¿Buenos Aires se ha convertido en la capital nacional del Corte de Calle. La ciudad está tan asediada por marchas y protestas, que ir a trabajar al centro no solo implica las complicaciones normales de cualquier Gran Metrópoli, sino que a menudo se transforma en un verdadero calvario.
Sin embargo, el fenómeno no es puramente porteño sino que afecta a todo el país. Recientemente en Mar del Plata se cortaron calles para reclamar contra el cierre de cuatro talleres en una escuela de Cerámica. Este tipo de manifestaciones que inhiben la libertad de los individuos para transitar son de las más comunes: una empresa cierra, sea esta pública o privada, y un grupo en representación de “los trabajadores” exige al estado que se restituyan las “fuentes de trabajo”.
Otro motivo frecuente para las movilizaciones es “el ajuste”. El ajuste es el blanco preferido de sindicalistas, izquierdistas y piqueteros varios, quienes sostienen que las políticas que tienden al orden fiscal “hambrean al pueblo”. El argumento es al menos curioso cuando se ve que en la mayoría de los países con mayor disciplina fiscal que el nuestro, no tienen inflación, la economía crece y la pobreza cae año tras año.
Por último, hace pocos días Juan Grabois llevó un chancho a Comodoro Py para quejarse de los jueces federales. Para Grabois, la justicia debería ser más “democrática”, eufemismo para decir que debería ser conducida directamente por el gobierno, siempre y cuando él sea quien lo controle.
Motivo diferente
Como se puede observar, cada uno de los tipos de manifestaciones mencionados más arriba exige del estado una mayor participación en los asuntos económicos, políticos o sociales. Detrás de cada movilización aparece el pedido concreto de:
• Un nuevo subsidio.
• Una nueva regulación.
• Mayor control de la justicia por parte del gobierno central.
• Controles de precios.Es por esto que no deja de sorprender una nueva convocatoria que está generando cada vez más adeptos en las redes sociales. El 21 de marzo se marchará al Congreso con un pedido muy simple y concreto: “Bajen los Impuestos”.
Es decir, por primera vez no se van a exigir privilegios de ningún tipo. Por primera vez no se va a pedir más gasto público ni más regulaciones, sino algo totalmente distinto: un menor peso del estado sobre los hombros de los contribuyentes.
La convocatoria al Congreso tiene mucho sentido. En primer lugar, porque en dicho organismo recae la tarea de “imponer las contribuciones” para “proveer a los gastos” de la Nación, según los artículos 4 y 17 de la Constitución Nacional.
En segundo, porque la carga tributaria está detrás de una década de penurias económicas en nuestro país.
Un reciente estudio del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (IARAF) reveló que Argentina con 163 impuestos diferentes a nivel nacional, provincial y municipal. Estos tributos van desde el impuesto a las ganancias o el IVA, hasta las retenciones a la exportación, las tarifas aduaneras y los que se cobran a las entradas de cine para financiar el INCA.
La maraña impositiva no es el único problema. A nivel nacional, la recaudación como porcentaje del PBI asciende al 35%, un nivel similar al del promedio de los países de la OCDE (considerado el “club de los países ricos”), y 9 puntos porcentuales por encima del promedio de la región.
Por otro lado, si consideramos el índice del Banco Mundial de impuestos pagados sobre beneficios empresariales (Total Tax Rate), encontramos que Argentina está en el segundo puesto a nivel mundial.
Por si esto fuera poco, como todo ese dinero (que este año ascenderá a $AR 6,2 billones) no alcanza para pagar un fastuoso y gigantesco gasto público, Argentina acude al impuesto inflacionario, que es uno de los más elevados del planeta, dado que la inflación hoy roza el 50% anual.
Cuando uno a este grado de voracidad tributaria le suma el intervencionismo regulatorio, políticas populistas y sucesivos ataques a los derechos de propiedad, se entiende por qué nuestro país está estancado hace diez años.
Más libertad, menos pobreza
Para bajar la presión tributaria es necesario también reducir el gasto público. De hecho, no hay forma sostenible de hacer una cosa sin hacer la otra, dado que si caen los impuestos pero no el gasto, lo más probable es que suba el endeudamiento, que luego también habrá que pagar con impuestos.
Por eso, lo que pedirán los manifestantes este 21 de marzo será mayor libertad económica. ¿Y qué se podría esperar si esto llegara a ocurrir? De acuerdo con la evidencia internacional, debería aumentar la tasa de crecimiento económico, que es la única forma de reducir la pobreza. No por nada Jair Bolsonaro dijo recientemente que quiere que su país forme parte de los primeros lugares en los índices de libertad económica.
Obviamente, los resultados no se verían a corto plazo, pero se estaría caminando en la buena dirección. Para concluir, en momento en que los principales candidatos a las elecciones se pasean por los canales de televisión y medios de prensa, sería interesante pensar quién está representando a quienes piden menos estado y más libertad.
A simple vista, solo hay un candidato, pero que no forma parte del trío más mencionado por los medios. Veremos qué tipo de reacciones hay luego de esta marcha. La convocatoria es para esta tarde, a las 19:00 Hs., frente al Congreso de la Nación. ¿Vas a ir?
Saludos,
Iván Carrino
Para CONTRAECONOMÍA
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