miércoles, 20 de septiembre de 2017

La desigualdad hace que todos vivamos mejor


¿Iguales pero pobres o desiguales pero con un excelente nivel de vida?
Hace unos años mis tíos viajaron a Cuba. Les encantaron las maravillas naturales y las playas, pero quedaron impactados por la pobreza de la gente de ese lugar. Las personas en la calle -al notar que eran turistas- les pedían las cosas más impensadas, como caramelos, crema dental y jabón.
La antigüedad de los autos también les llamó la atención. Solo se puede ver tal concentración de este tipo en películas de los años 50. La fuerte política de racionamiento termina generando estos escenarios. 
De todas maneras, podríamos decir que Cuba es el caso de mayor éxito en el mundo en materia de reducción de la desigualdad. Quizás Venezuela, en unos años más, de seguir por este camino pueda luchar por arrebatarle la corona. 
Esta igualdad, sin embargo, se consiguió a costa de hacer que toda la gente sea pobre.
Cómo bajar la desigualdad
Imaginemos por un minuto que queremos terminar con la desigualdad económica en el mundo. Estas dos maneras podrían funcionar: o le damos dinero a los pobres; o le sacamos a los ricos. 
Pero, en realidad, se trata de lo mismo. Es que si querés darles dinero a los pobres, ese dinero debe salir de alguna parte. Y como no tiene sentido quitarle a Juan para volver a darle a Juan, el dinero se tomará del bolsillo de los ricos.
Obviamente, este no es el único camino posible para ayudar a los más vulnerables. También se puede hacer que ellos sean más productivos, por ejemplo, mejorando la calidad educativa. Es decir, en vez de sacarle dinero a un ingeniero para dárselo a un cartonero, generar condiciones para que el cartonero pueda ser ingeniero. 
Esta estrategia es excelente para reducir la pobreza. Pero no es del todo exitosa para achicar la desigualdad. 
Es que si hay más ingenieros, hay más posibilidades de que surja un Marcos Galperín que cree el nuevo Mercado Libre. Y eso genera mayor desigualdad. 
Si el objetivo es reducir la desigualdad, entonces, no es suficiente con mejorar la situación de los pobres. 
¿Qué pasaría si uno de estos nuevos ingenieros crea Facebook? La desigualdad seguiría siendo alta. 
Si querés reducir el gap tenés que presionar arriba de la pirámide también. 
¿Y cómo harías esto sin obligar a la gente a ser menos productiva o creativa? La única solución práctica es dejar que las personas hagan su mejor trabajo pero confiscar lo que se considere “excedente” con impuestos o, en el peor de los casos, expropiaciones. 

Riesgo vs. Rendimiento
El problema con este sistema es que el riesgo y el rendimiento tienen una relación inversa. Si el rendimiento que espera obtener una persona cuando realiza una acción es menor, entonces estará dispuesta a arriesgar menos. La única forma de que alguien esté dispuesto a asumir un gran riesgo es si la recompensa es suficientemente buena. El que no arriesga, no gana, como dicen. 
Impuestos más altos es menor recompensa asociada y, por tanto, menor toma de riesgos. Y esto es un verdadero problema para la sociedad, porque una de las cosas más arriesgadas que existen es crear una nueva empresa. 
Las nuevas empresas son riesgosas por naturaleza. Un cambio regulatorio, un nuevo competidor o un juicio pueden ser suficientes para hundirlas en un instante. De hecho, se considera que 8 de cada 10 nuevas empresas fracasan. 
Con este escenario, la única forma de que una persona invierta dinero y tiempo en una nueva empresa es que sea posible hacerse rico con eso.
El gobierno no sabe invertir
Algunos pretenden que el gobierno tome el rol de financiar a los nuevos emprendedores. Eso es pedirle al gobierno que haga lo que menos sabe hacer: tomar riesgos. 
Lo importante para cualquier funcionario púbico no es tomar buenas decisiones, sino tomar decisiones que puedan ser justificadas más adelante si fracasan. Como te puede decir cualquier emprendedor, ésta es una pésima forma de llevar adelante un emprendimiento. 
La naturaleza de los negocios es que sus fundadores están dispuestos a tomar enormes riesgos, si la ganancia que esperan es aún mayor. 
Entonces, si pretendemos reducir la desigualdad sacándoles a los más ricos a través de impuestos, menos personas estarán dispuestas a arriesgarse para fundar un emprendimiento. 
Es decir, tendremos menor creación de empresas. 
El problema no es la desigualdad
Finalmente, que se funden menos empresas es malo para todos. Son éstas las que nos ofrecen las nuevas tecnologías (que nos hacen más productivos) y las que crean las nuevas fuentes de trabajo.
El problema no es la desigualdad sino la pobreza. No debería importarme si mi vecino es tan rico como Bill Gates si yo tengo un buen pasar. 
A lo mejor si el Estado deja de apropiarse de tanto “excedente” con la excusa de reducir la desigualdad y redistribuir la riqueza, puedan surgir los nuevos Bill Gates y Steve Jobs en Argentina que nos ayuden a mejorar la calidad de vida de todos, aunque ellos se hagan más ricos que nosotros. 
Saludos, 
Matías Daghero
Para CONTRAECONOMÍA

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