La metodología que más frecuentemente se utiliza en la Argentina para medir los problemas sociales es la basada en la Línea de Pobreza. Esta se conforma por el valor monetario de un conjunto de bienes y servicios que se considera como el consumo esencial de una persona. Cuando los ingresos del hogar no superan el valor monetario de la Línea de Pobreza se estipula que ese hogar es pobre.
A partir del año 2007 el sistema estadístico oficial fue sometido a un grosero proceso de degradación. Esto incluyó subestimar el valor de la Línea de Pobreza. En el año 2006, la Línea de Pobreza para una familia tipo equivalía a $9.260 a precios actuales y se estimaba que un 27% de personas tenía ingresos familiares por debajo de ese monto. En el año 2013, cuando se hizo insostenible continuar con la manipulación de este indicador, el INDEC estimó que la pobreza alcanzaba al 5% de la población, gracias a fijar arbitrariamente la Línea de Pobreza para una familia tipo en $2.425 a precios actuales.
Como parte del proceso de normalización del INDEC se restableció el cálculo de la Línea de Pobreza. El sinceramiento explicitará que la pobreza es alta. Para entender por qué hay tantos pobres resulta pertinente apelar a los datos oficiales, que muestran que:
La Línea de la Pobreza para una familia tipo fue estimada por el INDEC para el mes de agosto de este año en $12.489.
El salario medio en un empleo formal se calcula para esa misma fecha en $19.219.
La remuneración media en el empleo informal se estima en $6.342.
Estos datos muestran que mientras el ingreso medio de un trabajador formal supera en un 50% el valor de la línea de pobreza, la remuneración promedio de un informal apenas cubre la mitad de ese valor. La tajante segmentación en el mercado laboral tiene impacto decisivo en la situación social ya que los informales representan un tercio de los asalariados y dos tercios de los cuentapropistas lo que hace llegar la informalidad laboral al 42% del total de ocupados. Es claro que para un grupo grande de personas las perspectivas de inserción laboral son muy desalentadoras. En algunos casos, esto induce a la inactividad laboral perdiendo el hogar una fuente de generación de ingresos; en otros, aun trabajando, los ingresos son tan bajos que les impiden superar la línea de la pobreza.
La asociación entre pobreza e informalidad laboral es estrecha. Quienes no consiguen un empleo formal tienen altas probabilidad de no generar ingresos suficientes para cubrir sus necesidades básicas. Además, al operar por fuera de la legalidad, tienen débil capacidad de defensa frente al crecimiento de los precios. Por eso, la inflación tiene impactos muy diferentes según el estrato social.
Reducir la inflación e incentivar la generación de empleos de calidad es prioritario. Esto requiere una agenda de política muy diferente a la que prevalece en la actualidad. Por ejemplo, reabrir las paritarias puede beneficiar a quienes tienen la cobertura de un convenio colectivo, pero no alcanza a los trabajadores informales que no reciben aumentos nominales de sus remuneraciones y sufren las consecuencias inflacionarias que trae aparejado el incremento de costos laborales. En igual sentido, reducir la incidencia del impuesto a las ganancias sólo beneficia a los trabajadores formales de más altos ingresos, mientras que los informales sufren la inflación que genera el déficit fiscal asociado a una menor recaudación tributaria. Mantener altos subsidios económicos opera en sentido análogo. Induce emisión monetaria inflacionaria que castiga a los pobres y concentra los beneficios de las menores tarifas en las familias de ingresos medios y altos.
Presentar como progresistas políticas que no priorizan la reducción de la inflación y una mayor formalidad laboral resulta tan hipócrita como anunciar reducciones de la pobreza manipulando las estadísticas. Por eso, sincerar la agenda de políticas públicas es tan importante como el sinceramiento estadístico. La prioridad no es el impuesto a las ganancias, la reapertura de paritarias o mantener los subsidios sino reducir la informalidad laboral. Para ello, hay que multiplicar empresas, elevar la calidad educativa y su pertinencia con el mundo del trabajo y modernizar las instituciones laborales.
FUENTE: IDESA - www.idesa.org - enviado por mail
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