jueves, 14 de julio de 2016

De la confrontación a la convivencia

Por Alejandro Sala
El gobierno encabezado por el ingeniero Mauricio Macri tiene la característica (no inédita, pero infrecuente en Argentina) de que no procura sustentarse políticamente en el apoyo de determinados sectores de la sociedad, en conflicto con otros segmentos. Macri no intenta dividir para poder gobernar. Evita las dicotomías, el “ellos y nosotros”, lo que se ha dado en llamar “la grieta”.
Ocurre que la división de la sociedad en bandos enfrentados es un fenómeno que deviene del fondo de la historia, no es algo que nació con el kirchnerismo. La política de Macri consiste, sencillamente, en ignorar esa “grieta” y actuar de un modo razonablemente ecuánime. En el gobierno de Macri no hay descalificaciones ni privilegios hacia ningún sector. Macri practica una suerte de “horizontalidad” en el trato con las diferentes corrientes que forman parte del tejido social.
Esto es algo que incomoda mucho a los opositores, específicamente a las diferentes vertientes en las que se ha dividido el peronismo. No se sienten cómodos con una política que no los excluye, aunque no les dé un protagonismo central. Preferirían ser excluidos o perseguidos, para victimizarse. El peronismo no comprende la política en estos términos. Para el peronismo la política consiste en gobernar (y entonces hacer uso y abuso de los recursos del estado) o, desde la oposición, en confrontar con el gobierno con el fin de desestabilizarlo para tratar de llegar al poder. Pero lo que el peronismo jamás está dispuesto a admitir es la convivencia en términos “de igual a igual”. El peronismo no entiende que la democracia es a veces gobernar y convivir con la oposición o, alternativamente, ejercer la oposición y convivir con el gobierno. Para el peronismo, la política es confrontación. O se es peronista (o aliado al peronismo) y entonces, amigo, o se es no peronista, y entonces, enemigo. El diálogo, la negociación, el intercambio de acuerdos es incompatible con la cultura política peronista.
En general, el no peronismo siempre se dejó llevar al juego del peronismo, y eso explica por qué el peronismo sobrevivió tanto. La diferencia entre peronismo y no peronismo es la diferencia entre dialogar, convivir y negociar, y no hacerlo. Pero los grupos no peronistas siempre cayeron en la trampa de negarse a tener relaciones horizontales con el peronismo y entonces resignaban su propia identidad política, entrando en esa dinámica de confrontación que configura el terreno que más beneficia políticamente al peronismo.
Macri está mostrando la habilidad de salir de esa trampa. La duda que surge es si la sociedad lo va a acompañar. Porque la división de la sociedad en bandos enfrentados está muy arraigada en la cultura política argentina. La idea de que todos somos parte de un mismo sistema y que compartimos ciertas reglas de juego, que nos son comunes a todos, no es un concepto demasiado incorporado en el sentimiento y en la praxis de la comunidad.
Entonces, la propensión a confrontar aparece con mucha naturalidad en múltiples grupos, usualmente los que reivindican su pertenencia al autodenominado “campo popular”, que intentan mimetizarse con los intereses mayoritarios y buscan enfrentar a supuestas minoría conspirativas que furtivamente obtendrían beneficios ilegítimos por medio de la explotación de los débiles y desamparados.
La novedad de la gestión de Macri radica, entonces, en la disposición para convertir la confrontación en convivencia. Esto es diferente a lo conocido históricamente. La gestión de Macri tiene infinidad de puntos cuestionables. Pero la actitud política es irreprochable.
Y en gran medida eso es lo que está en debate en el actual proceso político: si se termina de establecer un sistema donde la norma sean las relaciones de convivencia horizontales, pacíficas y civilizadas, aun en el marco de la discrepancia, o vamos a volver a la confrontación salvaje y sin reglas, donde quien discrepa es un enemigo a quien hay que neutralizar y no negociar o buscar puntos de convergencia.

Las elecciones de 2017 van a ser un testeo de esa opción. Por un lado, el gobierno, tratando de aglutinar a quienes están dispuestos a tratar de consolidar el modelo convivencial y, enfrente, diferentes versiones del peronismo, compitiendo entre sí para asumir la representación de un modelo de confrontación. De cómo se dirima esta opción dependerá, en buena medida, el rumbo que el país tome en etapas posteriores.
ENVIADO POR SU AUTOR

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