El tema ya lo hemos tratado en varias oportunidades desde estas columnas. Como es un mal endémico en Argentina, insistiremos sobre el asunto, ya que consideramos que la opinión pública gobierna todas las sociedades libres, y la calidad de esa opinión, conforma el carácter de la política y de los gobiernos.
En mi opinión, uno de los obstáculos principales a considerar, es la persistente tendencia de los hombres a considerar, casi exclusivamente, las consecuencias inmediatas de una política sin preguntarse que efectos producirá a largo plazo, sobre toda la comunidad. Esto es fundamental para distinguir entre la buena y la mala economía. El mal economista solo ve lo que se advierte en lo inmediato, mientras que el buen economista ve los efectos inmediatos y percibe el más allá. Para Henry Hazlitt, el arte de la economía consiste en considerar los efectos más remotos de la política económica, y no solamente sus consecuencias inmediatas. Además, el buen economista calcula las repercusiones sobre todos los sectores de la sociedad.
Muchísima gente cree todavía que la inflación está originada por los aumentos de precios causados por los formadores de los mismos, los especuladores financieros, o por la voracidad de los comerciantes.
La raíz de inflación es la depreciación de la moneda. El Estado para cumplir sus funciones necesita de los recursos que aportan los contribuyentes al pagar impuestos. Cuando el gobierno aumenta sus gastos, requiere cada vez más recursos. Para obtenerlos aumenta los impuestos. Esto tiene sus límites ya que cuando la presión impositiva es muy alta la gente deja de pagar, o porque no puede o porque le conviene evadir. Cuando llega a ese límite, el Estado para financiar sus gastos, recurre al crédito, endeudándose. Cuando la capacidad de endeudarse se agota, recurre a la emisión espúrea de dinero, cada vez hace falta más moneda para comprar un determinado bien. Es decir, la suba de precios es una consecuencia y no una causa de la inflación. Cuanto más dinero espúreo se inyecta al mercado, más rápidamente subirán los precios.
La sociedad y los sindicatos reclaman aumentos de salarios. El ciclo se realimenta, y así sucesivamente. El trabajador siempre pierde y el Estado gana, ya que va diluyendo sus deudas con una herramienta rápida y sencilla. De allí surge la necesidad del gobierno de controlar al Banco Central.
Milton Fridmann compara la inflación con el alcoholismo, al principio produce una euforia pasajera después viene la resaca. Análogamente una reactivación económica a base de emisión termina en una depresión profunda. Si el ciclo continúa se llega a la estanflación, depresión y desocupación. Para terminar con el alcoholismo hay que dejar de beber, para terminar con la inflación hay que dejar de emitir, lo que resulta muy doloroso.
Los gobiernos argentinos han recurrido repetidamente a remedios falsos como el control de precios, de salarios, restricción a las importaciones, etc.
La inflación es la base del social estatismo y el fundamento del Estado de Bienestar.
Nuestra Constitución resguarda a las personas y nuestros bienes pero la seguridad económica no está garantizada por nadie.
El actual gobierno quiere hacer las cosas con prolijidad y no puede hasta ahora con el problema. Recurrió a los remedios falsos como los precios cuidados, el control de las paritarias, etc. A su vez se está endeudando lo mismo que muchas provincias a tasas de interés muy elevadas.
La moneda, es un descubrimiento del mercado que posibilitó salir del trueque a un sistema de intercambio amplio y dinámico. O sea que la moneda es una mercancía más que puede ser aceptada o no.
Terminar con el cáncer de la inflación es la gran tarea del gobierno. La gran batalla está en el campo fiscal. Sin déficit no habrá creación de moneda espúrea, no habrá deuda, ni pago de intereses.
ENVIADO POR SU AUTOR
No hay comentarios:
Publicar un comentario