El 10 de diciembre asumirá en nuestro país un nuevo gobierno. Los ciudadanos decidirán si el triunfante es el oficialismo, representado por Daniel Scioli, quien acaba de definir una fórmula que garantiza la continuidad del kirchnerismo, o la oposición, representada por Mauricio Macri, el mejor ubicado en las encuestas para ese sector.
Sin embargo, lo que ni los ciudadanos ni el nuevo presidente podrán decidir será la herencia que recibirán de la saliente administración Kirchner. Tal como detallamos in extenso en nuestro informe especial “Los archivos desclasificados de Argentina”, el gobierno que se va deja una serie de problemas graves que se deben resolver cuanto antes. Entre ellos:
El déficit fiscal. El año pasado llegó al 5,3% del PBI y se espera que este año represente el 7,0%, su nivel más elevado desde 2001.
La inflación. La inflación en Argentina es, incluso de acuerdo con el INDEC, cinco veces el promedio mundial y en septiembre se cumplirán 10 años de inflación de dos dígitos.
El cepo cambiario. El control de cambios no evitó la devaluación del peso ni la pérdida de reservas, pero si colaboró reduciendo la competitividad y los incentivos a invertir.
Las instituciones. No hay ránking internacional de respeto por las instituciones y los límites al poder en que el país no haya mostrado un deterioro en estos años.
Esta combinación de malas políticas económicas nos han relegado a la cola del mundo, con una inversión extranjera que llega en cuenta gotas, unas tasas de interés propias de países de frontera y una economía que no crece hace 4 años.
Frente a este panorama uno podría cargar todas las tintas contra el kirchnerismo. Sin embargo, este no debe ser juzgado de manera aislada. Después de todo, Argentina arrastra ya 85 años de decadencia. El kirchnerismo es, simplemente, una nueva etapa en este proceso de deterioro.
La afirmación no es arbitraria. El camino de la decadencia es el que se desprende de observar la relación entre nuestra riqueza per cápita y la de 12 de los países más importantes del continente europeo. Lo que se observa en el gráfico es que por muchos años nuestro ingreso anual medido en dólares osciló entre un 80% y un 120% de aquél de los países desarrollados de Europa. Sin embargo, esa paridad cayó hoy a cerca del 40%, con lo que hoy un argentino gana menos de la mitad de lo que gana un europeo en un año
¿Qué nos pasó?
La crisis del ’30 fue un duro golpe para la economía mundial. En nuestro país produjo dos efectos. El efecto de corto plazo fue el desplome de las exportaciones, producto del freno a las compras desde los centros principales que ahora se volcaban al proteccionismo. A más largo plazo, los efectos serían aún peores. Es que en ese período se instaló en Argentina el encanto de las soluciones fáciles, el populismo y la demagogia, de la mano del primer golpe de estado exitoso, a cargo de José Félix Uriburu. El golpe del ’30 dio paso a la presidencia de Agustín P. Justo, que implementó a nivel local las políticas económicas del New Deal de Estados Unidos, que proponían el gasto deficitario como solución a la crisis.
Así, no solo se incrementaron el gasto público y el déficit sino que también lo hizo la participación del estado en la vida económica del país. En 1931, por decreto, se instaló el primer control de cambios de la historia. Al año siguiente se decretó el establecimiento del “impuesto a los réditos”, un supuesto impuesto de emergencia que todavía hoy está vigente con el nombre de “impuesto a las ganancias”. Por último, en 1935 se creó el Banco Central y se eliminó la convertibilidad con el oro.
El peronismo de la década del ’40 solo se limitó a “profundizar el modelo” iniciado en los ’30. Y las consecuencias se empezaron a sentir. El gobierno de Perón fue el primero en llevar la inflación por encima del 50% anual. Acto seguido, decretó precios máximos, creó “tribunales contra la especulación” y, finalmente, estatizó el Banco Central en 1946 junto con la totalidad del sistema bancario. Por otro lado, durante su gobierno se crearon 17 organismos públicos entre cámaras, comisiones, consejos y empresas estatales. Además, se estatizaron las telecomunicaciones y se expropiaron numerosas compañías privadas.
La excesiva importancia asignada al rol del estado resultó en una economía poco dinámica y en años de déficit fiscales crónicos, con sus consecuentes deudas impagables e inflaciones demoledoras. Desde el año 1975 nuestro país padece crisis recurrentes cada 10 años. Entre estas puede mencionarse el “Rodrigazo”, la hiperinflación, el fin de la convertibilidad y la estanflación en que vivimos ahora. La consecuencia sobre los niveles de pobreza es clara. A principios de la década del ’70 la pobreza afectaba solamente al 3% de la población. Hoy no baja del 25%.
Más allá de quién gane las elecciones en octubre, si no se modifica radicalmente el modelo inaugurado en la década del ’30 y profundizado por el peronismo y los gobiernos posteriores a él, no podemos esperar una recuperación verdadera.
Tenemos que prepararnos, porque mantener este statu quo, significa mantener la decadencia, sembrando el camino para una nueva gran crisis.
Un saludo, Iván.
FUENTE: Publicado en Inversor Global . Newsletter semanal . Eviado por mail
Sin embargo, lo que ni los ciudadanos ni el nuevo presidente podrán decidir será la herencia que recibirán de la saliente administración Kirchner. Tal como detallamos in extenso en nuestro informe especial “Los archivos desclasificados de Argentina”, el gobierno que se va deja una serie de problemas graves que se deben resolver cuanto antes. Entre ellos:
El déficit fiscal. El año pasado llegó al 5,3% del PBI y se espera que este año represente el 7,0%, su nivel más elevado desde 2001.
La inflación. La inflación en Argentina es, incluso de acuerdo con el INDEC, cinco veces el promedio mundial y en septiembre se cumplirán 10 años de inflación de dos dígitos.
El cepo cambiario. El control de cambios no evitó la devaluación del peso ni la pérdida de reservas, pero si colaboró reduciendo la competitividad y los incentivos a invertir.
Las instituciones. No hay ránking internacional de respeto por las instituciones y los límites al poder en que el país no haya mostrado un deterioro en estos años.
Esta combinación de malas políticas económicas nos han relegado a la cola del mundo, con una inversión extranjera que llega en cuenta gotas, unas tasas de interés propias de países de frontera y una economía que no crece hace 4 años.
Frente a este panorama uno podría cargar todas las tintas contra el kirchnerismo. Sin embargo, este no debe ser juzgado de manera aislada. Después de todo, Argentina arrastra ya 85 años de decadencia. El kirchnerismo es, simplemente, una nueva etapa en este proceso de deterioro.
La afirmación no es arbitraria. El camino de la decadencia es el que se desprende de observar la relación entre nuestra riqueza per cápita y la de 12 de los países más importantes del continente europeo. Lo que se observa en el gráfico es que por muchos años nuestro ingreso anual medido en dólares osciló entre un 80% y un 120% de aquél de los países desarrollados de Europa. Sin embargo, esa paridad cayó hoy a cerca del 40%, con lo que hoy un argentino gana menos de la mitad de lo que gana un europeo en un año
¿Qué nos pasó?
La crisis del ’30 fue un duro golpe para la economía mundial. En nuestro país produjo dos efectos. El efecto de corto plazo fue el desplome de las exportaciones, producto del freno a las compras desde los centros principales que ahora se volcaban al proteccionismo. A más largo plazo, los efectos serían aún peores. Es que en ese período se instaló en Argentina el encanto de las soluciones fáciles, el populismo y la demagogia, de la mano del primer golpe de estado exitoso, a cargo de José Félix Uriburu. El golpe del ’30 dio paso a la presidencia de Agustín P. Justo, que implementó a nivel local las políticas económicas del New Deal de Estados Unidos, que proponían el gasto deficitario como solución a la crisis.
Así, no solo se incrementaron el gasto público y el déficit sino que también lo hizo la participación del estado en la vida económica del país. En 1931, por decreto, se instaló el primer control de cambios de la historia. Al año siguiente se decretó el establecimiento del “impuesto a los réditos”, un supuesto impuesto de emergencia que todavía hoy está vigente con el nombre de “impuesto a las ganancias”. Por último, en 1935 se creó el Banco Central y se eliminó la convertibilidad con el oro.
El peronismo de la década del ’40 solo se limitó a “profundizar el modelo” iniciado en los ’30. Y las consecuencias se empezaron a sentir. El gobierno de Perón fue el primero en llevar la inflación por encima del 50% anual. Acto seguido, decretó precios máximos, creó “tribunales contra la especulación” y, finalmente, estatizó el Banco Central en 1946 junto con la totalidad del sistema bancario. Por otro lado, durante su gobierno se crearon 17 organismos públicos entre cámaras, comisiones, consejos y empresas estatales. Además, se estatizaron las telecomunicaciones y se expropiaron numerosas compañías privadas.
La excesiva importancia asignada al rol del estado resultó en una economía poco dinámica y en años de déficit fiscales crónicos, con sus consecuentes deudas impagables e inflaciones demoledoras. Desde el año 1975 nuestro país padece crisis recurrentes cada 10 años. Entre estas puede mencionarse el “Rodrigazo”, la hiperinflación, el fin de la convertibilidad y la estanflación en que vivimos ahora. La consecuencia sobre los niveles de pobreza es clara. A principios de la década del ’70 la pobreza afectaba solamente al 3% de la población. Hoy no baja del 25%.
Más allá de quién gane las elecciones en octubre, si no se modifica radicalmente el modelo inaugurado en la década del ’30 y profundizado por el peronismo y los gobiernos posteriores a él, no podemos esperar una recuperación verdadera.
Tenemos que prepararnos, porque mantener este statu quo, significa mantener la decadencia, sembrando el camino para una nueva gran crisis.
Un saludo, Iván.
FUENTE: Publicado en Inversor Global . Newsletter semanal . Eviado por mail
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