El Poder Ejecutivo promulgó la Ley de Reparación Histórica con los Jubilados. A través de esta norma se dispuso pagar las deudas acumuladas con los jubilados utilizando el Fondo de Garantía de Sustentabilidad y lo que se logre recaudar con el “blanqueo”. Se repite un proceso análogo al de hace dos décadas cuando para afrontar los pasivos previsionales se utilizaron los recursos generados por las privatizaciones. La recurrencia de las crisis previsionales alerta sobre la importancia de repensar las políticas jubilatorias. En este contexto, las afirmaciones de un funcionario nacional en torno a la conveniencia de revisar la edad de retiro merecen un análisis objetivo y no meras polémicas o planteos oportunistas.
En el año 1993 se fijaron las edades de jubilación en el régimen general en 60 años para las mujeres y 65 para los varones. En paralelo, se fueron creando regímenes especiales que fijan edades de retiro más tempranas. Es decir que la tendencia de los últimos años fue a adelantar la edad de jubilación, focalizada en determinados sectores.
La pertinencia de esta estrategia depende decisivamente de la dinámica demográfica. En este aspecto, es relevante analizar cómo se comportó la expectativa de vida de las personas a los 60 años, es decir, cuándo llegan a la edad de jubilarse. Según datos de la Organización Mundial de la Salud para la Argentina, se observa que:
En el año 1990 era de 17 años para los varones y 22 para las mujeres.
En el 2013 había aumentado a 19 años para los varones y 24 para las mujeres.
Esto implica que la esperanza de vida en la vejez sube aproximadamente 1 año por década.
Estos datos muestran la intensidad del proceso de envejecimiento poblacional. En el año 1990 había 1 mayor de 60 cada 3 jóvenes menores de 20 años de edad, mientras que en la actualidad esa relación es de casi 1 a 1. No menos significativo es que para el año 2030 se proyecta que habrá 2 mayores de 60 por cada joven menor de 20 años de edad. Ante semejantes movimientos demográficos resulta necio insistir en que el sistema previsional no necesita adaptaciones.
Uno de los instrumentos para abordar el envejecimiento poblacional es aumentar los incentivos para que la gente posponga su retiro. El mecanismo consiste en fijar haberes más bajos cuando el retiro es temprano y recompensar con jubilaciones más altas a los que permanecen más tiempo aportando. Esto debería ser aplicado con mayor intensidad en los regímenes especiales donde los años como jubilados tienden a ser similares o superiores al período aportado. Un ejemplo es el régimen docente que prevé para las mujeres el retiro a los 57 años de edad con 25 de aportes. Con la actual expectativa de vida al momento de retiro (84 años), una docente suma más años cobrando jubilación que aportando.
Entre los planteos que contaminan el debate previsional se destaca el argumento de que hay que incentivar las jubilaciones para dar lugar a los jóvenes. Esta idea pasa por alto que el progreso depende de sumar gente al trabajo, no en inducirla a la pasividad. Es cierto que ambos grupos sufre con más intensidad problemas para su inserción laboral que quienes transitan las edades centrales. Pero no hay tal antinomia generacional sino que las dificultades responden a factores diferentes. En general, los mayores de 60 años tienen como principal capital la experiencia pero son superados por el cambio tecnológico; mientras que los jóvenes, en cambio, son muy permeables al cambio tecnológico pero carecen de experiencia. Una estrategia inteligente es fomentar la complementación entre ambos grupos. “Viejos” y “jóvenes” se pueden potenciar en el mundo del trabajo.
Junto con las reglas que incentiven el retardo del retiro laboral es clave revisar las que regulan el beneficio de pensión. Que la ex presidenta cobre jubilación y pensión dio pie a polémicas. Más allá de este caso particular, es evidente que los cambios de contexto han dejado desactualizadas las regulaciones sobre pensiones. En la medida que aumentó la tasa de participación laboral de las mujeres y se otorgaron jubilaciones a través de las moratorias, frecuentemente las pensiones derivan en doble prestación, erosionando la sostenibilidad financiera del sistema con impactos distributivos regresivos.
FUENTE IDESA- Enviado por mail- www.idesa.org
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