martes, 15 de diciembre de 2015

Volver al desarrollo

Por Aníbal Hardy
Durante las elecciones varias organizaciones políticas juveniles se identificaron con nombres de ex presidentes. Las kirchneristas “La Cámpora” y “La Kirchner”, la Sciolista “La Juan Domingo”, y el PRO “La Frondizi”. Esta última sin lugar a dudas porque pasado el tiempo y analizando su teoría desarrollista de manera retrospectiva se puede mencionar que nos ha dejado un gran legado político, considerado, casi universalmente y sin distinciones partidarias, que fue uno de los grandes estadistas argentinos del siglo XX. Pero, en realidad casi todos los partidos políticos reivindican y quieren izar la bandera de don Arturo Frondizi, porque las grandes líneas del Desarrollismo aplicadas durante su gobierno, están plenamente vigentes y señalan un camino, la verdadera alternativa que tiene el país a la rotación entre populismo y liberalismo, que no son más que dos caras de una misma moneda. Si bien, la experiencia desarrollista fue breve, dejó hechos y lecciones y pulió el debate señalando de manera viva la existencia de una alternativa para salir del subdesarrollo. Agregó un ingrediente nuevo, en un período histórico signado por la confusión ideológica frustrante. Afirmó la condición nacional y abrió nuevas perspectivas para el pueblo argentino.
En la actualidad siguen las marañas ideológicas, deliberadamente estimuladas para evitar que se haga conciencia la unidad de intereses entre las clases y sectores sociales cuyo destino está ligado al desarrollo nacional. Para poder orientarse en el abanico de posiciones que parecen diferentes y no lo son, para comprender cabalmente el sentido de debate cuyos términos aparecen muchas veces confundidos, es preciso apartar la paja del trigo, descartar lo accesorio y valorizar en el análisis lo fundamental. Se debe tener en cuenta ahora con mayor intensidad que antes, la separación entre la política de desarrollo y los agravios que sufre la Nación por obra del subdesarrollo y el factor externo.
Toda la gama de posiciones que han actuado y actúan hasta hoy en el gobierno nacional, concurrió a mantenernos en el subdesarrollo. Todas las políticas económicas aplicadas desde la caída del gobierno de Frondizi a la fecha, en la que se han turnado el liberalismo monetarista, el populismo e híbridos de uno y otro, han tenido matices y concesiones a la práctica común: No cambiar la estructura de dependencia.
Sin jactancia, el desarrollismo en cada conducción económica formuló la crítica e hizo el pronóstico de lo que habría de ocurrir y también están las réplicas que calificaban al desarrollismo de agorero, pero a la vez los hechos muestran que esos pronósticos se cumplieron invariablemente. Ello ha ocurrido en razón de que los problemas de la Argentina tienen origen en la estructura productiva, ese es el secreto de la reiteración de los fracasos y eso hace que fuera muy fácil predecir las tendencias que arrancan a partir que las medidas que se aplican soslayan el problema de fondo.
El subdesarrollo afecta a todas las clases sociales. Los obreros sufren la declinación de las fuentes de trabajo y del nivel de los salarios; los empresarios de la ciudad y los productores agrarios sufren la contracción del mercado interno y el desplazamiento por parte de las corporaciones multinacionales; los profesionales y sectores medios sufren un descenso del nivel de vida, que en muchos casos los impulsa a emigrar; los intelectuales, científicos y artistas sufren severas limitaciones para la realización plena de sus aspiraciones, sea por carencias materiales como por el clima opresivo que es inherente a una situación de subdesarrollo; los sacerdotes sufren las severas dificultades para cumplir su misión espiritual en un pueblo asediado por la pobreza y por dificultades de todo tipo en el orden temporal; y los militares no pueden realizarse cabalmente en su función de ser “el brazo armado de la Nación”, por las limitaciones que el subdesarrollo impone a su equipamiento.
Todas las clases sociales tienen razones objetivas para hacer una alianza encaminada a dar respaldo a una política de desarrollo nacional. No una alianza electoral, sino una alianza que sea sólida y tenga arraigo social, para que cada clase o sector social y cada partido sepan cuáles son los términos de la lucha, para que la política no sea oportunismo o un ejercicio estéril que hace al juego del subdesarrollo. Para que la política sea operante en lo que debe ser, tiene que estructurarse un Movimiento Nacional como instrumento político que será la expresión de esa alianza de clases y sectores sociales.
Este es el problema argentino, y no los problemas parásitos que plantean tanto el electoralismo, el populismo y el voluntarismo de izquierda. Solo así será posible avanzar en el matorral de ideologías que perturban el debate, solo así será posible generalizar la conciencia sobre el destino de desarrollo que es el único compatible con la condición de Nación soberana.
*Aníbal Hardy - Diputado de la Nación MC - Presidente Bloque MID -1991/95
ENVIADO POR SU AUTOR

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