Por Guillermo Cherashny
INFORMADOR PUBLICO
No hay memoria de que Buenos Aires haya pagado en cuatro cuotas el medio aguinaldo. Sí se recuerda que hubo dificultades para pagar los sueldos en el 2000 y 2001 bajo la gobernación de Carlos Ruckauf. Entonces hubo demoras en los pagos, que se solucionaron finalmente con la emisión de los Patacones. Una hipótesis que ahora algunos también están barajando.
El arma de doble filo
También hay que tener en cuenta que la presidente no sólo se resiste en subir el mínimo no imponible para el impuesto a las ganancias, que totaliza 3.500 millones de pesos, porque lo pide Hugo Moyano. La realidad es que sólo manteniendo las cosas como están se podrán seguir pagando los planes sociales y mantener de este modo lejos el riesgo de estallidos sociales que, en caso contrario, estarían a la vuelta de la esquina, dada la alta inflación con recesión que se está instalando. Así es que entonces, por primera vez desde su llegada al poder, el kirchnerismo se ve obligado a cuidar la caja. De ahora en adelante tendrá que administrar la escasez, algo que nunca antes le pasó. Estamos ante una nueva etapa del kirchnerismo-cristinismo en la cual por primera vez el gobierno no está atado a la bonanza de la economía, lo que antes le permitió trasladar al plano nacional el modelo santacruceño. Un modelo que, significativamente, se derrumba ahora más rápido que el nacional, porque Santa Cruz está practicamente colapsada y no se le ve salida a la crisis.
Pero la teoría de la maldad frente a Scioli es el que más se compadece con el estilo político y la personalidad de CFK. Ella no tolera ningún dirigente que mida bien en las encuestas, aunque ahora el gobernador le resulta necesario. Cuando era senadora, ya le atribuía al entonces vicepresidente Scioli operaciones de prensa en su contra. A Cristina también le molestan tanto Moyano como Mauricio Macri, pese a los perfiles muy distintos de ambos.
Pero el duelo con Scioli es algo especial. A partir de este episodio del pago del aguinaldo habrá un nuevo round. Si pese al atraso en los pagos las encuestas señalan que la imagen positiva del gobernador se mantiene en los niveles actuales, el cristinismo sufriría una derrota. Si, en cambio, esta situación desgasta el capital electoral de Scioli, en Olivos festejarían. Pero se trataría de una celebración suicida, porque si Scioli pierde arrastre electoral el año que viene, esto influirá negativamente en la captación de votos del Frente para la Victoria. Una vez más, el cristinismo prueba su gusto por jugar con fuego. Un lujo que hasta ahora puede darse sólo por la irrelevancia de la oposición.
FUENTE: Publicado en www.informadorpublico.com
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