Los gobiernos de Néstor y Cristina Fernández de Kirchner se caracterizaron por el fuerte sesgo intervencionista de su política económica. El intervencionismo no solo se destaca por creer que el estado debe manejar la economía, sino también porque, frente a cada fracaso de su política, da un nuevo paso hacia un mayor grado de intervención.
Precisamente esto es lo que pasó con el cepo cambiario. En 2011 la inflación promedió el 25% anual y, previendo una continuidad del gobierno de Cristina, la gente se volcó a comprar dólares para preservar su patrimonio de lo que serían más años de alta inflación y destrucción del poder adquisitivo de la moneda.
Frente a esta situación, en lugar de corregir el rumbo, Cristina Fernández decidió intervenir todavía más y lanzó el cepo cambiario, que fijó un precio arbitrario para el dólar y restringió sobremanera el acceso al mismo.
Lo primero reprochable del cepo fue su dudosa legalidad, debido a que atacó la propiedad privada de todos nosotros cuando quedó expresamente prohibido comprar dólares para atesoramiento. En este sentido, era curioso que algunos funcionarios del gobierno señalaran que el dólar del mercado negro era ilegal cuando, en realidad, lo ilegal era el régimen cambiario que habían inventado.
El segundo punto censurable del cepo cambiario fue su efecto sobre la economía. Es que el control de cambios no es otra cosa que un control de precios aplicado al dólar.
Así, al igual que el resto de los controles, no solo no fue efectivo para controlar el precio de la divisa yanqui, sino que trajo aparejado un sinfín de problemas adicionales.
El cepo cambiario fue un fracaso absoluto en su afán por cuidar el precio del dólar. Durante su vigencia, en el mercado “oficial”, el billete verde pasó de $ 4,40 a $9,8, un aumento del 123%. Sin embargo, en el mercado paralelo, donde no existían restricciones para la compra y la venta, se disparó un 230%. Por otro lado, en el mismo período nuestro país fue el que más reservas internacionales perdió de toda la región, superando los USD 20.000 millones.
Además de su incapacidad para evitar la devaluación y cuidar las reservas, el cepo creó una serie de problemas adicionales.
El sector inmobiliario colapsó, ya que se trata de un mercado dolarizado y sin dólares no pudo seguir su operatoria normal. Las exportaciones se desplomaron, dado que el dólar oficial constituía un verdadero impuesto a las ventas externas.
Por otro lado, al tiempo que condenaba a todos a ahorrar en una moneda que se depreciaba día a día, subsidió el consumo de lujo, lo que se evidenció en las visitas de argentinos a Miami curiosamente celebradas por Cristina Fernández de Kirchner.
Pero así como el dólar barato fijado por el gobierno fomentó el turismo en el exterior, también generó un aliento para las importaciones, frente a lo que el gobierno decidió intervenir nuevamente, frenándolas con todo tipo de trabas burocráticas.
El resultado fue el estancamiento de la economía. Sin incentivos para producir y exportar, y sin insumos importados para fabricar para el mercado interno, la economía argentina languideció por años, y solo se salvó de que crezca el desempleo por la “generosa” política de contratación pública y el efecto de desmotivación de quienes buscan trabajo, algo que no es motivo de festejo.
En este contexto, la eliminación del cepo cambiario se convierte en el mejor anuncio económico de los últimos 5 años.
Claro que esta medida tendrá ganadores y perdedores, pero entre los perdedores se encontrarán todos aquellos que (como los compradores de “dólar ahorro” o algunos importadores con los contactos adecuados) tenían el privilegio de acceder al mercado oficial de cambios.
Los ganadores serán los que producen, tanto para vender en el extranjero como para vender en el país. Por otro lado, también será beneficiada la inversión extranjera, un bien que el kirchnerismo convirtió en escaso en los últimos años pero que tan necesario es para el desarrollo. Por último, se beneficiarán todos los que antes no podían comprar dólares, aunque deberán pagar un precio realista por él.
La medida del fin del control de cambios y la liberación del precio del dólar se suma al anuncio del Banco Central respecto de que se ocupará principalmente de bajar la inflación. Todos estos son indicios de un bienvenido y esperado proceso de normalización de la economía argentina.
Igualmente, es claro que estas son solo algunas de las bombas que el kirchnerismo dejó y que había que desactivar. Todavía queda la batalla más difícil: la del déficit fiscal y el gasto público, los verdaderos responsables de todos estos desequilibrios.
Esperemos que, con la misma convicción con la que eliminaron el cepo ayer, encaren el problema fiscal. Solo así el país tendrá oportunidad de crecer de manera sostenible y soñar con ser parte del club de los desarrollados.
Un saludo, Iván
Precisamente esto es lo que pasó con el cepo cambiario. En 2011 la inflación promedió el 25% anual y, previendo una continuidad del gobierno de Cristina, la gente se volcó a comprar dólares para preservar su patrimonio de lo que serían más años de alta inflación y destrucción del poder adquisitivo de la moneda.
Frente a esta situación, en lugar de corregir el rumbo, Cristina Fernández decidió intervenir todavía más y lanzó el cepo cambiario, que fijó un precio arbitrario para el dólar y restringió sobremanera el acceso al mismo.
Lo primero reprochable del cepo fue su dudosa legalidad, debido a que atacó la propiedad privada de todos nosotros cuando quedó expresamente prohibido comprar dólares para atesoramiento. En este sentido, era curioso que algunos funcionarios del gobierno señalaran que el dólar del mercado negro era ilegal cuando, en realidad, lo ilegal era el régimen cambiario que habían inventado.
El segundo punto censurable del cepo cambiario fue su efecto sobre la economía. Es que el control de cambios no es otra cosa que un control de precios aplicado al dólar.
Así, al igual que el resto de los controles, no solo no fue efectivo para controlar el precio de la divisa yanqui, sino que trajo aparejado un sinfín de problemas adicionales.
El cepo cambiario fue un fracaso absoluto en su afán por cuidar el precio del dólar. Durante su vigencia, en el mercado “oficial”, el billete verde pasó de $ 4,40 a $9,8, un aumento del 123%. Sin embargo, en el mercado paralelo, donde no existían restricciones para la compra y la venta, se disparó un 230%. Por otro lado, en el mismo período nuestro país fue el que más reservas internacionales perdió de toda la región, superando los USD 20.000 millones.
Además de su incapacidad para evitar la devaluación y cuidar las reservas, el cepo creó una serie de problemas adicionales.
El sector inmobiliario colapsó, ya que se trata de un mercado dolarizado y sin dólares no pudo seguir su operatoria normal. Las exportaciones se desplomaron, dado que el dólar oficial constituía un verdadero impuesto a las ventas externas.
Por otro lado, al tiempo que condenaba a todos a ahorrar en una moneda que se depreciaba día a día, subsidió el consumo de lujo, lo que se evidenció en las visitas de argentinos a Miami curiosamente celebradas por Cristina Fernández de Kirchner.
Pero así como el dólar barato fijado por el gobierno fomentó el turismo en el exterior, también generó un aliento para las importaciones, frente a lo que el gobierno decidió intervenir nuevamente, frenándolas con todo tipo de trabas burocráticas.
El resultado fue el estancamiento de la economía. Sin incentivos para producir y exportar, y sin insumos importados para fabricar para el mercado interno, la economía argentina languideció por años, y solo se salvó de que crezca el desempleo por la “generosa” política de contratación pública y el efecto de desmotivación de quienes buscan trabajo, algo que no es motivo de festejo.
En este contexto, la eliminación del cepo cambiario se convierte en el mejor anuncio económico de los últimos 5 años.
Claro que esta medida tendrá ganadores y perdedores, pero entre los perdedores se encontrarán todos aquellos que (como los compradores de “dólar ahorro” o algunos importadores con los contactos adecuados) tenían el privilegio de acceder al mercado oficial de cambios.
Los ganadores serán los que producen, tanto para vender en el extranjero como para vender en el país. Por otro lado, también será beneficiada la inversión extranjera, un bien que el kirchnerismo convirtió en escaso en los últimos años pero que tan necesario es para el desarrollo. Por último, se beneficiarán todos los que antes no podían comprar dólares, aunque deberán pagar un precio realista por él.
La medida del fin del control de cambios y la liberación del precio del dólar se suma al anuncio del Banco Central respecto de que se ocupará principalmente de bajar la inflación. Todos estos son indicios de un bienvenido y esperado proceso de normalización de la economía argentina.
Igualmente, es claro que estas son solo algunas de las bombas que el kirchnerismo dejó y que había que desactivar. Todavía queda la batalla más difícil: la del déficit fiscal y el gasto público, los verdaderos responsables de todos estos desequilibrios.
Esperemos que, con la misma convicción con la que eliminaron el cepo ayer, encaren el problema fiscal. Solo así el país tendrá oportunidad de crecer de manera sostenible y soñar con ser parte del club de los desarrollados.
Un saludo, Iván
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