Hoy es mi primer día en la oficina de Buenos Aires después de haber asistido a una reunión de trabajo en las afueras de París. Desde allí, terminamos de pulir los últimos detalles del nuevo servicio de análisis económico de Inversor Global: El Diario del Lunes, a cargo de quien escribe estas líneas, y el cual te invito a conocer haciendo clic en el link.
Pero dejame contarte algunas cosas que me quedaron marcadas del viaje a Francia. Las diferencias entre Francia y Argentina son notables. A contramano de lo que opinan la presidenta o Aníbal Fernández, los países europeos tienen un nivel de vida envidiable. La pobreza, tal como la conocemos en nuestro país, no existe. Claro que hay gente que tiene ingresos bajos en comparación con la media, pero con ese ingreso tienen acceso a una calidad de vida con la que muchos aquí apenas pueden soñar. Una situación lamentable, especialmente cuando hubo una época en que eran los europeos los que venían a nuestras costas en busca de un destino mejor.
Sin embargo, a pesar de las diferencias, hay algo en lo que Argentina y Francia se parecen. Ambos gobiernos le declararon la guerra al dinero en efectivo.
Recientemente, el presidente del Banco Central de la República Argentina, Alejandro Vanoli, afirmó que en su institución trabajan para “reducir el uso del dinero físico”. Esta política bien podría provenir del Ministerio de Economía de Francia, que en septiembre reducirá el tope máximo legal de pago en efectivo desde los EUR 3.000 de hoy hasta solo EUR 1.000. No contentos con esto, si cualquier cliente bancario decide retirar más de EUR 10.000 de su cuenta, entonces el banco deberá reportar la transacción a la TRACFIN, la autoridad de lavado de dinero francesa, análoga de nuestra UIF (Unidad de Información Financiera).
Los supuestos beneficios de eliminar el uso de dinero en efectivo son la lucha contra el crimen, el terrorismo y el narcotráfico, ya que estos “negocios” son intensivos en el uso de cash.
Sin embargo, los motivos reales son otros. En primer lugar, lo que buscanlos gobiernos es aumentar la recaudación. Con una economía totalmente bancarizada, la evasión de impuestos es mucho más difícil, mientras que el control centralizado es mucho más fácil. De conseguir el objetivo, los gobiernos podrán seguir con sus políticas de gasto público sin control, ya que podrán subir los impuestos sin el riesgo de incrementar la evasión.
Otro de los motivos es que una bancarización total de la economía facilitaría las políticas de “estímulo al consumo” de los bancos centrales, ya que estos podrían imponer penas al atesoramiento (en la forma de tasas de interés negativas), sin arriesgarse a generar una fuga de depósitos. Sería el paraíso de los keynesianos, que desprecian el ahorro y adoran el consumo.
Sin embargo, acceder a este pedido implicaría reconocer el nivel de inflación que tiene el país, que se encuentra entre los más elevados del mundo. Pero como el gobierno no quiere hacerlo, opta por sumarse a esta nueva moda mundial. No emitimos billetes mayores, se argumenta, porque queremos que la gente se bancarice.El dato llamativo es que en Argentina el motivo fundamental para librar la guerra contra el dinero en efectivo no es ni remotamente cercano a ninguno de los anteriores. En realidad, lo que sucede aquí es que el dinero en efectivo es cada vez más incómodo de usar debido a que el billete de máxima denominación (de ARS 100) pierde poder de compra día a día, por lo que se hace necesario llevar en la billetera cantidades cada vez mayores. Frente a esto, el pedido de muchos sectores es que se imprima un billete de mayor denominación (digamos, de ARS 500 o ARS 1000), para facilitar las operaciones económicas de los ciudadanos.
Lo más interesante de todo es que uno de los principales exponentes del equipo económico de la oposición, el economista Federico Sturzenneger, respalda al Gobierno en esta iniciativa. De hecho, hace poco, en un artículo publicado en La Nación, pidió expresamente, no solo que no se emitieran billetes de ARS 500, sino que se eliminaran todos los billetes, para dificultar las transacciones de la “economía informal”.
Como puede observarse, la guerra contra el efectivo es universal y se nutre de las más diversas justificaciones posibles. Desde la lucha contra el narcotráfico y la inseguridad hasta el combate contra la economía informal y, por último, el torpe intento de ocultar la inflación.
Pero todas estas justificaciones son absurdas. Si se quiere combatir la inseguridad, el camino no es que no haya efectivo en las calles para robar, sino que la ley se haga cumplir y el gobierno proteja con eficacia y eficiencia los derechos de propiedad de las personas. Por otro lado, si se quiere bajar la informalidad de la economía, debería probarse primero reduciendo las regulaciones leoninas y la presión tributaria récord que tenemos en el país, no complicando aún más la vida diaria de las personas.
La guerra contra el efectivo es una nueva artimaña de los gobiernos para avanzar sobre los espacios de libertad de la ciudadanía. Tal como ya lo anticipó Federico Tessore en su comentada Presentación que realizó ayer, el Gobierno argentino es experto en esta materia y no va a desaprovechar la oportunidad. Así que mantengámonos alerta.
Saludos, Iván.
Pero dejame contarte algunas cosas que me quedaron marcadas del viaje a Francia. Las diferencias entre Francia y Argentina son notables. A contramano de lo que opinan la presidenta o Aníbal Fernández, los países europeos tienen un nivel de vida envidiable. La pobreza, tal como la conocemos en nuestro país, no existe. Claro que hay gente que tiene ingresos bajos en comparación con la media, pero con ese ingreso tienen acceso a una calidad de vida con la que muchos aquí apenas pueden soñar. Una situación lamentable, especialmente cuando hubo una época en que eran los europeos los que venían a nuestras costas en busca de un destino mejor.
Sin embargo, a pesar de las diferencias, hay algo en lo que Argentina y Francia se parecen. Ambos gobiernos le declararon la guerra al dinero en efectivo.
Recientemente, el presidente del Banco Central de la República Argentina, Alejandro Vanoli, afirmó que en su institución trabajan para “reducir el uso del dinero físico”. Esta política bien podría provenir del Ministerio de Economía de Francia, que en septiembre reducirá el tope máximo legal de pago en efectivo desde los EUR 3.000 de hoy hasta solo EUR 1.000. No contentos con esto, si cualquier cliente bancario decide retirar más de EUR 10.000 de su cuenta, entonces el banco deberá reportar la transacción a la TRACFIN, la autoridad de lavado de dinero francesa, análoga de nuestra UIF (Unidad de Información Financiera).
Los supuestos beneficios de eliminar el uso de dinero en efectivo son la lucha contra el crimen, el terrorismo y el narcotráfico, ya que estos “negocios” son intensivos en el uso de cash.
Sin embargo, los motivos reales son otros. En primer lugar, lo que buscanlos gobiernos es aumentar la recaudación. Con una economía totalmente bancarizada, la evasión de impuestos es mucho más difícil, mientras que el control centralizado es mucho más fácil. De conseguir el objetivo, los gobiernos podrán seguir con sus políticas de gasto público sin control, ya que podrán subir los impuestos sin el riesgo de incrementar la evasión.
Otro de los motivos es que una bancarización total de la economía facilitaría las políticas de “estímulo al consumo” de los bancos centrales, ya que estos podrían imponer penas al atesoramiento (en la forma de tasas de interés negativas), sin arriesgarse a generar una fuga de depósitos. Sería el paraíso de los keynesianos, que desprecian el ahorro y adoran el consumo.
Sin embargo, acceder a este pedido implicaría reconocer el nivel de inflación que tiene el país, que se encuentra entre los más elevados del mundo. Pero como el gobierno no quiere hacerlo, opta por sumarse a esta nueva moda mundial. No emitimos billetes mayores, se argumenta, porque queremos que la gente se bancarice.El dato llamativo es que en Argentina el motivo fundamental para librar la guerra contra el dinero en efectivo no es ni remotamente cercano a ninguno de los anteriores. En realidad, lo que sucede aquí es que el dinero en efectivo es cada vez más incómodo de usar debido a que el billete de máxima denominación (de ARS 100) pierde poder de compra día a día, por lo que se hace necesario llevar en la billetera cantidades cada vez mayores. Frente a esto, el pedido de muchos sectores es que se imprima un billete de mayor denominación (digamos, de ARS 500 o ARS 1000), para facilitar las operaciones económicas de los ciudadanos.
Lo más interesante de todo es que uno de los principales exponentes del equipo económico de la oposición, el economista Federico Sturzenneger, respalda al Gobierno en esta iniciativa. De hecho, hace poco, en un artículo publicado en La Nación, pidió expresamente, no solo que no se emitieran billetes de ARS 500, sino que se eliminaran todos los billetes, para dificultar las transacciones de la “economía informal”.
Como puede observarse, la guerra contra el efectivo es universal y se nutre de las más diversas justificaciones posibles. Desde la lucha contra el narcotráfico y la inseguridad hasta el combate contra la economía informal y, por último, el torpe intento de ocultar la inflación.
Pero todas estas justificaciones son absurdas. Si se quiere combatir la inseguridad, el camino no es que no haya efectivo en las calles para robar, sino que la ley se haga cumplir y el gobierno proteja con eficacia y eficiencia los derechos de propiedad de las personas. Por otro lado, si se quiere bajar la informalidad de la economía, debería probarse primero reduciendo las regulaciones leoninas y la presión tributaria récord que tenemos en el país, no complicando aún más la vida diaria de las personas.
La guerra contra el efectivo es una nueva artimaña de los gobiernos para avanzar sobre los espacios de libertad de la ciudadanía. Tal como ya lo anticipó Federico Tessore en su comentada Presentación que realizó ayer, el Gobierno argentino es experto en esta materia y no va a desaprovechar la oportunidad. Así que mantengámonos alerta.
Saludos, Iván.
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