Después de tocar los 820 puntos básicos en diciembre del año pasado, el riesgo país parecería ser que de a poco se está acomodando y con él, la tensión financiera comienza a desinflarse. El riesgo país hoy ronda los 650 puntos, ayudado por la compra de dólares por parte del BCRA, que en lo que va del año lleva comprados U$S 700 millones.
La relajación en el mercado de deuda ayuda al programa macroeconómico, aunque también es importante destacar que sigue habiendo riesgo financiero comparado con el promedio de las economías emergentes: Hoy estamos 400 puntos más alto que el riesgo país de Brasil (línea roja).
Ser más riesgoso que Brasil no es novedad, claramente esto es reflejo de una macro con fundamentos permanentemente débiles, plagada de desafíos recurrentes respecto a la convergencia fiscal de mediano plazo y a una historia colmada de repudios al pago de la deuda pública. A todo este combo estructural se le agrega que, en la coyuntura, los programas financieros de la Argentina de este año y del próximo están apoyados sobre las muletas del FMI.
En la misma línea, el elevado riesgo estructural que presenta nuestra economía hace que nuestro acceso a los mercados internacionales sea fugaz. A lo largo de las últimas dos décadas hemos tenido acceso en cuatro oportunidades: las mismas fueron durante los años 1997-1998 y 2016-2017.
Claramente si nos comparamos con otros países emergentes ellos acumulan quince años consecutivos: desde 2004 con riesgo financiero bajo y acceso fluido y permanente a los mercados de deuda.
Observar como el resto de los emergentes coloca deuda en los mercados internacionales, incluso aquellos con baja reputación, no es la excepción sino la regla histórica.
Revertir esta situación y volver a colocar deuda en los mercados será esencial para maniobrar con el financiamiento y la deuda pública en los próximos años. Además, y en paralelo, el gobierno (sea cual fuere a partir del 10 de diciembre de 2019), deberá mínimamente alcanzar un superávit primario relativamente alto y sostenido de forma tal de poder mantener la relación con el Fondo Monetario Internacional.
Lo que viene
Las causas de la suba de nuestro riesgo país radican principalmente en dos factores externos y en nuestra coyuntura local. Por el lado internacional, pesaron las cuatro subas de la tasa de los fondos federal que hubo el año pasado y la guerra comercial que iniciaron los Estados Unidos y China. Por el lado local, estuvieron las dudas respecto a cómo cerrarán los programas financieros 2019 y 2020 y quién ganará la elección presidencial.
De cara a fin de año, es muy probable que no haya más subas de tasas en los Estados Unidos, lo cual nos beneficia ya que libera presión sobre el dólar, lo cual favorece el repago de deuda.
La guerra comercial entre los dos gigantes probablemente termine en buen puerto, ya que no es negocio ni para Trump que busca su reelección el año próximo, ni para el crecimiento de la economía asiática.
Por otro lado, con el paquete del FMI el gobierno llegaría muy bien a cumplir sus compromisos de deuda; solo le restaría cerrar en cero las cuentas fiscales. El Gobierno está confiado en que lo logrará y el mercado ya compró ese entusiasmo.
En lo que va de este año, el índice S&P Merval acumula en pesos una ganancia cercana al 25%.
Por el lado del mercado de bonos, los más representativos de nuestra deuda internacional suben hasta el 16%.
En síntesis, los mercados festejan el buen humor de la Fed por la expectativa de que no haya más subas de tasas y esto nos beneficia. De ahora en más el gobierno deberá seguir cumpliendo a rajatabla sus compromisos con el FMI, lo cual hará que el riesgo país continúe bajando. El fin último es poder acceder nuevamente a los mercados de deuda internacional.
Mientras, seguiremos aprovechando este “veranito” de inversiones locales e internacionales.
Por un trade exitoso,
Germán Fuentes
Para CONTRAECONOMÍA
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