Se acerca el fin de año y llegan tiempos de hacer balances. Para la Argentina, encima, esta fecha coincide con los cambios presidenciales.
Es decir que no solo hay que mirar hacia atrás y pensar qué objetivos personales cumplimos, cuáles no, qué queremos hacer el año que viene, etc. sino también hacer el balance de lo que pasó con la gestión del gobierno.
Así que a continuación me gustaría explicar qué fue lo mejor y lo peor de estos dos años.
Para ello elaboré un semáforo de medidas y políticas, con cada “luz” indicando lo mejor, lo mediano y lo peor de estos dos años PRO.
El balance general es que, dada la herencia, el gobierno se ha movido relativamente bien, generando mejores expectativas y condiciones para la inversión.
Sin embargo, también destaco un marcado divorcio entre los discursos y los hechos concretos.
Luces verdes:
Sin dudas que la primera luz verde de la economía de Cambiemos fueron las reformas liberalizadoras del primer semestre de gestión. Todo eso que a gran parte de la opinión pública le pareció brutal y atroz, es lo que mejor hizo el gobierno desde el primer momento.
Salir del cepo, eliminar retenciones, pagarles el juicio a los holdouts y buscar una actualización en las tarifas de los servicios públicos fueron medidas extremadamente necesarias para normalizar la economía.
Argentina estaba agobiada por una maraña de controles que habían llevado al estancamiento económico. Queda mucho para desregular por delante, pero sin duda que lo hecho fue un movimiento en la buena dirección.
Otra luz verde de este período son los discursos presidenciales. Desde aquella vez que Macri dijo que el rol del gobierno era como el de un canchero en una cancha de fútbol (que tenía que cortar el pasto y pintar las líneas de los contornos, mientras el sector privado “jugaba el partido”) hasta los más actuales, donde destaca la necesidad de bajar el gasto público para crecer, el presidente parecería estar marcando un rumbo claro y acorde a los pedidos de los economistas sensatos.
El problema de la decadencia argentina es el exceso de estatismo, plasmado en un impagable gasto público, un exceso de regulaciones, y un marcado aislamiento en términos de comercio internacional. En su intervención más reciente en los medios, Macri reconoció estos problemas y afirmó que está dispuesto a encararlos.
La tercera luz verde es la recuperación económica en curso. Luego del ajuste inevitable de 2016, sabíamos que vendría la recuperación. Hoy la gran mayoría de los sectores crece y el sector privado crea empleo.
Lo más positivo, además, es que esta vez la economía no rebota producto de políticas fiscales y monetarias ultra-expansivas, sino con un Banco Central cuyo objetivo es bajar la inflación y un Ministerio de Hacienda que se impuso metas fiscales descendentes (después veremos con qué grado de éxito).
Es decir, la economía no crece por el estímulo cortoplacista del consumo, sino porque hay mayor confianza y más libertad económica para invertir, ahorrar y producir.
Luz Amarilla:
La primera luz amarilla de los dos años de Cambiemos es la lucha contra la inflación.
La inflación está bajando. De hecho, va a cerrar el año en su nivel más bajo desde 2011 y a casi la mitad de lo que cerró en 2016. Eso, a priori, es una muy buena noticia.
Sin embargo, dicho lo anterior también tenemos que admitir que el BCRA no ha cumplido con sus metas. Si todo termina como esperamos, la inflación cerrará en 23,4% anual, 6,4 puntos por encima del techo del objetivo establecido. Es una diferencia importante y le quita credibilidad al BCRA y al sistema en su conjunto.
No dudamos que el BCRA tomará medidas para que esto no vuelva a pasar en el futuro, pero dado que las metas no se han cumplido, y que hoy en día seguimos teniendo una inflación de las más altas del mundo, el combate contra la misma sigue siendo una cuenta pendiente.
Otra luz amarilla es que parecen estar pendientes las grandes reformas. El gobierno se jacta de estar tratando en el parlamento el paquete de reformas más ambicioso de la historia.
No obstante, ese paquete, que se encaró después de las elecciones y con un enorme capital político, han sido “consensuadas” con quienes son los responsables de los problemas más acuciantes del país.
La reforma laboral –por ejemplo- se está negociando con los sindicatos, los principales enemigos de tener mercados laborales más flexibles que les hagan perder privilegios.
La reforma tributaria, a su vez, mientras tiene puntos a destacar, termina por subir impuestos a algunos sectores, tratando de ser “neutral” en términos de recaudación. La verdad es que para que la reforma fiscal tenga efecto verdadero no debe ser neutral en la recaudación, sino bajarla y bajar el gasto público. Lo que se vio en este sentido es poco y nada.
Estas reformas se quedan a mitad de camino y preocupa que no lleguen a tener un efecto real en el crecimiento económico que necesitamos.
Luz roja:
La luz roja más brillante de la era Macri es el desequilibrio de las cuentas públicas.
“No es sostenible este déficit de la Argentina, tiene que bajar. Tiene que haber una actitud del ciudadano de demandar austeridad, que el gobernante cuide el mango”.
Estas palabras no son mías, sino del propio presidente de la Nación. Como decíamos, en los discursos realmente se destaca, ¿pero qué hay de los hechos?
Según el gobierno, el déficit viene bajando y cerrará el año por debajo del 4% del PBI. Esto es posible, pero lo que se está mirando es solo el déficit fiscal primario, antes de pagar intereses de deuda.
Una vez que se computan estos intereses, el déficit fiscal casi no ha bajado (4,8% de 2017 vs. 4,9% de 2016), y podría terminar el año igual que en 2016.
Eso haría que Argentina por tres años seguidos tuviera un déficit fiscal (excluyendo provincias y municipios) superior al 5% del PBI. No hay muchos países en el mundo en condiciones similares y hasta el propio Ministro de Hacienda dijo -hace horas nomás- que “si no bajamos el déficit fiscal nos exponemos a una crisis macroeconómica”.
De acuerdo con eso, pero ¿qué esperan para bajarlo?
Para cerrar, los dos años de gestión de Cambiemos reciben una evaluación positiva en términos generales, pero con algunas cuentas pendientes y luces rojas de atención inmediata.
Esperemos tener un 2018 donde esas luces también vayan cambiando de color.
¡Felicidades!
Iván Carrino
Director de CONTRAECONOMÍA
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