Parece que el mundo económico ha adquirido una visión fotográfica de los acontecimientos mundiales.
No parece tener en cuenta la famosa frase de que “Todo tiene que ver con todo”.
Siendo que en realidad, como en el cuento de Ray Bradbury, el “efecto mariposa”, verdaderamente existe.
Para eso la humanidad se toma el trabajo de recopilar información y dejarla anotada en alguna parte. Es lo que llamamos “HISTORIA”.
Si no fuese así, dejaría de tener sentido su recopilación.
Es que los hechos, en el mundo, siempre están ligados entre si, siendo unos causa y otros, efectos.
Los efectos, a su vez son causa de otros cambios. Tener una visión “estanca”, es ingenuamente peligrosa para la política económica y social de un país.
La baja del precio del petróleo crudo, una vez determinada como una baja permanente, obliga a bajar el precio a público de los combustibles.
Aquel país que lo haga más a fondo y más pronto, estará en mejores condiciones competitivas para la producción de lo que sea. La energía es un componente, un insumo en la producción de casi todo.
Es cosa sabida (o por lo menos debiera serlo), que detrás de la baja del petróleo, viene una baja de los granos (en términos de una campaña de retraso).
¿Y en qué otra sentencia de la historia nos podemos basar para predecir esto?.
En que “será así pues siempre ha sido así”.
Hoy por hoy, los productores (y el público en general), en nuestro país, pagan el gasoil como si nada hubiese ocurrido, como si siguiese el petróleo a u$s 75 / barril. (precio sostén, fijado por el anterior gobierno)
Cuando se vaya a vender la producción, deberemos hacerlo en un mercado mundial empujado a la baja por un petróleo a 30 o menos dólares el barril.
Indudablemente, esto producirá una situación de pérdida. Lo que no debiera suceder es que nos sorprendamos luego de que eso ocurra.
Aquellos países con verdaderos “ministros de economía”, tienen el reflejo de adelantarse a este tipo de situaciones.
Me temo que nos van a dejar “en orsai”.
Por otra parte y ya en lo doméstico….
Pretender incidir con resoluciones, normativas, directivas, de carácter restrictivas, total o parcial, en letra o en espíritu, es inevitablemente generador de mayores costos y de disminución de los posibles actores económicos.
Nada es gratuito.
Alguien paga esos costos.
¿Quién los paga?, el consumidor, naturalmente.
Cuando el consumidor no puede acceder al consumo de determinados bienes (dramáticamente el caso de los alimentos), disminuye el consumo, derivando a sucedáneos más económicos; termina ocurriendo que un pulso de detención del flujo comercial, termina bajando el precio que se le paga al productor. Son los casos paradigmáticos de la leche y las frutas.
¿Será acaso que cuando se dictan estas normas, nadie hace un modelo matemático de simulación, como para tener aunque más no fuera, una vaga idea de cómo afectará económicamente la medida en cuestión?
Acaso será una deformación profesional, la visión de Ingeniero Agrónomo, entender el todo como lo hacemos con los ecosistemas.
Si toqueteamos alguna parte de un ecosistema, sabemos que algo se desacomodará por otro lado. Tal vez no sepamos, QUÉ, CÓMO, CUÁNDO Y DÓNDE se producirá el “desacomode”, pero si de algo estamos seguros, es que algo se modificará inevitablemente.
Lo mismo ocurre en la economía.
Es entonces que comenzamos a hablar de los mercados.
Los mercados, no son una entelequia, una creación de gente sabihonda.
Son la suma de toda la población del país, que desea, procura, consigue, fabrica, produce, ofrece, demanda, oferta desesperadamente o se sienta sobre aquello que sabe que es muy escaso. Es decir: somos todos.
Pero como país, no somos un coto, un sistema cerrado. Entran y salen mercaderías, granos, carnes, productos industriales, insumos, personas, servicios, dinero, traficantes, drogas,…..cosas buenas y malas, útiles o no.
Turistas argentinos se van a gastar dinero al extranjero y turistas extranjeros, supuestamente, vendrán a gastarlo aquí.
Esto no es ni más ni menos lo que se llama “balanza comercial”.
El balance de esta cuenta, tiene que ver también con el manejo de la moneda.
En los países limítrofes, por ejemplo, el combustible vale mucho menos.
En este caso, nada más claramente representa el valor relativo de la moneda, como el combustible.
Hoy por hoy, no tener el autoabastecimiento en materia de energía, no es tan dramático como un par de años atrás.
Esto puede favorecernos circunstancialmente por un lado y perjudicarnos por otro.
Lo más directo es que los biocombustibles también se quedaron “en orsai”.
De allí para atrás, los productos primarios que lo generan, también tenderán a la baja.
Otra vez, “Todo tiene que ver con todo”.
Que no se preste atención a esta cuestión es, por lo menos para mi, muy preocupante.
Sucede que el desbarajuste monetario, financiero y administrativo, no dejó tiempo para mirar estas cuestiones. Pero más vale que nos sentemos ver esto con alguna seriedad.
“No hay buenos o malos vientos, los vientos cambian; hay buenos o malos navegantes”.
ENVIADO POR SU AUTOR
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