“Gracias a Dios que estás bien”.
“¿Qué se suponía que me había pasado?”
“Pensé que habías sido secuestrado”.
Este mes, estuve en San Pablo, Brasil. Fui recibido por Felipe Miranda, el economista jefe de Empiricus en San Pablo, parte de nuestra red mundial de analistas.
Felipe siguió: “Llamé al hotel. Me dijeron que no te habían visto. Nosotros corrimos la voz de que venías a Brasil a dar una exposición a los inversores. Fuiste anunciado como un millonario inversor estadounidense. Me imaginé que alguien había averiguado dónde te estabas quedando y pensé que sería fácil secuestrarte”.
No vi ninguna señal de secuestros o de otro tipo de crimen en San Pablo. Incluso tiré al piso, por accidente, un billete de dos reales. Alguien lo levantó, me persiguió por la calle y me lo devolvió. Sin embargo, el barrio Itaim Bibi de San Pablo no es exactamente una favela. Es más como el distrito comercial del centro de Los Ángeles.
Más allá de esto, el crimen nunca está muy lejos de la mente de sus ciudadanos. El tío de un amigo, el alcalde de una de las ciudades más grandes de San Pablo, fue secuestrado cinco años atrás. Falleció debido a un ataque al corazón mientras trataba de escapar.
Las puertas del auto de nuestro socio se cerraron con un ruido sospechosamente pesado. “Está blindado, a prueba de balas. A veces te paran en el camino y uno tiene que poder retroceder rápidamente”, me explicó.
“Fui secuestrado dos veces. Se meten en tu auto, te apuntan la cabeza con un arma y te obligan a manejar hasta un cajero automático así les podes dar dinero”, ofreció otro ciudadano de San Pablo.
Almorzamos en Rubaiyat. Es un lugar muy conocido, lleno de políticos y empresarios. La carne es excelente, de la misma calidad que en los mejores restaurantes de Buenos Aires.
“Acá es donde uno de nuestros políticos fue asesinado. Él ha estado aceptando dinero, mucho dinero, de los contratistas. No querían que hable”, contó Felipe al salir del local.
“Bueno, al menos su última comida fue buena”, dije. Siempre mirando el lado positivo.
La opinión del público sobre Brasil
Probablemente crees que Brasil es corrupto.
Que es un país del “tercer mundo” muy desorganizado. Que tiene un gobierno de izquierda irresponsable. Que es demasiado dependiente de los precios decommodities. Que ahora con las commodities cayendo sustancialmente, como el petróleo, los granos y los minerales, la economía de Brasil está sufriendo. Que las inversiones en Brasil se han apagado o han estado en declive por los últimos seis años. Y que el país ahora también está sufriendo de una fuerte sequía que amenaza la irrigación del cultivo como su suministro de energía hidroeléctrica.
Todo eso es verdad. Pero comparado con las cosas que de verdad importan, es en gran parte irrelevante. Lo que importa cuando se pronostica laperformance de un mercado a largo plazo, es la deuda, el precio y la demografía.
Casi nadie en Brasil ha estado pagando un plan de jubilación por el mismo tiempo que yo lo he hecho. La vieja y ajada tarjeta de Seguridad Social en mi billetera no tiene fecha de emisión. Pero la dirección nos dice que debe haber sido emitida antes de que el sistema de código postal haya salido en los sesenta. Debo haberla tenido cuando conseguí mi primer trabajo como acomodador en un cine. Tanto el cine como la profesión han desaparecido, a los catorce años. Eso sería en 1962.
Entonces era un mundo totalmente diferente. Estados Unidos todavía tenía una economía joven, con baja deuda y en pleno crecimiento. La Seguridad Social todavía era solvente. El dólar era apoyado por el oro. La idea de gastos del gobierno financiados por bancos centrales todavía era vista como shockeante y desastrosa. “Imprimir dinero” era considerado como exactamente lo que la Reserva Federal no debía hacer. Si William McChesney Martin, el jefe de la Reserva Federal en los años de Eisenhower, proponía mantener el costo del crédito cerca de cero por más de setenta meses, hubiera sido considerado un lunático.
Pero los años y no la política de la Reserva Federal es lo que importa hoy. Y la principal característica de los años, a diferencia de las políticas de la Reserva Federal, es que pasan sin importar lo que uno crea.
Usted está más cerca del inicio que del final de lo que ha pasado a ser una larga investigación sobre lo que esto significa. De una manera sencilla, significa que los “países viejos”, sus instituciones y sus recursos, al menos aquellos que dependen del crecimiento del crédito, la población y los ingresos, están atados a un animal moribundo y probablemente no sobrevivirán en su forma presente.
Por supuesto, todos saben que nuestros programas de salud y nuestras pensiones públicas se están quedando sin dinero. Pero se ha dicho muy poco sobre cómo el PBI, la deuda, la demografía y los activos se afectan entre ellos.
Esos son los puntos que pretendo conectar hoy. Cuando la imagen esté completa, ustedes verán que Brasil probablemente esté en un mejor lugar para su dinero a largo plazo que lo que lo está Estados Unidos.
Una oportunidad en cada dificultad
La caída de precios de los granos y otros recursos han golpeado duramente la economía de Brasil. La minería, la energía y la agricultura son las industrias más importantes del país.
Incluso el clima se le puso de contra a Brasil. Aunque la épica sequía de San Pablo ha terminado, los industriales y los activistas advierten que nuevas escaseces tal vez sean cuestión de tiempo. Y como gran parte de la energía del país proviene de sus plantas hidroeléctricas, una falta de agua podría inducir a un racionamiento de electricidad.
El crimen es otro peligro, claro. Y también lo es la inflación.
“No te puedes imaginar lo terrible que era”, comenzó a contar un testigo de la hiperinflación de Brasil en los ochenta. “Te pagaban y uno iba inmediatamente a gastar su dinero. Los precios eran una locura, nunca sabías qué esperar. No podías planear, no tenía sentido hacer un presupuesto”, continuó.
“¿Querías hacer una inversión o empezar un negocio? Olvídalo. La economía se caía a pedazos”.
Todos los planes para frenar la inflación fallaron. Predeciblemente, empezaron con un congelamiento de precios.
“Un desastre. En horas, la mercancía había desaparecido de las góndolas de los negocios”, cuenta nuestro testigo.
El índice de precios aumentó aproximadamente 1.6 billones de veces entre 1980 y 1997.
Habrá sido un increíble viaje para los pocos inversores con dinero en el mercado a fines de la década del ochenta.
El índice de referencia Bovespa subió de la nada a aproximadamente 50.000 puntos de hoy… con casi una docena de ceros recortados por el camino. Un inversor habría obtenido una ganancia de casi quince veces su dinero.
Pero hay una gran diferencia. Las acciones de Brasil hoy todavía son baratas.
“Brasil todavía es un mercado emergente”, explicó mi anfitrión Felipe. “Por lo que es lógico que cuando los estadounidenses se vuelvan temerosos, llevan su dinero a los Estados Unidos. Y cuando son codiciosos, vienen acá nuevamente.”
La evidencia muestra que los inversores globales no son especialmente codiciosos. Uno puede comprar la típica acción de Brasil por tan sólo 8.2 veces sus ganancias, como marca Shiller’s CAPE. Eso es un tercio del nivel de los Estados Unidos.
Además del precio, las demográficas de Brasil están a su favor…
Relativamente pocas personas en la Rua Cachoeira pueden recordar la hiperinflación de los ochenta. La mayoría de los que caminan por las calles tienen menos de cuarenta.
La población más vieja del mundo es Japón con una edad media de 44. La edad media de los Estados Unidos es siete años más joven. Y la de Brasil siete años más que la de USA.
Y también es más solvente con un índice de Deuda-PBI del 66% comparada con el 104% en Estados Unidos.
“Brasil tiene una población joven. Queremos hacer dinero, no queremos que el gobierno se ponga en el camino”, dice Felipe.
Luego de la extrema alteración del período ’80-’97, Brasil disfrutó de dos décadas de crecimiento y relativa estabilidad. La nueva moneda de Fernando Cardoso era firme. La economía todavía estaba floreciente cuando asumió Lula da Silva.
“Lula era inteligente. A él le gustaba la izquierda y gastaba más dinero pero dejó la economía en funcionamiento. Para el 2010 la tasa de desempleo había bajado a apenas el 5%”, me dice Felipe.
Dilma Rousseff era menos inteligente o menos competente, depende de con quién hables. Indiscutidamente, ella movió la economía hacia un capitalismo más orientado a los amigos. Los préstamos del gobierno crecieron. Los programas sociales se volvieron más caros. Ahora, el déficit está cerca del 11% del PBI. El déficit de cuenta corriente es 3%. Juntos es un 14% déficit.
“Dilma es fundamentalmente una Keynesiana”, concluye Felipe. “Ella estimuló la economía, aunque el desempleo era sólo del 6%. Los gastos del gobierno subieron a un 20% del PBI y la inflación de los precios ha subido a un 10%.”
Pero ahora, Dilma está afuera mientras la legislatura revisa su impeachment.Ocupando su lugar con lo que promete ser un gobierno más amable con los mercados está su ex vicepresidente, ahora presidente, Michel Temer.
Rodolfo Amstalden, uno de nuestros mejores analistas en Brasil nos da su punto vista local: “Temer tiene la oportunidad de producir gigantescas ganancias económicas con sólo unos pocos pasos, incluso en un período corto”.
Apúrese y espere
Para un brasilero, Felipe y su equipo creen que saben exactamente qué hacer: comprar un bono ajustado por la inflación que rinde un 6,3% anual. Para un extranjero, existe el riesgo adicional, el riesgo de la moneda, una devaluación.
“¿Entonces qué deberían hacer mis lectores?”, pregunté.
“Espera. La actual es una situación similar a lo que enfrentó Paul Volcker en Estados Unidos en 1980. Tenías una tasa de inflación del 13% y Volcker debía ponerla bajo control. Fue extremadamente impopular en esa época”.
“Pero Reagan permaneció con él y logró cambiarlo. A partir de allí tuviste el mercado alcista más grande de la historia… empezando con precios de acciones de apenas cinco veces sus ganancias en 1982 y llegando a 43 veces las ganancias en 1999. Ese era el momento de entrar y quedarse.”
“Es casi imposible que eso se repita hoy en los Estados Unidos. Necesitas unas altas tasas de interés y bajos precios de acciones para que funcione. Y eso lo tenemos en Brasil”.
Atentamente,
Bill - Publicado en el Inversor Global - Enviado por mail
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