El gobierno encabezado por el
ingeniero Mauricio Macri tiene la característica (no inédita, pero infrecuente
en Argentina) de que no procura sustentarse políticamente en el apoyo de
determinados sectores de la sociedad, en conflicto con otros segmentos. Macri
no intenta dividir para poder gobernar. Evita las dicotomías, el “ellos y
nosotros”, lo que se ha dado en llamar “la grieta”.
Ocurre que la división de la
sociedad en bandos enfrentados es un fenómeno que deviene del fondo de la
historia, no es algo que nació con el kirchnerismo. La política de Macri consiste,
sencillamente, en ignorar esa “grieta” y actuar de un modo razonablemente
ecuánime. En el gobierno de Macri no hay descalificaciones ni privilegios hacia
ningún sector. Macri practica una suerte de “horizontalidad” en el trato con
las diferentes corrientes que forman parte del tejido social.
Esto es algo que incomoda mucho a
los opositores, específicamente a las diferentes vertientes en las que se ha
dividido el peronismo. No se sienten cómodos con una política que no los
excluye, aunque no les dé un protagonismo central. Preferirían ser excluidos o
perseguidos, para victimizarse. El peronismo no comprende la política en estos
términos. Para el peronismo la política consiste en gobernar (y entonces hacer
uso y abuso de los recursos del estado) o, desde la oposición, en confrontar
con el gobierno con el fin de desestabilizarlo para tratar de llegar al poder.
Pero lo que el peronismo jamás está dispuesto a admitir es la convivencia en
términos “de igual a igual”. El peronismo no entiende que la democracia es a
veces gobernar y convivir con la oposición o, alternativamente, ejercer la
oposición y convivir con el gobierno. Para el peronismo, la política es
confrontación. O se es peronista (o aliado al peronismo) y entonces, amigo, o
se es no peronista, y entonces, enemigo. El diálogo, la negociación, el
intercambio de acuerdos es incompatible con la cultura política peronista.
En general, el no peronismo
siempre se dejó llevar al juego del peronismo, y eso explica por qué el
peronismo sobrevivió tanto. La diferencia entre peronismo y no peronismo es la
diferencia entre dialogar, convivir y negociar, y no hacerlo. Pero los grupos
no peronistas siempre cayeron en la trampa de negarse a tener relaciones
horizontales con el peronismo y entonces resignaban su propia identidad
política, entrando en esa dinámica de confrontación que configura el terreno
que más beneficia políticamente al peronismo.
Macri está mostrando la habilidad
de salir de esa trampa. La duda que surge es si la sociedad lo va a acompañar.
Porque la división de la sociedad en bandos enfrentados está muy arraigada en
la cultura política argentina. La idea de que todos somos parte de un mismo
sistema y que compartimos ciertas reglas de juego, que nos son comunes a todos,
no es un concepto demasiado incorporado en el sentimiento y en la praxis de la
comunidad.
Entonces, la propensión a
confrontar aparece con mucha naturalidad en múltiples grupos, usualmente los
que reivindican su pertenencia al autodenominado “campo popular”, que intentan
mimetizarse con los intereses mayoritarios y buscan enfrentar a supuestas
minoría conspirativas que furtivamente obtendrían beneficios ilegítimos por
medio de la explotación de los débiles y desamparados.
La novedad de la gestión de Macri
radica, entonces, en la disposición para convertir la confrontación en
convivencia. Esto es diferente a lo conocido históricamente. La gestión de
Macri tiene infinidad de puntos cuestionables. Pero la actitud política es
irreprochable.
Y en gran medida eso es lo que
está en debate en el actual proceso político: si se termina de establecer un
sistema donde la norma sean las relaciones de convivencia horizontales,
pacíficas y civilizadas, aun en el marco de la discrepancia, o vamos a volver a
la confrontación salvaje y sin reglas, donde quien discrepa es un enemigo a
quien hay que neutralizar y no negociar o buscar puntos de convergencia.
Las elecciones de 2017 van a ser
un testeo de esa opción. Por un lado, el gobierno, tratando de aglutinar a
quienes están dispuestos a tratar de consolidar el modelo convivencial y,
enfrente, diferentes versiones del peronismo, compitiendo entre sí para asumir
la representación de un modelo de confrontación. De cómo se dirima esta opción
dependerá, en buena medida, el rumbo que el país tome en etapas posteriores.
ENVIADO POR SU AUTOR
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