La utilización de drogas prohibidas es un mal instalado en todas las culturas y sociedades, que debe enfrentar la humanidad hoy, y por mucho tiempo. Es un viejo problema tan difícil de entender como difícil de resolver. La historia del negocio de la droga data desde en 1850, con el primer intento serio comercial de corte masivo con cocaína, momento en el cual aparece el “vino Mariani”, producido en Francia, y elaborado a partir de un extracto de alcohol de la hoja de coca. Este producto “espirituoso” se convierte en el preferido de los intelectuales de la época, y más de uno se inspira y escribe poemas de alabanza en su honor. Tiempo después, en el año 1870, se obtiene el polvo de cocaína, extraído de la hoja de coca. En 1884, la compañía farmacéutica Parke-Davis de Detroit (USA), vendía libremente, sin necesidad de prescripción médica alguna, catorce formas de presentación diferentes de cocaína: cigarrillo, rapé, pomada, inyectable, ungüento, etc. Una de las indicaciones para el uso de la cocaína, en aquel entonces, era “la fiebre de heno” o alergia estacional. El principio sobre el cual se sustentaba la indicación, tenía que ver con este tipo de alergias que se caracterizan por una importante vasodilatación de la mucosa nasal; la cocaína es un poderoso vasoconstrictor que contrarresta el efecto comentado, por lo tanto resultó un fantástico descongestivo nasal.
Otra indicación muy frecuente, por aquel entonces, fue el tratamiento de los casos de depresión y anestésicos para la cirugía ocular. Transcurría el período de permisividad absoluta. En realidad, nadie conocía detalladamente los efectos biológicos de la coca. Al cabo de cierto tiempo de uso indiscriminado, algunos médicos comenzaron a ver ciertas complicaciones desconocidas hasta ese momento, sobre todo neurológicas y, en particular, cerebrales. En el año 1905, comienza el período intermedio, el estado de Georgia (USA), prohíbe el consumo libre de cocaína. Solo los médicos y farmacéuticos podían recetarla, bajo condiciones particulares. No obstante todo esto, continuaron apareciendo informes desfavorables sobre el uso de la droga, a tal punto que el gobierno americano en 1915, prohíbe definitivamente el uso de la cocaína, en todo el territorio de la Unión, y la proclama “droga altamente peligrosa para la salud de la población”. En 1930 desaparece la droga en los Estados Unidos, seguramente por el temor de la gente a los posibles efectos negativos informados por los expertos, y por las restricciones legales impuestas, con penalidades de distinto tipo. Otro sentimiento de la sociedad de aquél entonces tuvo que ver con el disgusto; la gente se sintió engañada, algo inocuo no lo era, y más aún era peligroso para la salud. Desde el año 1930 hasta 1955 se abre el período de silencio absoluto, desaparece la droga de los “mercados que solía frecuentar”. Unas cuantas generaciones de individuos de este mundo creció y se desarrolló sin conocer el tema o sin preocuparse por él. Con la reaparición en el escenario de las drogas, en los sesenta, se inicia, en virtud del vago recuerdo de su peligrosidad, la etapa de la exageración. “Cuidado que la droga mata”, es el lema más escuchado desde los adultos y, por supuesto, el menos creído por los adolescentes. Los padres, totalmente desorientados, se comportan como la sociedad; atraviesan la etapa del, “ni hablar”, luego de “la droga mata”, y finalmente la de “te mato si la usas”, todo esto tuvo poca utilidad, como ocurre con todas las propuestas que se alejan de la realidad.
En la actualidad, mucha gente hoy persevera en utilizar este tipo de mensajes. Hay una empecinada voluntad social por quedarse en esta parte de la historia, a lo mejor por no atreverse a dar un paso adelante. En resumen, la revisión histórica propone estas etapas, que marcan dos tiempos bien definidos, uno que finaliza en 1930 y otra que comienza en 1960, y que estamos viviendo aún, sin un final previsible a la vista. El camino más adecuado para finalizar con el tema de la droga, es la educación, pero para ello es imprescindible que quienes lo hagan tengan cantidad y calidad de argumentos adecuados para convencer sobre el peligro de las mismas. Es un problema de todos, del parlamentario que hace una ley, del juez que la debe aplicar, del policía que debe hacer un operativo, y sobre todo de nuestra sociedad al no ofrecer a los jóvenes un mundo donde se aprecien los valores humanos contra todos los paraísos artificiales.
Se pueden orientar, planificar, programar, elaborar leyes, ejecutar, pero poco va a servir, si no se hace un esfuerzo mancomunado para que la gente tome conciencia. Comunidades enteras movilizadas para tratar de controlar el problema en las escuelas, más un férreo y sostenido compromiso de los medios de comunicación masivos respecto al tema, y científicos investigando para encontrar alternativas que permitan neutralizar los efectos de las drogas sobre el organismo; son acciones concretas del cuerpo social puestos al servicio del problema. Una sociedad que sepa sobre el tema, que reconozca la magnitud del fenómeno, que sepa que nuestros adolescentes están en peligro, es el único modelo de sociedad que vencerá al crimen organizado de la droga.
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