Las charlas de taxi son casi tan icónicas como la mismísima combinación de colores negro y amarillo de los taxis de Buenos Aires. Los viajes, para bien o para mal, suelen condimentarse con el intercambio de experiencias entre el conductor y quien se sube al vehículo.
La semana pasada tuve una de estas experiencias. Como tenía que ir desde las oficinas de Palermo hasta el Hotel Alvear —dónde se realizaba el XI Foro Económico Financiero de Thomson Reuters—, lo más directo y rápido era tomar un taxi.
Pero el tema de las finanzas arrancó mucho antes que yo llegara al Foro. Para mi sorpresa, terminé asesorando a Juan Pablo, el taxista que me llevó, en el manejo de sus $ 30.000 ahorrados.
Una vez arriba del vehículo, todo empezó cuando comenté que iba al Hotel Alvear. Por cómo yo estaba vestido —traje y corbata—, Juan Pablo, de unos 35 años, pensó que yo trabajaba allá. Por su puesto, tuve que aclarar que no era así porque, en realidad, me dirigía a un congreso de inversiones.
Éste fue el disparador de una conversación que duró unos 20 minutos aproximadamente.
Al principio, no fue fácil que el taxista entendiera cómo trabajamos y qué hacemos en Inversor Global. Por eso puse el foco en nuestros pilares: los servicios de recomendaciones de inversión y la educación financiera para ahorristas que quieren dar el salto de calidad.
“Ya estoy cansado del plazo fijo”
Apenas supo mi profesión, Juan Pablo, el taxista, lanzó la frase como si se sacara un peso de encima…
Me dijo que la única opción que conocía para poner a trabajar sus pesos era el depósito a plazo en su banco. Pero ya estaba cansado —por no decir otra palabra— de que la rentabilidad a fin de mes tuviera sabor a poco para él.
Entonces le expliqué que, en verdad, ese gusto a poco yo lo llamaba “perder a conciencia” contra la inflación porque los bancos pagan menos que los que suben los precios.
El siguiente gráfico ilustra esta idea.
Si comparamos la inflación mensual de la Ciudad de Buenos Aires versus la tasa efectiva promedio que pagan los plazos fijos a 30 días, los resultados echan por tierra cualquier noción de ganancia.
Los ahorros de Juan Pablo en el banco nunca le ganaron a la inflación. Le di un ejemplo como el que sigue…
Si él hubiera depositado $ 10.000 en noviembre del año pasado y hubiera renovado el plazo fijo mes a mes, entonces hoy tendría $ 11.883. Sin embargo, los bienes que él compraba en noviembre por $ 10.000 ahora requieren un gasto de $ 13.704.
Esta brecha entre la evolución de los ahorros y el mayor costo de vida es lo que los economistas llamamos tasas de interés real negativa —simplificadamente, se calcula como la diferencia entre la tasa de interés nominal de una colocación menos la inflación del mismo período—.
Tengo $ 30.000 ahorrados, ¿qué puedo hacer?
Ésta fue la pregunta que inmediatamente me hizo el taxista, consciente de que con las inversiones tradicionales perdía muchísimo más de lo que él creía.
Debo decir que la consulta no me tomó por sorpresa. De hecho, me parece muy representativa del potencial inversor que no conoce las posibilidades de la Bolsa. Tengo familiares, amigos y conocidos que tienen interés en comenzar a invertir y me hicieron la misma pregunta con un capital mínimo que varía entre $ 20.000 y $ 50.000.
Por ese motivo, creo que la respuesta que le di a Juan Pablo puede ayudarte a dar el primer paso en el mercado de valores de Argentina.
En primer lugar, le sugerí que definiera su objetivo de inversión. No es lo mismo invertir para asegurarse una jubilación más digna que para cambiar el auto el año que viene.
En segundo término, le dije que supiera su perfil de riesgo. En la Bolsa hay instrumentos que se adecuan mejor a cada tipo de posición frente a la volatilidad.
Una vez que ya tenga claros los conceptos anteriores y que son inherentes a su persona, recién en ese momento podrá bucear en los activos bursátiles.
Le comenté que, por ejemplo, si tiene un horizonte de más de 2 años y es una persona con una tolerancia media al riesgo, puede invertir sus $ 30.000 en bonos en dólares a mediano plazo y en acciones con potencial.
La primera alternativa se refiere a comprar deuda del Gobierno, recibir periódicamente intereses en dólares billete y cobrar la totalidad del capital invertido. Como resultado, obtiene una rentabilidad anual que se puede expresar en porcentaje.
Puntualmente, le dije a Juan Pablo que podría invertir en un título llamado Bonar 2020 (AO20) que rinde un 4,3% anual en dólares. Con tasas de interés mundiales deprimidas, este retorno es auspicioso. Al mismo tiempo, AO20 brinda cobertura cambiaria si hay saltos en el tipo de cambio.
El otro tipo de activos que el taxista podría tener en su incipiente cartera de inversiones son las acciones que tengan potencial.
Le comenté que las acciones representan derechos sobre las empresas. Un accionista tiene una fracción de titularidad sobre las compañías. Le dije que los papeles de la Bolsa le permiten cobrar dividendos en los buenos momentos —siempre y cuando haya ganancias y la Asamblea de Accionistas resuelva distribuir utilidades—.
A su vez, rápidamente le expliqué que la fuente más importante de beneficios que tienen las acciones son los aumentos de precios. Las cotizaciones suben cuando a la empresa que está detrás le va bien o tiene perspectivas de crecimiento.
En este sentido, insté a Juan Pablo a que mirara las acciones del sector agrícola de Argentina. En el Panel Líder del Merval hay dos de este tipo (Cresud y San Miguel), pero la búsqueda no debe limitarse a ese grupo. Hay acciones más pequeñas que escalaron más de 100% en lo que va del año y todavía tienen recorrido.
También le sugerí que averiguara por acciones de sectores clave del país que yo creo que van a despegar dentro de muy poco como las que están relacionadas con los negocios inmobiliarios y de telecomunicaciones (podés ver mis recomendaciones puntuales en Revancha Argentina).
Más en detalle, le dije que, según su perfil moderado, podía invertir un 60% en bonos (unos $ 18.000 de su dinero ahorrado) y el restante 40%, en acciones. Para evitarse comisiones mínimas de broker o banco, le recomendé que invirtiera al menos $ 4.000 en cada instrumento.
Cuando Juan Pablo se aprestaba a hacerme una última pregunta, llegamos al destino. Él me agradeció la charla y la pequeña muestra de inversiones que le di. Para él significaba un cambio de paradigma en el manejo del dinero.
Yo también le agradecí el interés, le pagué lo que correspondía por el viaje y lo invite a que comenzara a seguir las comunicaciones de Inversor Global como lo hacés vos.
Por una nueva inversión exitosa,
Nery Persichini para Inversor Global
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