Fui a jugar al fútbol la semana pasada. En mi equipo estábamos los de siempre, mis amigos del colegio, con quienes nos conocemos hace varios años. Del lado rival, un grupo de “amigos de amigos”, que también se conocían entre ellos, y que tenían entre 10 y 13 años menos que nosotros.
Fue un partido duro. Empezamos abajo, continuamos abajo, pero terminamos ganando con un agónico “gol gana” en los últimos minutos de partido.
Tras el final, quedamos en jugar una revancha el sábado siguiente. Nuestro equipo lo mantendremos sin cambios. Después de todo, como suele decirse: “equipo que gana no se toca”.
¿Sucede lo mismo con la política económica?
Si todo sale como dicen las encuestas, Cambiemos obtendrá una contundente victoria electoral en las elecciones legislativas. Después de las PASO, de hecho, la contienda en la Provincia de Buenos Aires se habría polarizado, y hoy el candidato de Cambiemos le estaría sacando una ventaja de unos 5 puntos a la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
Este escenario electoral fue anticipado por los mercados. Tras las Primarias, la bolsa mostró un furioso “rally”, al tiempo que el Riesgo País caía a mínimos de una década. El fin del populismo radical es motivo de alegría para los inversores.
Ahora bien, dado que el gobierno alcanzó este grado de aprobación política y esta euforia económica con su estrategia “gradualista”, cabe preguntarse: ¿habrá mayores reformas una vez pasadas las elecciones, o seguiremos igual que ahora?
¿Gradualismo, nadismo o profundismo?
Tras el fin del ciclo populista-kirchnerista, la nueva gestión de Cambiemos intentó normalizar la economía. Así, sacó el cepo cambiario, eliminó retenciones y ajustó (en la medida que la justicia le permitió) las tarifas de algunos servicios públicos.
Por estos cambios, Macri fue acusado de “neoliberal salvaje”, “ajustador brutal”, “enemigo del pueblo” y otros epítetos. No obstante, no hay ajuste sin desajuste, y dichas modificaciones todavía son pequeñas si se considera el desequilibrio fenomenal del que partimos.
Para dar un solo dato, a pesar de la última suba, el boleto de colectivo en la Ciudad de Buenos Aires (la más rica del país) cuesta 34 centavos de dólar. Esto gracias a los $ 40.000 millones que todos los argentinos pagamos en subsidios. ¿Qué necesidad de mantener dicho esquema?
En otros temas, el gradualismo gubernamental fue directamente “no hacer nada” o incluso profundizar los problemas. El déficit fiscal hoy es mayor que el que dejó Kicillof, la cantidad de empleados públicos también, el gasto no se reduce, la economía sigue cerrada, y las rigideces laborales y las dificultades para emprenderestán a la orden del día.
¿Qué clase de “Cambiemos” es ésta?
Si todo se mantiene igual, al optimismo económico y a la recuperación de la actividad que lo acompaña se les acabará el combustible y darán paso a un nuevo estancamiento o eventual crisis por exceso de gasto y deuda, como ya vivimos en el pasado.
Es por esto que se vuelve tan importante la forma en que el gobierno interprete el mensaje de las elecciones. ¿Lo tomará como un apoyo para avanzar en reformas estructurales, o lo verá como un pedido de más gradualismo/nadismo?
Reformas estructurales para bajar la pobreza
Argentina tiene cerca de 30% de pobreza, 34% de trabajo en negro y 25% del PBI per cápita de los países ricos. Es evidente que hay mucho trabajo por hacer. Tenemos que crecer de manera sostenible para que haya más oportunidades para todos.
Una forma de hacerlo es mejorando la competitividad.
De acuerdo al Foro Económico Mundial, los puntos flojos de Argentina en cuanto a su competitividad son el ambiente macroeconómico, el desarrollo financiero, la eficiencia del mercado laboral y la eficiencia del mercado de bienes.
Al compararnos contra países como Chile o incluso Australia, vemos que en estos puntos es donde más deberíamos mejorar.
Pero claro, eso lleva a la necesidad de reformas estructurales después de las elecciones.
Para mejorar “la macro” hay que seguir bajando la inflación y empezar a reducir el déficit fiscal. La menor inflación dará la estabilidad necesaria para que siga creciendo el mercado financiero.
Para mejorar la eficiencia en el mercado de bienes y de trabajo necesitamos dos reformas adicionales: la laboral y la tributaria.
Hay que liberar el mercado de trabajo para facilitar la contratación, aumentar la demanda de empleo y que suban los salarios. Y hay que bajar los impuestos, porque la mochila tributaria con la que cargan las empresas del país está entre las más altas del mundo. Así no invierte nadie.
El gobierno saldrá de las elecciones de este domingo fortalecido políticamente. La duda es si aprovechará esa mayor fortaleza para encarar reformas liberalizadoras o si creerá que, con lo hecho hasta acá, es suficiente.
Espero que no se duerman en los laureles.
Saludos,
Iván Carrino
Director de CONTRAECONOMÍA
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