la única.
Hay otros motivos para ser optimistas. ¿Cuáles?
La economía está estancada, con tendencia a la recesión, en los últimos dos años.
La inflación está bien sostenida por encima del 30% anual.
El salario real pierde terreno y el consumo cae por primera vez en 12 años.
El sector privado dejó de crear empleo.
Las cuentas públicas arañan un déficit fiscal de 4% del PBI.
Las reservas internacionales no aumentan de forma genuina.
Seguramente pensará que me volví loco. ¿Cómo con tantas malas noticias puedo ser optimista con los activos financieros argentinos?
Simple.
Yo le pregunto, ¿cuánto de estas malas noticias ya está incluido en el precio de las acciones argentinas? ¿Mucho, poco o nada?
Mi respuesta es bastante.
Todo lo que describí anteriormente no es ninguna novedad. Es información pública, al alcance de cualquier inversor, como usted o yo. Y esto es otra buena noticia.
El mercado se adelanta siempre. Y esto sucede porque los inversores más astutos empiezan a comprar acciones cuando la sangre está en la calle. Cuando todo es descontrol. Cuando las esperanzas se esfumaron.
Y, por el contrario, comienzan a venderlas cuando todo florece y hasta el “diarero o ferretero” se anima a invertir en Bolsa.
Hoy podemos comenzar a olfatear la sangre.
Y es por eso que comienzan a sonar las campanas anunciando una gran oportunidad.
La historia lo demuestra…
¿Recuerda las dos últimas grandes crisis de la economía argentina?
La primera en 2002, con el estallido del sistema de la Convertibilidad.
Por ese entonces la crisis socio-económica era realmente profunda. La pobreza alcanzó niveles del 50% de la población y la tasa de desempleo superó el 25%. El PBI cayó 10% y la crisis de gobernabilidad era inmensamente importante.
El dólar saltó de $ 1 a $ 4. Y la tasa de interés saltó a niveles superior al 80% anual.
La gran mayoría de los argentinos estaba en crisis, desilusionado y con estado de pánico. Algunos pocos conservaron la frialdad en materia de inversiones. Es lo que denomino el inversor “astuto”.
Quienes se animaron a invertir en Bolsa, vieron su capital más que triplicarse en menos de dos años. El retorno fue fabuloso.
La última gran crisis que se originó en nuestro país fue en 2009. Con la depresión global como telón de fondo (había explotado la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos), Argentina se encargó de ponerle su condimento.
El enfrentamiento Gobierno-campo y la estatización de las AFJP volvieron a poner al inversor a la defensiva. La gran inversión de la mayoría de los argentinos era el refugio en el dólar estadounidense (no había cepo allí) provocando una de las salidas de capitales más importantes de la historia. ¡Casi US$ 25 mil millones!
Nuevamente, algunos pocos vieron el negocio. Actuando con la razón y no con el corazón, pusieron a trabajar sus ahorros en Bolsa. En el período 2009-2010 lograron un retorno de 208%. Nada mal, ¿no?
En la actualidad, cada paso que damos deja una marca roja en el piso. Eso indica que la sangre está transitando nuevamente por las calles.
En el recinto bursátil se está gestando una nueva oportunidad.
¿La va a dejar pasar? A su lado en los mercados, Diego Martínez Burzaco
Déjeme explicarle por qué.
A la vuelta de un paseo familiar desde el Jardín Japonés, escuchaba en la radio FM Millenium la siguiente afirmación:
“La imagen positiva de la presidente Cristina Kirchner está por debajo del 20%, solo un 3% por encima de la imagen que tenía De la Rúa un mes antes de tener que abandonar el poder.”
No estoy haciendo conjeturas políticas sobre esto, ni tampoco insinuando que Cristina Fernández de Kirchner dejará el poder antes de tiempo. No le conviene absolutamente a nadie. Lo que quiero analizar es el impacto de esta situación sobre la Bolsa local.
El debilitamiento político de la actual administración es un hecho. Pronto tendremos un punto de inflexión en materia de Gobierno. No importa quién gane finalmente las elecciones presidenciales de octubre. Lo que importa es que habrá un cambio. Y todo cambio renueva las expectativas.
Esta es la principal razón por la que espero que la Bolsa reaccione positivamente (y fuerte) en algún momento del año.
Pero no es la única.
Hay otros motivos para ser optimistas. ¿Cuáles?
La economía está estancada, con tendencia a la recesión, en los últimos dos años.
La inflación está bien sostenida por encima del 30% anual.
El salario real pierde terreno y el consumo cae por primera vez en 12 años.
El sector privado dejó de crear empleo.
Las cuentas públicas arañan un déficit fiscal de 4% del PBI.
Las reservas internacionales no aumentan de forma genuina.
Seguramente pensará que me volví loco. ¿Cómo con tantas malas noticias puedo ser optimista con los activos financieros argentinos?
Simple.
Yo le pregunto, ¿cuánto de estas malas noticias ya está incluido en el precio de las acciones argentinas? ¿Mucho, poco o nada?
Mi respuesta es bastante.
Todo lo que describí anteriormente no es ninguna novedad. Es información pública, al alcance de cualquier inversor, como usted o yo. Y esto es otra buena noticia.
El mercado se adelanta siempre. Y esto sucede porque los inversores más astutos empiezan a comprar acciones cuando la sangre está en la calle. Cuando todo es descontrol. Cuando las esperanzas se esfumaron.
Y, por el contrario, comienzan a venderlas cuando todo florece y hasta el “diarero o ferretero” se anima a invertir en Bolsa.
Hoy podemos comenzar a olfatear la sangre.
Y es por eso que comienzan a sonar las campanas anunciando una gran oportunidad.
La historia lo demuestra…
¿Recuerda las dos últimas grandes crisis de la economía argentina?
La primera en 2002, con el estallido del sistema de la Convertibilidad.
Por ese entonces la crisis socio-económica era realmente profunda. La pobreza alcanzó niveles del 50% de la población y la tasa de desempleo superó el 25%. El PBI cayó 10% y la crisis de gobernabilidad era inmensamente importante.
El dólar saltó de $ 1 a $ 4. Y la tasa de interés saltó a niveles superior al 80% anual.
La gran mayoría de los argentinos estaba en crisis, desilusionado y con estado de pánico. Algunos pocos conservaron la frialdad en materia de inversiones. Es lo que denomino el inversor “astuto”.
Quienes se animaron a invertir en Bolsa, vieron su capital más que triplicarse en menos de dos años. El retorno fue fabuloso.
La última gran crisis que se originó en nuestro país fue en 2009. Con la depresión global como telón de fondo (había explotado la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos), Argentina se encargó de ponerle su condimento.
El enfrentamiento Gobierno-campo y la estatización de las AFJP volvieron a poner al inversor a la defensiva. La gran inversión de la mayoría de los argentinos era el refugio en el dólar estadounidense (no había cepo allí) provocando una de las salidas de capitales más importantes de la historia. ¡Casi US$ 25 mil millones!
Nuevamente, algunos pocos vieron el negocio. Actuando con la razón y no con el corazón, pusieron a trabajar sus ahorros en Bolsa. En el período 2009-2010 lograron un retorno de 208%. Nada mal, ¿no?
En la actualidad, cada paso que damos deja una marca roja en el piso. Eso indica que la sangre está transitando nuevamente por las calles.
En el recinto bursátil se está gestando una nueva oportunidad.
¿La va a dejar pasar? A su lado en los mercados, Diego Martínez Burzaco
FUENTE: PUBLICADO EN INVERSOR GLOBAL- Newsletter semanal - enviado por mail
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