La economía brasileña cayó en el 2015 y el 2016 un 7,2%. Si bien está experimentando un suave cambio de tendencia, el Producto Bruto Interno (PBI) todavía se ubica por debajo del observado antes de la crisis. Según proyecciones del FMI, a este ritmo, recién en el 2020 se habrán recuperado los niveles del 2014. Como consecuencia, la generación de empleos está siendo insuficiente y mayoritariamente en ocupaciones informales, cristalizando así una muy delicada situación social. Sobre estas desfavorables condiciones es que Bolsonaro supo edificar su capital político generando esperanzas de cambios.
Las crisis de Argentina y Brasil tienen diferencias y similitudes. Una semejanza particularmente relevante es el tema más desestabilizante y difícil de abordar que es la falta de sustentabilidad de sus sistemas previsionales. En este sentido, tomando datos oficiales de Brasil, Argentina y la OECD se observa que:
En los países desarrollados el 18% de la población tiene más de 65 años de edad y el gasto público previsional asciende a 10% del PBI.
En Argentina la población con más de 65 años de edad es apenas el 11% pero el gasto público previsional nacional y provincial asciende al 12% del PBI.
En Brasil sólo el 9% de la población tiene más de 65 años de edad y su gasto público previsional total (privado y público) también está próximo al 12% del PBI.
Estos datos muestran que Brasil, al igual que Argentina, tiene un gasto previsional muy por encima del que cabría esperar en función de su demografía. Brasil gasta relativamente más que los países desarrollados en jubilaciones, cuando todavía tiene la mitad de la proporción de personas mayores de 65 años de edad que aquellos. Dado que la tendencia demográfica es al envejecimiento, el problema tiende a agravarse en el futuro. Pero además es el principal problema del presente ya que, al igual que Argentina, en Brasil el gasto público previsional también representa la mitad del gasto público primario y viene creciendo sistemáticamente por encima de la inflación.
El origen del problema previsional es parecido en ambos países. Regímenes especiales que permiten acceder a beneficios previsionales con escasos años de servicios, edades tempranas y montos que no guardan proporcionalidad con los aportes realizados. También son análogas las resistencias a abordar con seriedad la discusión del tema. Tanto en Brasil como en Argentina la reforma previsional es mostrada como anti-popular fruto de una enorme confusión respecto al diagnóstico de situación, sus implicancias y a que los sectores beneficiados tienen alto poder de influencia. Testimonio ilustrativo es el propio presidente Bolsonaro que disfruta de un retiro anticipado como todo ex-miembro de las fuerzas armadas. Finalmente, ambos países sufren las consecuencias muy negativas de una exagerada asignación de fondos públicos al sistema previsional. Este exceso desestabiliza las cuentas públicas y obliga a recortar programas socialmente estratégicos como, por ejemplo, los que apoyan a los niños en situación de vulnerabilidad.
Minimizar el problema previsional y optar por el “gradualismo” garantiza el fracaso del plan de gobierno. Brasil cometerá el mismo error que Argentina si, como declaró su jefe de gabinete, asume que no hay apuro en la revisión del gasto previsional habiendo cuatro años por delante. Pareciera no tenerse en cuenta que en ambos países con la deuda pública que asciende al 80% del PBI los espacios para seguir financiando déficits son muy acotados.
Brasil está a tiempo de darle al tema previsional la prioridad que merece. La Argentina, en cambio, ya perdió cuatro años. Para que el próximo gobierno no vuelva a improvisar y fracasar, el oficialismo en Argentina debería elevar la calidad y pertinencia de la discusión electoral aportando información y estudios sobre la situación previsional.
FUENTE IDESA
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