En los estudios sobre el desarrollo económico y social, la Argentina aparece como un caso atípico por la sistematicidad y la profundidad de su decadencia. Brasil, el otro gran país de la región, tampoco logra salir de la mediocridad. El dato más reciente es el inédito proceso de degradación política que parece profundizarse con la orden de prisión al ex presidente Lula.
Ambos países, más allá de sus particularidades, se han caracterizado por su incapacidad para encauzar un proceso sostenido de crecimiento y progreso social. Los ciclos de crecimiento abortan fatalmente en crisis. La involución tiene asociada enormes costos sociales y la permanente frustración con su consiguiente cuota de resentimiento. Por el tamaño que tienen Argentina y Brasil se tiende a imponer en la región un panorama muy desalentador.
¿Es válida esta generalización o hay razones para una perspectiva menos pesimista? Datos de la CEPAL sobre evolución del producto bruto interno per cápita (PBI) medido en dólares a precios constantes aportan evidencias para este interrogante. Según esta fuente, entre los años 2000 y 2016 el PBI per cápita en dólares de la Argentina creció un 24%. En el mismo período, los países vecinos mostraron el siguiente desempeño:
En Brasil el PBI per cápita en dólares creció un 22%.
En Chile creció un 50%.
En Uruguay creció un 62%.
Estos datos confirman el pobre desenvolvimiento de las economías argentina y brasileña. Máxime si se tiene en cuenta que la región disfrutó de un contexto internacional inéditamente favorable, tanto por los altos precios de sus exportaciones como por las muy bajas tasas de interés. En ambos países el crecimiento del PBI per cápita medido en dólares fue de apenas 1,3% promedio anual en los últimos 16 años. En cambio, Chile y Uruguay muestran mejores desempeños. El caso que provoca mayor sorpresa es Uruguay. Un país del tamaño de una provincia argentina o brasileña, geográficamente incrustado entre ambos y con altos niveles de integración con ambos gigantes del cono sur, logró expandir su producción en lo que va del presente siglo casi 3 veces más que Argentina y Brasil.
Crecer a tasas sustancialmente más altas genera más posibilidades de progreso para la población. En Uruguay la tasa de inflación es del orden del 5% anual (5 veces más baja que en la Argentina) y la incidencia de la pobreza es un 8% de la población (3 veces más baja que en la Argentina). Chile también muestra como el crecimiento permite avanzar en la resolución de los problemas sociales. Si la Argentina hubiera emulado el desempeño productivo de Uruguay y Chile en lo que va del siglo, su tasa de pobreza sería de un dígito en la actualidad.
Los principales factores que diferencian a Uruguay y Chile de sus grandes vecinos son un menor desorden fiscal, mayor respeto a las instituciones, mayor consistencia con estrategias que elevan la productividad y un trabajo más sistemático de búsqueda de nuevos destinos para exportar productos más sofisticados. Como se ilustra en un reciente artículo de la revista The Economist, mientras en la década pasada la Argentina se vanaglorió de las prohibiciones y las retenciones a las exportaciones de carne para mantener bajo el precio doméstico, Uruguay indujo a sus productores ganaderos a adoptar nuevas tecnologías e implementar sistemas de trazabilidad a fin de derribar barreras sanitarias que muchos países colocan a las exportaciones de carne. El resultado es que hoy Uruguay exporta más carne que Argentina.
Chile y Uruguay aplican estrategias muy diferentes. En Chile prevalece un rol más activo del mercado, un Estado más pequeño y menos impuestos. En Uruguay, en cambio, el Estado es más grande apelando a una presión tributaria más alta. Esto sugiere que no son las orientaciones políticas sino la racionalidad, la seriedad y el sentido común los que explican los mejores resultados productivos y sociales.
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