Ciudadanos crispados, intolerantes, acostumbrándose de manera cotidiana a convivir con la violencia y asimilándola como inevitable, son síntomas de una sociedad enferma. Son alarmas que se suman a las que aportan las nuevas generaciones con sus pedidos de auxilio bajo formas de autoagresión como la bulimia, la anorexia y la droga.
Se vive sin sentido ni contención aceptando la violencia como inevitable. Un hoy sin mañana a la vista puede generar un estado de depresión colectiva y sin horizonte colectivo las vidas individuales carecen de motivación: se vive sin sentido, se muere sin sentido y hasta se mata sin sentido. Quienes se caen del sistema no pueden reingresar y entonces surge un individuo resentido de accionar irracional que, multiplicado, da como resultado una comunidad lastimada en su razón.
En el tiempo de la globalización digital, las pantallas de la televisión o los monitores, han reemplazado las redes de contención imprescindibles de los individuos como la familia, el colegio, los amigos y la sociedad en sí misma, dejando al hombre solo.
Es indudable que gran parte de los desequilibrios que fatigan al mundo moderno, y con él a la sociedad, a la familia y al propio individuo, tienen su origen en el corazón del ser humano. De ahí que la situación no cambiará, mientras el corazón humano no cambie; y éste cambiará en la medida que se cambie la escala de valores.
La solución: Seguir a Jesucristo; ser su discípulo;
vivir congruentemente la fe y la vida cristiana. Esto no es, en absoluto, nada fácil; por el contrario, siempre se estarán enfrentando pruebas, dificultades, críticas, burlas, persecuciones, incomprensiones, tentaciones, etc. Sin embargo, cuando se triunfa sobre todo ello con la corona de la fidelidad, se recibe a cambio la felicidad verdadera en esta vida y también la felicidad eterna en la otra. Verdad y realidad de fe, incuestionable.
Por desgracia, muchos se han encargado de desvirtuar esta
realidad, acusando al cristianismo como una religión de sufrimiento por el sufrimiento, de tristeza, de fracaso, y cuán equivocados están: O no conocen a Jesucristo y a su doctrina, y por lo tanto no la han vivido en carne propia, o bien, conociendo dicha doctrina, la rechazan, la repudian, porque va en contra de sus egoístas intereses. Por eso todo anda mal.
*Abogado - Desde Formosa- Enviado por su autor
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