Me pregunto, cada día, a qué se debe que el Gobierno calle u oculte las cosas que hace bien; por supuesto, no todo lo que hace es correcto pero, al no hablar de los hechos positivos, sigue dando pasto a la peor oposición, ganando quejas de sus propios votantes, y permitiendo que la prensa sólo hable de los aspectos más incómodos de la realidad, que también los hay y muchos.
El lunes pasado, en el diario La Nación, un economista de nota y el mayor experto en consumo de nuestro país, Guillermo Oliveto, publicó una excelente y exhaustiva nota a la que tituló “Para evaluar mejor, datos duros antes que las sensaciones” (https://tinyurl.com/y76rb8ry),cuya lectura considero imprescindible para que todos entendamos qué está sucediendo realmente en la economía nacional y evitemos caer en especulaciones, casi siempre mal informadas, cuando no mal intencionadas.
Obviamente, no soy quien para criticar la política de comunicación de la Casa Rosada porque sus actuales inquilinos ganaron, desde 2007, elecciones imposibles mientras que yo, la última vez que lo hice, fue en el centro de estudiantes de mi facultad. Pero me parece que debiera informar mejor y más consistentemente sus logros porque, al no hacerlo, permite que el escepticismo permee en la ciudadanía, sobre todo en la clase media urbana, que fue su mayor sostén en las contiendas electorales.
Como formo parte de ella, escucho todos los días quejas de aquéllos que, durante el kirchnerismo, gozaron de masivos subsidios a la electricidad, al gas y al transporte, mientras engrosaban las multitudinarias filas de quienes reclamaron una jubilación para la cual no habían hecho aportes, aunque destinaran su magro estipendio mensual a pequeños gustos absolutamente superfluos.
La clase media porteña, egoísta e hipócrita, nunca tuvo en consideración que al recibir todas esas injustificadas prebendas, de las que no gozaban quienes habitan en el interior del país, permitía que la economía fuera depredada y que los recursos, siempre escasos, no alcanzaran para mejorar la situación de miles de compatriotas que sobreviven en la pobreza pero que, con sus impuestos, habilitaban el despilfarro.
En cambio, la clase humilde del conurbano, en especial del bonaerense, está comenzando a notar que se realizan todos los días obras que, literalmente, están cambiando sus vidas. Para quienes han chapaleado en el barro de sus calles para ir a trabajar, han debido pagar sumas estrafalarias por el gas que se regalaba a los hogares más acomodados del país, que carecían de cloacas y, en muchos casos, de agua potable, esos signos mínimos de elevación social están llegando.
Por supuesto, no creo que, de un día para otro, dejen de votar al peronismo que los sumergió en esa condición y en ella los mantuvo desde que asumiera sus destinos en 1987. Sólo una extraña combinación de factores permitió que los planetas se alinearan en 2015 y, bajo el mando del mariscal Anímal Fernández, fueran expulsados de su eterno baluarte. Pero es altamente probable que, a partir de 2019, con el monstruoso impacto que provocará la coparticipación federal que recuperó María Eugenia Vidal, las reminiscencias de un pasado imaginario y feliz dejen de tener peso.
Si eso sucede, comenzará sin duda un nuevo país, y el viejo y populista PJ será reemplazado por un indispensable partido moderno, democrático y respetuoso de las instituciones; habremos dado así un fenomenal paso adelante como nación civilizada.
En el ínterin, todavía nos queda mucho por sufrir y muchas culpas por pagar. Si bien quienes condujeron al peronismo a la mayor derrota desde aquélla que le impuso Ricardo Alfonsín en 1983, están hoy contra las cuerdas del ring judicial y muchos ya miran la pelea desde la cárcel, mientras varios más se presentan todos los días para acompañarlos tras las rejas, lo cierto es que todavía conservan bastante poder de fuego, en especial en la calle.
Hugo Moyano se ha quedado más solo que Adán en el Día de la Madre, sus colegas lo han abandonado en masa y el único apoyo que aún le resta son las deshilachadas tropas del kirchnerismo y algunos movimientos sociales que, a su vez, lo usan para intentar ganar fuerzas para sus propios reclamos de planes, para mantener e incrementar el latrocinio que aplican a los beneficiarios finales. Sin embargo, seríamos estúpidos si pusiéramos en duda la capacidad del camionero y de los piqueteros de complicar la vida de los argentinos, tanto como si negáramos a Roberto Baradel su peso a la hora de sacrificar a los chicos en el altar del poder sindical de los “trabajadores de la educación”, o a Sergio Palazzo idénticos propósitos con los bancarios como huestes.
Agradezco a Oliveto, ya que me permite conservar y explicar el optimismo por el futuro que me embarga, aún cuando todavía muchos la están pasando mal. Pero alguna vez, aunque sea una sola, los argentinos deberíamos pensar que no hay milagros en la economía, como no lo hay en la educación ni en la cultura, y que cada paso que demos, por pequeño y doloroso que sea, nos acercará a la meta.
Ésta no puede ser otra que volver a ser un país normal, serio y confiable, capaz de sentarse en cualquier mesa de negociación, comercial o política, y ser respetado por el resto de las naciones. Llevamos añares sin que eso suceda, pero también en ese terreno se nota un cambio positivo.
Para concluir, cumplo en agradecer también a Cristina Elisabet Fernández, viuda de Kirchner, que me ha hecho recuperar mi capacidad de asombro –una característica de los niños- esta semana. La actual Senadora, que ya tiene tres procesamientos confirmados por tres instancias y que sólo permanece en libertad por el escudo humano que construyeron sus colegas de casi todos los partidos, presentó un proyecto de ley para que se expulse de sus cargos, retroactivamente, a los funcionarios que tengan dinero en paraísos fiscales. He visto el texto y, sorprendemente, no contiene explicación alguna para la injustificada y sospechosa escala técnica que realizara en las islas Seychelles, un paraíso no exclusivamente paisajístico, ni para el viaje a Angola, segundo productor de diamantes del mundo.
Bs.As., 10 Mar 18Enrique Guillermo Avogadro
Abogado - ENVIADO POR SU AUTOR
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