sábado, 8 de septiembre de 2012

Señora Presidenta: nadie le tiene miedo, como Ud pretende
OpiSantaCruz
Entre los pañales que usaba el nene, la megalomanía a full y las amenazas a la provincia, la presidenta Cristina Fernández, da la sensación de estar algo desequilibrada y esto es sumamente grave en un Jefe de Estado.
La mandataria le disparó al gobernador de Santa Cruz (sin nombrarlo) algunas quejas por supuesta administración irregular o indebida y en ese caso la propia presidenta comete un acto de encubrimiento, si sabiendo que hay “cosas turbias” no las denuncia como corresponde y manda una amenaza velada, la cual es más política y efectista que efectiva.
El otro error en el que incurre CFK es en el delito de complicidad. Pues, todos recordamos que hasta el 23 de octubre las gigantografías mostraban su imagen junto a Peralta, sonrientes y prometiéndonos un futuro promisorio “de la mano del modelo que representamos”, “juntos por Santa Cruz”, decía el spot. Si hasta el 23 de octubre todo estaba bien ¿Cómo es posible que en 10 meses la provincia haya sido vaciada a tal punto que estemos en la lona? ¿O ya estábamos en la lona y ella lo encubría mintiéndonos desde el atril, por una cuestión eleccionaria? ¿O nos miente ahora porque en realidad quiere forzar un golpe institucional?. Es tan impostada la posición de la presidenta, que un silencio saludable, le resultaría más efectivo que hablar pisando su sombra.
El estado de megalomanía en que vive la primera mandataria y el rapto de delirio demostrado, cuando dijo “hay que tenerle miedo a Dios “y a mí, un poquito”, mientras la corona de aplaudidores festejaban el hecho de que les infunda temor, es un cuadro psíquico grave para el análisis de un psiquiatra y un mensaje político grave para la sociedad.
El espíritu pretendidamente maternalista desplegado en los aló presidenta, muestra a CFK mezclando sus rutinas de ama de casa con chistes malos, retos a los aplaudidores, una simulada locuacidad campechana y los pañales que usaba Máximo, lo cual no le importa a nadie, rasgos propios de cierto desequilibrio preocupante.
Finalmente, quisiéramos decirle en primera persona:
Señora Presidenta: no le tenemos miedo. Nadie le tiene miedo, excepto, claro, su cohorte de aplaudidores y obsecuentes que en cada aló presidenta, se ponen en las primeras filas asintiendo cualquier cosa que dice y gastando las palmas como gastan las rodillas.
Ud no infunde ningún miedo en nadie, excepto en su entorno, pero su entorno (para el resto de la gente) no existe. Su creciente personalismo y la creencia de que es el obligo del mundo, la está llevando a perder estrepitosamente consenso popular y lo que Ud cree que es una muestra de autoridad, es una expresión de autoritarismo, muy distinto a lo otro y produce un profundo rechazo.
Nadie le tiene miedo, señora presidenta, excepto sus aduladores crónicos, que facturan mientras le sonríen y quieren sostenerla para que a ellos no se les caigan los negocios. Creerse Dios o su lugarteniente, es de una excentricidad incompatible con un Jefe de Estado; no le haría bien escuchar los calificativos que podríamos enumerarle, ante tanta soberbia y falta de sentido común.
Con la dirigencia política que gobierna el país, estamos en manos de Dios, eso es seguro. Ahora, es raro que Ud, Sra presidenta, no haya reflexionado sobre lo que le ocurrió a su esposo, quien creía, tal vez, que bastaba con darle una orden al destino para no ser alcanzado por él y no era necesario cuidar su corazón, porque como decía usted misma, cada vez que su marido salía de una intervención arterial: “hay Kirchner para rato”, creyendo innecesario tenerle miedo a Dios, porque, en definitiva, Néstor era su lugarteniente en la tierra y nada le podría pasar.
La inmortalidad, señora presidenta, no es un don de los seres humanos y el miedo a Dios es una cuestión de fe. A Usted, nadie le tiene miedo y cada vez hay menos que le tienen fe.
Fuente: Publicado en  Opi Santa Cruz

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