Smith, el padre de la Economía Política, señaló que no se debe intervenir en el mercado -no sólo el gobierno, tampoco lo deben hacer los gremios empresariales o las agrupaciones sindicales- dado que, al hacerlo, se está interfiriendo con la formación de precios que son señales informativas y de conocimiento que envía el mercado a productores y consumidores. Cuando el precio es bajo, se estimula a los consumidores a comprar, y cuando el precio es alto, se incentiva a los fabricantes a producir. Cuando el gobierno interviene (colocando precios bajos, tratando de favorecer a los compradores), la demanda aumenta y la oferta se reduce, generándose en consecuencia escasez o desabastecimiento (lo que observamos en Venezuela, es un ejemplo de esto y no "guerra económica" como dicen socialistas aliados de Maduro, como Correa, por ejemplo). De igual forma, cuando se colocan leyes de salario mínimo, se condena a la gente más pobre –por lo general la menos capacitada, educada y por ende menos productiva- a no conseguir trabajo, dado que el salario es el precio por alquilar el factor trabajo que debería ser fijado por el mercado, es decir, por las leyes de oferta y demanda. Al colocarse salarios mínimos, es decir, por encima del precio de equilibrio de mercado se presenta sobreoferta laboral y, en consecuencia, desempleo. Esto último lo verificamos empíricamente con los trabajadores venezolanos que huyen desesperadamente del socialismo/comunismo de Maduro en Venezuela, quienes aceptan trabajos con pagos inferiores al salario mínimo en Ecuador, Perú o Colombia. Si no hubiera salario mínimo, y obviamente flexibilidad laboral, no tendrían por qué los migrantes venezolanos “quitarles trabajo” a los residentes nacionales.
Así que la mano invisible del mercado, somos todos, en nuestro rol de productores o consumidores (seres humanos), quienes con nuestro voto decidimos: qué productos deben permanecer en el mercado, gracias a su relación precio/calidad. Los países comunistas (incluido el nacional socialismo en Alemania, pues fascismo es igual a socialismo nacionalista –en oposición al socialismo internacionalista de los soviets-) que intentaron planificar precios, fracasaron en el intento, porque ninguna mente humana (por brillante que sea o que así lo crea), puede reemplazar a millones de personas comprando o vendiendo en el mercado nacional y mundial. Algo que Hayek denominó: “el conocimiento disperso”.
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