Este último tiempo ha sido particularmente duro para la economía local.
Finalmente han salido los últimos datos macroeconómicos cerrados de 2018, dejando muy claro que el derrotero bajista que nos azota está siendo peor de lo que muchos esperaban.
Para aquellos que desde un principio hemos planteado los riesgos y dificultades que atravesaríamos, hemos recibido muchas veces el mote de “tirabombas” o simplemente “fatalistas”, ya que “nunca tiramos una buena”.
En esta nota te voy a explicar por qué, justamente, dado el escenario económico de los últimos tiempos, por definición, ningún analista serio podía hacer lo contrario.
Empecemos…
No confundamos fatalismo con realismoAntes de meterme en lo concreto de la nota, me gustaría hacer una aclaración. Tenía pensado escribir sobre otro tema (más financiero), pero quedará para la semana que viene. El motivo: por cuestiones que acontecieron esta semana, y en función de la relación ya existente para con los lectores, me pareció lo más apropiado.
Volviendo al tema que adelanté en la intro, entiendo algunos probablemente piensen que soy un fatalista; un agorero.
Es que, semana a semana, traigo datos y/o un pronóstico pesimista de cara al futuro, y eso en general es algo atípico, ya que el mercado siempre –por default- intenta ser optimista. Incluso cuando realmente no hay muchos motivos para serlo
Este es un ejemplo claro de ello (un funcionario oficialista en marzo de 2018):
Habiendo dicho esto, me gustaría bajar una intuición visual que utilizo a menudo para pensar el asunto, que creo puede ser útil para que quede bien clara mi postura.
Supongamos que nos encontráramos en Argentina, a fines de 2005. Una economía creciendo a tasas chinas, con superávit fiscal y comercial, y un tipo de cambio real súper competitivo, y un mercado de trabajo ya acercándose a una situación de “pleno empleo”.
En líneas generales, un gran momento macroeconómico. Tal vez el más sano en más de 70 años.
En ese momento todavía no me dedicaba a la economía. De hecho, estaba egresándome del colegio secundario. O sea, en criollo: estaba pensando en el viaje de egresados, jugando basket, al Counter Strike y chateando varias horas al día en MSN.
Para resumir: muy lejos todavía del debate económico.
Pero creo si hubiera tenido mi formación actual para 2005, seguramente hubiera sido tremendamente optimista de cara al futuro próximo del país, siempre parándonos en aquel entonces.
Es que los fundamentos así lo marcaban.
Pongámoslo en un gráfico para que se entienda todavía más claramente.
Suponiendo que nos ubicamos en 2005, entonces, ese momento corresponde con el punto rojo del gráfico.
En ese momento, recordemos, los fundamentos argentinos eran espectaculares, y, por ende, efectivamente todo indicaba seguiríamos creciendo por bastante tiempo más (cosa que efectivamente ocurrió, como se puede apreciar en el gráfico).
Así, cualquier analista económico “serio” que en 2005 hubiera dicho que la economía se encaminaba a una crisis en el corto plazo, hubiera estado diciendo pavadas.
Yo, como dije recién, sin duda hubiera augurado un panorama excelente, porque el obvio entorno económico y global así lo indicaban, a los gritos.
Habiendo dicho esto, considero es oportuno dejar bien claro lo siguiente:
No es que yo soy intrínsecamente fatalista; es que simplemente el contexto económico actual de nuestro país me obliga a transmitir pronósticos reservados -en el mejor de los casos- ya que las condiciones macroeconómicas son críticas.
Y, dado que desde que me dedico a la macroeconomía y las finanzas de manera formal, nos encontramos en un ciclo bajista en términos per cápita, entonces cualquier pronóstico va a estar sesgado a la baja.
O sea, de manera análoga al ejemplo anterior, donde dijimos que cualquier analista económico que, estando parado en 2005, hubiera dado pronósticos fatalistas para aquel futuro inmediato...bueno, hoy ocurre algo similar, pero a la inversa.
Concretamente, cualquier analista económico que te haya dado pronósticos “agregados” optimistas (o sea, con respecto a la economía en general) de cara al futuro inmediato desde 2015-2016...bueno, básicamente te vendió humo.
Esto pudo haber ocurrido de manera deliberada, o por simple mala praxis en el análisis de la coyuntura económica.
En este grupo se encuentran individuos como el del ejemplo al inicio de la nota. Está claro.
Pensando algo de lo que vieneHabiendo aclarado algunas cuestiones, me parece oportuno revisar un poco lo que viene.
Particularmente, en estos días charlé con algunos colegas sobre las perspectivas del oficialismo, en el marco de la apertura de las sesiones en el Congreso, donde se vio de manera muy palpable el malestar generalizado ante la presencia de Mauricio Macri.
La sociedad en su conjunto, y no solamente los legisladores de la oposición, está muy enfurecida. Y eso creo es síntoma de que el capital político del macrismo está completamente vaciado.
Es que el golpe ha sido demasiado duro.
Los salarios han perdido un 12% en términos reales en 2018, la peor caída desde 2002, al tiempo que se destruye empleo a una velocidad preocupante.
Por eso, en caso de que Macri vuelva a triunfar en 2019, el mismo asumiría una situación casi inmanejable. Tal como evidencia el gráfico, hacia finales de 2019 tendremos un nivel de riqueza per cápita similar al de 2009, o sea, más de una década atrás, lo que implicará una caída del 10% desde 2011
Una tragedia económica por donde se la mire.
En ese contexto, Mauricio Macri, incluso queriendo impulsar las reformas estructurales que el país necesita, difícilmente lo pueda hacer, teniendo en cuenta que la relación para con la ciudadanía está totalmente rota, y la oposición estará replegada agitando el fantasma de un golpe de estado.
Como consecuencia -y en mi humilde opinión- si Macri efectivamente ganara y quisiera impulsar las reformas desde el día uno de su potencial 2do mandato, creo saldría eyectado.
Es que Macri le ha sido infiel al votante promedio argentino, y de eso difícilmente se vuelve. Y, sin el apoyo de la ciudadanía, y en especial de la clase media, simplemente cualquier tipo de medida drástica, como la que habría que tomar, se vuelve completamente inviable.
Hasta la semana próxima,
Juan I. Fernández
Para CONTRAECONOMÍA
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