En el tratamiento de la ley de reparación a los jubilados, sectores de la oposición negociaron la incorporación de la exención del impuesto a las ganancias sobre el medio aguinaldo de junio del 2016 de las personas que no se acojan al blanqueo y estén exentos del impuesto a los Bienes Personales. Esto complementa el premio a los contribuyentes cumplidores que contempla el proyecto original a través de la eliminación del impuesto a los Bienes Personales y a la Ganancia Mínima Presunta.
De aprobarse el cambio, el beneficio se concentrará sólo entre los asalariados y jubilados de altos ingresos. No incide sobre las remuneraciones más bajas (que no son afectadas por el impuesto a las ganancias) ni sobre los trabajadores autónomos (que no cobran aguinaldo). Al favorecer sólo a los asalariados, la medida persevera en el tratamiento impositivo desigual para contribuyentes con iguales niveles de ingresos.
¿Cuál es la diferencia en la incidencia del impuesto a las ganancias según la modalidad de trabajo? Tomando un trabajador soltero sin hijos con una remuneración de $35 mil mensuales se tiene que:
Si trabaja en relación de dependencia paga un 11% de impuestos a las ganancias.
Si trabaja como autónomo paga 25% de impuesto a las ganancias.
Esto implica que ser un trabajador autónomo hace que se deba pagar el doble de impuesto a las ganancias.
Estos cálculos son aproximados pero ilustran la asimetría que sufren los trabajadores autónomos. Si bien la diferencia se reduce a mayores niveles de ingresos, el autónomo siempre paga más impuesto que un asalariado debido que tiene deducciones inferiores por lo que más rápidamente empieza a ser alcanzado por la máxima alícuota de ganancias (35%). Además, también es alcanzado por el IVA y los impuestos provinciales y municipales. En definitiva, un pequeño emprendedor termina siendo tratado por el Estado como si fuera una gran corporación.
Además de fuente de inequidad, lo más dañino es que se desalienta la cultura emprendedora. Los innovadores y los pequeños emprendedores son uno de los componentes más dinámicos de la economía, pero son discriminados por el sistema tributario. A esto se suman el desaliento que provocan los pesados requerimientos que exige la burocracia, la inseguridad jurídica y las deficiencias de infraestructura. El resultado es la pobre creación neta de empresas, la desmotivación para la innovación tecnológica y el desvío de la creatividad hacia la búsqueda de gambeteos de las normas para sobrevivir emprendiendo e innovando desde la informalidad. Mucha gente valiosa, resignada, termina sumándose al empleo público redundante o emigrando.
Una de las debilidades del proyecto de blanqueo, incluso en su versión original, es que no avanza en generar condiciones para que los capitales ocultos se canalicen hacia la producción. Obviamente que construir un ambiente propicio para los nuevos emprendimientos es un desafío complejo y de largo aliento. Pero un gesto sería comenzar a dar igual trato a los trabajadores autónomos con los asalariados y corregir la grosera desactualización de la tabla de alícuotas del impuesto a las ganancias. Esta tabla establece que la alícuota más alta del impuesto (35%) se aplica cuando los ingresos anuales superan los $120 mil. Mientras que hace 20 años, cuando se sancionó la tabla, esto equivalía a U$S 120 mil, en la actualidad equivalen a apenas unos U$S 8.500.
En lugar de insistir con “parches”, como la exención de ganancias al medio aguinaldo de junio del 2016, se debería perfeccionar el proyecto original del blanqueo contemplando incentivos a favor de los emprendedores. Esto implica adoptar como objetivo no solo la exteriorización sino generar estímulos para que los capitales ocultos se canalicen a expandir la capacidad productiva del país. Esto no se resuelve con voluntarismo sino eliminando la gran cantidad de discriminaciones que sufren los que intentan vivir de sus propios emprendimientos, invirtiendo, ideando e innovando para una mayor producción.
FUENTE: Publicado en IDESA - enviado por mail
No hay comentarios:
Publicar un comentario