Por el Lic. Jorge Ingaramo.
En marzo de 2014, trascendieron los primeros papers en torno a lo que después se llamaría la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión, cuyas siglas en inglés son TTIP, o el Área de Libre Comercio Transatlántico (TLC), entre la Unión Europea y los Estados Unidos.
El gobierno estadounidense siempre consideró a esta asociación como un complemento de su Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica.
Es sabido que la presencia de China en las cadenas de valor de los Estados Unidos y la Unión Europea, es muy baja. Por su parte, el comercio entre empresas multinacionales de Occidente, (buena parte de él, intra-industrial), cuenta con programas de acceso a mercados que se ven facilitados por dichas asociaciones comerciales.
Naturalmente, la escala continental de estos "acuerdos" es motivo más que suficiente para evitar la duplicación de inversiones y lograr ahorros de escala, que tienden a ser competitivos con los que se observan en la "mega-fábrica" china, que concentra en sus establecimientos industriales integradores, insumos provistos (sobre todo en las cadenas intra-industriales), por socios asiáticos. China invierte en "países-fuente" de materias primas y combustibles (América Latina o África) e inunda el mundo con sus manufacturas.
Las reacciones de los países desarrollados de Occidente ante China, no son insignificantes. Toman el aspecto de una reacción tardía ante la invasión que ya se verifica en la mayor parte de los mercados de productos industriales, inclusive aquellos de media y alta tecnología, en los cuales hace 15 años China prácticamente no participaba.
Para los países de América Latina, que se han beneficiado de modelos extractivistas, basados en la exportación de recursos naturales y han aprovechado el boom de las commodities entre 2006 y 2013, la discusión comercial no pareció demasiado relevante. MERCOSUR, UNASUR o CELAC son más bien Foros de Política anti-USA, muy poco "Maduros". ¡Ay, Hugo!.
Cuatro países del Pacífico armaron su Alianza de Libre Comercio, que no fue mucho más que superponer los Acuerdos que cada uno de ellos tenía con otros de extra-Región y agrandar el tamaño del mercado local, para que los inversores (con los que algunos de ellos tuviese acuerdos), pudieran elegir la localización óptima de sus nuevos proyectos.
Por otra parte, México avanzó con el sistema industrial de maquila y otros complementos menores en su integración con el gigante del Norte, a través del NAFTA. Pero hete aquí que se encontró con la ingrata sorpresa de la aparición de China, complicándole la vida sobremanera. Lo propio ocurrió -en los últimos años- con la industria brasilera que se había organizado para vender productos industriales en los Estados Unidos, aprovechando las libertades consentidas para el acceso a su mercado (en permanente déficit comercial).
El otrora exitoso MERCOSUR, que se fue transformando en un foro político "menor" al creado por UNASUR, no avanzó lo suficiente como para contrarrestar los logros de escala y competitividad obtenidos por los países del Pacífico y, ni hablar, por los de Asia, y encima sufrió una clara afectación (perjuicio), que aún continúa, por las incorrectas decisiones de incorporar a Venezuela y suspender a Paraguay, en ambos casos por razones más políticas que comerciales.
Pese a que el boom de las commodities se agotara en 2013, el año 2010 fue el último de evidente crecimiento en Brasil. Quiere decir que éste concluyó con la presidencia de Lula. De alguna manera, el sector industrial brasileño ya lleva cuatro años, en que recibe múltiples agresiones, principalmente asiáticas, en sus mercados de exportación y no encuentra la forma de resolver el acceso a mercados, que le permitan una fuente sostenible de crecimiento y de localización de inversiones y creación de empleos. En otras palabras, a Brasil el MERCOSUR le sirve muy poco, sobre todo en términos comerciales. Pero, no lo afecta demasiado a la hora de la radicación de las pocas inversiones, ya que el tamaño de su mercado (cuatro veces el nuestro) siempre lo favorecerá, como ha ocurrido claramente en el caso del sector de autopartes.
Su relación con La Argentina se complicó (y mucho) desde la vigencia del cepo cambiario en nuestro país (también cuatro años de espera, con más de un "afloje").
La Cumbre UE-CELAC.
La semana pasada tuvo lugar una Cumbre en Bruselas, en la que participaron Jefes de Estado de la Unión Europea y América Latina y el Caribe (UE-CELAC). Dilma concurrió a ella, con el preciso objetivo de dinamizar las negociaciones entre la Unión Europea y el MERCOSUR y produjo anuncios interesantes.
Recordemos que, en diciembre de 1995, los países del MERCOSUR y la U.E. firmaron el Acuerdo Marco Interregional (AMI), por el cual se comprometían a iniciar el intercambio de listas de productos, a fin de dinamizar el comercio fuertemente trabado por la, entonces vigorosa, Política Agrícola Común (PAC). Poco y nada ocurrió hasta que en 2010 hubo un relanzamiento de la iniciativa, a la vista de que la Unión Europea ya había firmado Acuerdos de Libre comercio con, entre otros México y Chile, de trámite muy rápido e inmediata puesta en vigencia, siempre con el debido respeto a las llamadas "listas de excepciones".
Se sabe que ningún Acuerdo de Libre Comercio incluye todos los productos, ni entra en vigencia el mismo día, para todos ellos. Pero de allí a que ningún producto se negocie, hay un paso muy grande, sobre todo cuando los accesos al mercado, en los últimos 20 años, están vinculados a lo que se dio en llamar el bilateralismo (a veces más que dos), en respuesta al fracaso del multilateralismo, asociado al "parate" de la Ronda de Doha, de la W.T.O.
En vista de ello y de la relativa impaciencia de Brasil por avanzar, por lo menos con la Unión Europea, Dilma se reunió con Tabaré, dando la idea de un posible Acuerdo por la estrecha vía de un MERCOSUR "a dos velocidades".
Ambos países acordaron una fuerte presión diplomática, que nuestro Canciller Timerman soportó como pudo. Las declaraciones de Rousseff han sido más que claras: "Mercosur pretende hacer su propuesta y queremos saber si la Unión Europea está preparada para ello".
La cuestión de la represión y los presos políticos en Venezuela se interpuso a nivel diplomático, del mismo modo que el adusto rostro de nuestro Canciller bloqueó la diplomacia comercial de nuestros socios, hasta donde pudo.
Una Ministra de Dilma (Agricultura, preocupada por el revival de la PAC) insinuó que en julio habría intercambio de listas de ofertas, mientras que en declaraciones públicas su Presidenta sostenía que "no pierdo la paciencia con Argentina".
Finalmente, se terminó desestimando la posibilidad de un MERCOSUR a dos velocidades, en materia de negociaciones con la U.E. y se acordó que recién en el último trimestre del año habría listas, con lo cual se agranda el trabajo de la diplomacia de Itamaraty, para convencer a La Argentina de que hay que avanzar a este respecto. Mientras tanto, visiblemente, la Presidenta Kirchner no tiene ningún interés en abrir este debate, en medio de una campaña electoral. El comunicado oficial de la Cancillería argentina dice que "no hay que sujetarse a fechas".
En síntesis, Brasil ha resuelto presionar firmemente al MERCOSUR (incluso un Ministro ha sostenido que hay que permitir a cada país socio, efectuar negociaciones individuales), es decir a La Argentina, para resolver el problema de la competitividad industrial que, si bien se ha visto favorecida por la clara devaluación del Real en términos del Dólar, aún no ha logrado ventajas para acceder a la Unión Europea, ya que el Euro también ha perdido valor (aunque menos que divisa brasilera).
Seguramente la Federación Industrial de San Pablo estará tomando nota de las eventuales dificultades que acarrearía una negociación frustrada en el marco del MERCOSUR y las estará comparando con el inventario de problemas que le ha traído la presencia competitiva de China en activos mercados de sus exportaciones industriales.
Como el comercio con La Argentina también ha declinado, tarde o temprano la fuerza de los hechos se irá imponiendo. Queda claro que si los Acuerdos Comerciales y de Inversión entre la Unión Europea y los Estados Unidos fueran más rápido que los del MERCOSUR con la U.E., los problemas de la cadena de valor industrial brasilera, se irán profundizando por más que la devaluación proteja su "quieto" mercado interno.
El modelo industrial brasilero ha tardado por lo menos cinco años en reaccionar, a la re-primarización de su economía y a las acechanzas chinas en materia industrial. Seguramente, no querrán demorar otros cinco años en encontrar, ya no la solución sino, al menos, los atenuantes a su visible pérdida de posición relativa.
El gobierno estadounidense siempre consideró a esta asociación como un complemento de su Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica.
Es sabido que la presencia de China en las cadenas de valor de los Estados Unidos y la Unión Europea, es muy baja. Por su parte, el comercio entre empresas multinacionales de Occidente, (buena parte de él, intra-industrial), cuenta con programas de acceso a mercados que se ven facilitados por dichas asociaciones comerciales.
Naturalmente, la escala continental de estos "acuerdos" es motivo más que suficiente para evitar la duplicación de inversiones y lograr ahorros de escala, que tienden a ser competitivos con los que se observan en la "mega-fábrica" china, que concentra en sus establecimientos industriales integradores, insumos provistos (sobre todo en las cadenas intra-industriales), por socios asiáticos. China invierte en "países-fuente" de materias primas y combustibles (América Latina o África) e inunda el mundo con sus manufacturas.
Las reacciones de los países desarrollados de Occidente ante China, no son insignificantes. Toman el aspecto de una reacción tardía ante la invasión que ya se verifica en la mayor parte de los mercados de productos industriales, inclusive aquellos de media y alta tecnología, en los cuales hace 15 años China prácticamente no participaba.
Para los países de América Latina, que se han beneficiado de modelos extractivistas, basados en la exportación de recursos naturales y han aprovechado el boom de las commodities entre 2006 y 2013, la discusión comercial no pareció demasiado relevante. MERCOSUR, UNASUR o CELAC son más bien Foros de Política anti-USA, muy poco "Maduros". ¡Ay, Hugo!.
Cuatro países del Pacífico armaron su Alianza de Libre Comercio, que no fue mucho más que superponer los Acuerdos que cada uno de ellos tenía con otros de extra-Región y agrandar el tamaño del mercado local, para que los inversores (con los que algunos de ellos tuviese acuerdos), pudieran elegir la localización óptima de sus nuevos proyectos.
Por otra parte, México avanzó con el sistema industrial de maquila y otros complementos menores en su integración con el gigante del Norte, a través del NAFTA. Pero hete aquí que se encontró con la ingrata sorpresa de la aparición de China, complicándole la vida sobremanera. Lo propio ocurrió -en los últimos años- con la industria brasilera que se había organizado para vender productos industriales en los Estados Unidos, aprovechando las libertades consentidas para el acceso a su mercado (en permanente déficit comercial).
El otrora exitoso MERCOSUR, que se fue transformando en un foro político "menor" al creado por UNASUR, no avanzó lo suficiente como para contrarrestar los logros de escala y competitividad obtenidos por los países del Pacífico y, ni hablar, por los de Asia, y encima sufrió una clara afectación (perjuicio), que aún continúa, por las incorrectas decisiones de incorporar a Venezuela y suspender a Paraguay, en ambos casos por razones más políticas que comerciales.
Pese a que el boom de las commodities se agotara en 2013, el año 2010 fue el último de evidente crecimiento en Brasil. Quiere decir que éste concluyó con la presidencia de Lula. De alguna manera, el sector industrial brasileño ya lleva cuatro años, en que recibe múltiples agresiones, principalmente asiáticas, en sus mercados de exportación y no encuentra la forma de resolver el acceso a mercados, que le permitan una fuente sostenible de crecimiento y de localización de inversiones y creación de empleos. En otras palabras, a Brasil el MERCOSUR le sirve muy poco, sobre todo en términos comerciales. Pero, no lo afecta demasiado a la hora de la radicación de las pocas inversiones, ya que el tamaño de su mercado (cuatro veces el nuestro) siempre lo favorecerá, como ha ocurrido claramente en el caso del sector de autopartes.
Su relación con La Argentina se complicó (y mucho) desde la vigencia del cepo cambiario en nuestro país (también cuatro años de espera, con más de un "afloje").
La Cumbre UE-CELAC.
La semana pasada tuvo lugar una Cumbre en Bruselas, en la que participaron Jefes de Estado de la Unión Europea y América Latina y el Caribe (UE-CELAC). Dilma concurrió a ella, con el preciso objetivo de dinamizar las negociaciones entre la Unión Europea y el MERCOSUR y produjo anuncios interesantes.
Recordemos que, en diciembre de 1995, los países del MERCOSUR y la U.E. firmaron el Acuerdo Marco Interregional (AMI), por el cual se comprometían a iniciar el intercambio de listas de productos, a fin de dinamizar el comercio fuertemente trabado por la, entonces vigorosa, Política Agrícola Común (PAC). Poco y nada ocurrió hasta que en 2010 hubo un relanzamiento de la iniciativa, a la vista de que la Unión Europea ya había firmado Acuerdos de Libre comercio con, entre otros México y Chile, de trámite muy rápido e inmediata puesta en vigencia, siempre con el debido respeto a las llamadas "listas de excepciones".
Se sabe que ningún Acuerdo de Libre Comercio incluye todos los productos, ni entra en vigencia el mismo día, para todos ellos. Pero de allí a que ningún producto se negocie, hay un paso muy grande, sobre todo cuando los accesos al mercado, en los últimos 20 años, están vinculados a lo que se dio en llamar el bilateralismo (a veces más que dos), en respuesta al fracaso del multilateralismo, asociado al "parate" de la Ronda de Doha, de la W.T.O.
En vista de ello y de la relativa impaciencia de Brasil por avanzar, por lo menos con la Unión Europea, Dilma se reunió con Tabaré, dando la idea de un posible Acuerdo por la estrecha vía de un MERCOSUR "a dos velocidades".
Ambos países acordaron una fuerte presión diplomática, que nuestro Canciller Timerman soportó como pudo. Las declaraciones de Rousseff han sido más que claras: "Mercosur pretende hacer su propuesta y queremos saber si la Unión Europea está preparada para ello".
La cuestión de la represión y los presos políticos en Venezuela se interpuso a nivel diplomático, del mismo modo que el adusto rostro de nuestro Canciller bloqueó la diplomacia comercial de nuestros socios, hasta donde pudo.
Una Ministra de Dilma (Agricultura, preocupada por el revival de la PAC) insinuó que en julio habría intercambio de listas de ofertas, mientras que en declaraciones públicas su Presidenta sostenía que "no pierdo la paciencia con Argentina".
Finalmente, se terminó desestimando la posibilidad de un MERCOSUR a dos velocidades, en materia de negociaciones con la U.E. y se acordó que recién en el último trimestre del año habría listas, con lo cual se agranda el trabajo de la diplomacia de Itamaraty, para convencer a La Argentina de que hay que avanzar a este respecto. Mientras tanto, visiblemente, la Presidenta Kirchner no tiene ningún interés en abrir este debate, en medio de una campaña electoral. El comunicado oficial de la Cancillería argentina dice que "no hay que sujetarse a fechas".
En síntesis, Brasil ha resuelto presionar firmemente al MERCOSUR (incluso un Ministro ha sostenido que hay que permitir a cada país socio, efectuar negociaciones individuales), es decir a La Argentina, para resolver el problema de la competitividad industrial que, si bien se ha visto favorecida por la clara devaluación del Real en términos del Dólar, aún no ha logrado ventajas para acceder a la Unión Europea, ya que el Euro también ha perdido valor (aunque menos que divisa brasilera).
Seguramente la Federación Industrial de San Pablo estará tomando nota de las eventuales dificultades que acarrearía una negociación frustrada en el marco del MERCOSUR y las estará comparando con el inventario de problemas que le ha traído la presencia competitiva de China en activos mercados de sus exportaciones industriales.
Como el comercio con La Argentina también ha declinado, tarde o temprano la fuerza de los hechos se irá imponiendo. Queda claro que si los Acuerdos Comerciales y de Inversión entre la Unión Europea y los Estados Unidos fueran más rápido que los del MERCOSUR con la U.E., los problemas de la cadena de valor industrial brasilera, se irán profundizando por más que la devaluación proteja su "quieto" mercado interno.
El modelo industrial brasilero ha tardado por lo menos cinco años en reaccionar, a la re-primarización de su economía y a las acechanzas chinas en materia industrial. Seguramente, no querrán demorar otros cinco años en encontrar, ya no la solución sino, al menos, los atenuantes a su visible pérdida de posición relativa.
ENVIADO POR ARTURO NAVARRO- http://www.arturonavarro.com.ar/
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