COLUMNISTA
Nos parece que la religión no es un asunto de los domingos, es mostrar interés por de dónde venimos y hacia dónde nos dirigimos. No es un asunto menor. Los hijos adoptados en algún momento muestran curiosidad por saber quiénes son sus padres biológicos, ¿cómo no vamos a estar interesados el resto de los mortales (y ellos también) en saber acerca de un origen más profundo y primero?
Es inexorable el principio, de lo contrario, si las causas que nos dieron origen irían en regresión ad infinitum, literalmente nunca hubieran comenzado las causas que nos permiten estar donde estamos hoy. Llamar a la primera causa Dios, Yahveh, Alá o lo que fuere no resulta relevante. Lo importante es la idea necesaria de la primera causa, no como la contradictoria noción panteísta, sino como agente fuera de la naturaleza. Tampoco es cuestión de pensar que se debe ser religioso; ya bastantes trifulcas, torturas, inquisiciones y matanzas han habido en nombre de Dios, la misericordia y la bondad como para insinuar obligaciones que no son tales. Solamente pensamos que se la pierden los que deciden cerrar los ojos sobre la pesquisa de marras.
No solo eso, sino que la noción arrogante y absurda que nos fabricamos a nosotros mismos (lo cual sabemos que no es así) o que todo ocurrió por casualidad no se condice con la realidad en cuanto a que la casualidad no existe, es siempre causalidad. Incluso en los llamados juegos de azar, por ejemplo, los dados responden a causas referidas a la velocidad con que se arrojan, el roce con el paño, el peso de los dados mismos, etc. Cuando decimos que “por casualidad” nos encontramos con fulano o mengano, es porque nos sorprendió el encuentro, pero fue el resultado de nexos causales. Además, aceptando lo inaceptable, hay que preguntarse de dónde surgió la posibilidad de la llamada casualidad. Por otra parte, sostener la hipótesis de que todo siempre estaba es otro modo de pronunciarse sobre la concatenación de causas en regresión infinita con las consecuencias anteriormente señaladas (en ese supuesto no podría estar escribiendo lo que escribo en este instante). El Big Bang es una posibilidad cierta, pero se trata de lo contingente (puede estar o no estar), a lo que nos referimos es al ser necesario.
La humildad de pronunciarse en el sentido de que no somos el ombligo del universo, sino que hay instancias que nos superan es una actitud compatible con el espíritu liberal de modestia, en contraposición a la presunción del conocimiento y la correspondiente soberbia. La religatio, es decir, la relación con Dios, se traduce en lo conocemos como el rezo (que no necesitan ser los sugeridos por otros), que es la forma que tenemos los humanos de darnos fuerza para encarar los problemas por los que atravesamos. Y no es que Dios hace o deshace cuando se le pide, ya que esto estaría en contradicción con el ser perfecto, porque filosóficamente el movimiento, es decir, el paso de potencia al acto es incompatible con el acto puro, lo contrario revelaría que le faltaría algo. Las fortalezas, cuando las hay, se han llevado a cabo en el momento uno (el comienzo del tiempo), ya que Dios conoce de antemano los problemas.
Esto último, el destino conocido por el ser perfecto, no es obstáculo para que tenga lugar el libre albedrío, que es el eje central de la condición humana (Santo Tomás de Aquino explica el punto con el ejemplo de una persona que ve desde lo alto de una montaña a varios alpinistas que sin saberlo se encaminan al despeñadero sin que por ello se afecte su libertad). Si no fuéramos seres libres, no habría tal cosa como argumentación, racionalidad, ideas autogeneradas, responsabilidad individual, moral ni, desde luego, libertad. Seríamos loros, loros complejos, pero loros al fin, por lo que ni siquiera podría “demostrarse” ni “saberse” sobre el determinismo físico (o materialismo filosófico), ya que lo racional, en este supuesto, está ausente.
El libre albedrío implica estados de conciencia, psique o mente independiente de los nexos causales inherentes a la materia, ya que los kilos de protoplasma no deciden, eligen o prefieren, sino que están determinados. A su vez, aquellos estados de conciencia, al no ser materiales, no se extinguen, lo cual significa la inmortalidad de la psique (‘alma’ en griego) y ese es nuestro destino, que conjeturamos será mejor o peor según nuestra conducta sea mejor o peor.
Reflexionar sobre estos asuntos resulta de provecho para una detenida introspección. Sócrates mantenía que una vida no examinada no es una vida e Immanuel Kant sostuvo que hay tres asuntos filosóficos centrales: “la libertad de la voluntad, la inmortalidad del alma y la existencia de Dios”, lo mismo ha dicho Frederick Copleston y han subrayado otros pensadores.
Seguramente son muchos los motivos de la irreligiosidad, pero estimamos que uno muy generalizado que provoca el alejamiento de la religión y un serio obstáculo para el acercamiento a esta esfera consiste en gran medida en las escandalosas barrabasadas económicas y sociales con implicancias de grave inmoralidad y por tanto devastadoras consecuencias para el futuro de la civilización que lamentablemente han dicho y dicen ciertos representantes de iglesias oficiales (personalmente me he pronunciado públicamente siete veces sobre las ideas del actual papa de la Iglesia Católica), junto con disposiciones absurdas que han proclamado en diversos planos y conductas inaceptables que ahuyentan a fieles y bloquean a otros que por eso tienen una visión sumamente desfigurada de la religatio. Situación esta que no sucede en el ámbito del deísmo, a saber la religión fuera de las iglesias oficiales.Sin duda que, además de lo apuntado, los fanáticos que todo lo justifican son otro motivo preponderante del apartamiento de la religión.
Hay una cuestión de gran relevancia para lo que estamos discutiendo y se trata de quienes ignoran la religión basados en el positivismo, que sostiene que una proposición no verificable empíricamente no tiene ningún significado cognitivo, pero como se ha dicho, esa misma proposición no es verificable. Además, como también se ha puesto de manifiesto, nada en la ciencia es verificable, solo está sujeta a corroboraciones provisorias abiertas a refutaciones. Por otra parte, si bien el decimonónico Círculo de Viena sistematizó el positivismo, contemporáneamente el principal difusor de esa tradición de pensamiento fue Alfred Ayer, quien luego escribió en el trabajo compilado por R. A. Varghese titulado Great Thinkers on Great Questions que “El positivismo lógico murió hace mucho tiempo. No creo que sea verdad mucho de lo que dije en Lenguaje, verdad y lógica [probablemente el libro que fuera el más citado y ponderado por los positivistas modernos]. Creo que es una obra llena de errores”. Igual que en ciencias sociales, el tema de la religión no está sujeto al método hipotético-deductivo y al laboratorio, propio de las ciencias naturales, sino a razonamientos complejos que también derivan de la condición propiamente humana, donde hay acción y no mera reacción.
Sin duda que muchas son las maneras por las que se inicia el abordaje de la religión. Whittaker Chambers -el célebre arrepentido de ser espía soviético que luego contribuyó tanto a defender los valores de la sociedad libre- comenzó su religiosidad de manera peculiar. Escribe, cuando le preguntan cómo abandonó las filas comunistas, que “lentamente, con desgano, en agonía […] Poco después de mudarme a Washington al departamento de Alger Hiss [secretario de estado de F. D. Roosevelt, condenado por espía soviético], mi hija estaba ubicada en una silla y la estaba observando comer. Era lo más milagroso que ocurría en mi vida […] mis ojos se posaron en sus delicadas orejas, esas intrincadas y perfectas orejas. Mi pensamiento se dirigió a considerar que esas orejas no pueden haber aparecido por azar de una mezcla de átomos, que es la visión comunista […] La libertad es una necesidad del alma y ninguna otra cosa […] Sin libertad el alma muere. Sin el alma no hay justificación para la libertad” y luego explica el significado del intento humano de acercarse a la perfección, a Dios, y los derechos naturales como mojones o puntos de referencia extramuros de la ley positiva, más allá de la pretendida ingeniería social legislativa diseñada por el hombre.
Otra forma de acercarse a la religión queda consignada en un libro escrito por quien ha sido amigo del que esto escribe: Antony Flew, quien me obsequió un par de sus obras y participó con otras personas y conmigo en un seminario sobre la sociedad abierta muy a propósito de lo que aquí presentamos, que tuvo lugar en Seúl en agosto de 1995 patrocinado por la International Cultural Foundation, ponencias que fueron editadas en forma de libro bajo el título Values and the Social Order. Voluntary versus Coercive Orders.
Flew fue un conocido ateo durante mucho tiempo, período en el que publicó varios libros sobre el tema, además de sus tratados sobre muy diversos aspectos de la filosofía política. En su última etapa de producción intelectual publicó un libro que refuta su posición anterior titulado en la traducción al castellano Dios existe, en el que incluye reflexiones de otros autores de peso en la misma dirección de su nueva postura, especialmente físicos de la talla de Albert Einstein, Werner Heisenberg y Max Planck.
Para sacarle todo el jugo que tiene este libro de Flew hay que leerlo con atención, pero en esta nota periodística menciono telegráficamente dos puntos. El primero es el abordaje que el autor hace del tema religioso, que consiste en concentrarse en el análisis del ADN debido a la enorme complejidad del número y las combinaciones de elementos para producir vida. El segundo punto estriba en su refutación a los escritos de Richard Dawkins, quien extrapola las características exclusivas de los seres humanos a unos genes peculiares que asimilan al hombre a una máquina.
En todo caso, la religatio nos parece un terreno hospitalario y gratificante si se lo despoja de afirmaciones y actitudes que contradicen los valores y principios morales inherentes a la idea de Dios (y expresiones equivalentes). Lo dicho en este campo responde a observaciones que no significan para nada faltarle el respeto a los ateos y los agnósticos, que, igual que nosotros, asumen sus responsabilidades. De más está decir que el punto de vista aquí expresado no es para implantar en otras personas que tienen otras miradas, lo contrario resultaría incompatible con el valor de la libertad y las consiguientes autonomías individuales. Son reflexiones que nos parecen cruciales, que incluyen el libre albedrío y la psique como temas conexos e inseparables.
Finalmente, hay quienes rechazan la religión por el llamado “problema del mal”, esto es, niegan el teísmo debido a que hay tantas desgracias, unas atribuidas a acciones de los hombres y otras a episodios de la naturaleza. Pues bien, la eliminación del mal significaría en última instancia la eliminación de las imperfecciones, lo cual a su vez eliminaría la posibilidad del universo y la creación, ya que constituye una contradicción en los términos la existencia de más de un Dios (una perfección), puesto que uno tendría lo que no tiene el otro. Lo dicho naturalmente para nada significa que el ser imperfecto y limitado -nosotros- pueda abarcar y contestar todo lo relativo al ser perfecto. De todos modos, tal vez sea el momento de reiterar lo consignado en Eclesiástico (27, 7): “No elogiéis a nadie antes de oírlo razonar, porque allí es donde se prueban los hombres”.
Nos parece que la religión no es un asunto de los domingos, es mostrar interés por de dónde venimos y hacia dónde nos dirigimos. No es un asunto menor. Los hijos adoptados en algún momento muestran curiosidad por saber quiénes son sus padres biológicos, ¿cómo no vamos a estar interesados el resto de los mortales (y ellos también) en saber acerca de un origen más profundo y primero?
Es inexorable el principio, de lo contrario, si las causas que nos dieron origen irían en regresión ad infinitum, literalmente nunca hubieran comenzado las causas que nos permiten estar donde estamos hoy. Llamar a la primera causa Dios, Yahveh, Alá o lo que fuere no resulta relevante. Lo importante es la idea necesaria de la primera causa, no como la contradictoria noción panteísta, sino como agente fuera de la naturaleza. Tampoco es cuestión de pensar que se debe ser religioso; ya bastantes trifulcas, torturas, inquisiciones y matanzas han habido en nombre de Dios, la misericordia y la bondad como para insinuar obligaciones que no son tales. Solamente pensamos que se la pierden los que deciden cerrar los ojos sobre la pesquisa de marras.
No solo eso, sino que la noción arrogante y absurda que nos fabricamos a nosotros mismos (lo cual sabemos que no es así) o que todo ocurrió por casualidad no se condice con la realidad en cuanto a que la casualidad no existe, es siempre causalidad. Incluso en los llamados juegos de azar, por ejemplo, los dados responden a causas referidas a la velocidad con que se arrojan, el roce con el paño, el peso de los dados mismos, etc. Cuando decimos que “por casualidad” nos encontramos con fulano o mengano, es porque nos sorprendió el encuentro, pero fue el resultado de nexos causales. Además, aceptando lo inaceptable, hay que preguntarse de dónde surgió la posibilidad de la llamada casualidad. Por otra parte, sostener la hipótesis de que todo siempre estaba es otro modo de pronunciarse sobre la concatenación de causas en regresión infinita con las consecuencias anteriormente señaladas (en ese supuesto no podría estar escribiendo lo que escribo en este instante). El Big Bang es una posibilidad cierta, pero se trata de lo contingente (puede estar o no estar), a lo que nos referimos es al ser necesario.
La humildad de pronunciarse en el sentido de que no somos el ombligo del universo, sino que hay instancias que nos superan es una actitud compatible con el espíritu liberal de modestia, en contraposición a la presunción del conocimiento y la correspondiente soberbia. La religatio, es decir, la relación con Dios, se traduce en lo conocemos como el rezo (que no necesitan ser los sugeridos por otros), que es la forma que tenemos los humanos de darnos fuerza para encarar los problemas por los que atravesamos. Y no es que Dios hace o deshace cuando se le pide, ya que esto estaría en contradicción con el ser perfecto, porque filosóficamente el movimiento, es decir, el paso de potencia al acto es incompatible con el acto puro, lo contrario revelaría que le faltaría algo. Las fortalezas, cuando las hay, se han llevado a cabo en el momento uno (el comienzo del tiempo), ya que Dios conoce de antemano los problemas.
Esto último, el destino conocido por el ser perfecto, no es obstáculo para que tenga lugar el libre albedrío, que es el eje central de la condición humana (Santo Tomás de Aquino explica el punto con el ejemplo de una persona que ve desde lo alto de una montaña a varios alpinistas que sin saberlo se encaminan al despeñadero sin que por ello se afecte su libertad). Si no fuéramos seres libres, no habría tal cosa como argumentación, racionalidad, ideas autogeneradas, responsabilidad individual, moral ni, desde luego, libertad. Seríamos loros, loros complejos, pero loros al fin, por lo que ni siquiera podría “demostrarse” ni “saberse” sobre el determinismo físico (o materialismo filosófico), ya que lo racional, en este supuesto, está ausente.
El libre albedrío implica estados de conciencia, psique o mente independiente de los nexos causales inherentes a la materia, ya que los kilos de protoplasma no deciden, eligen o prefieren, sino que están determinados. A su vez, aquellos estados de conciencia, al no ser materiales, no se extinguen, lo cual significa la inmortalidad de la psique (‘alma’ en griego) y ese es nuestro destino, que conjeturamos será mejor o peor según nuestra conducta sea mejor o peor.
Reflexionar sobre estos asuntos resulta de provecho para una detenida introspección. Sócrates mantenía que una vida no examinada no es una vida e Immanuel Kant sostuvo que hay tres asuntos filosóficos centrales: “la libertad de la voluntad, la inmortalidad del alma y la existencia de Dios”, lo mismo ha dicho Frederick Copleston y han subrayado otros pensadores.
Seguramente son muchos los motivos de la irreligiosidad, pero estimamos que uno muy generalizado que provoca el alejamiento de la religión y un serio obstáculo para el acercamiento a esta esfera consiste en gran medida en las escandalosas barrabasadas económicas y sociales con implicancias de grave inmoralidad y por tanto devastadoras consecuencias para el futuro de la civilización que lamentablemente han dicho y dicen ciertos representantes de iglesias oficiales (personalmente me he pronunciado públicamente siete veces sobre las ideas del actual papa de la Iglesia Católica), junto con disposiciones absurdas que han proclamado en diversos planos y conductas inaceptables que ahuyentan a fieles y bloquean a otros que por eso tienen una visión sumamente desfigurada de la religatio. Situación esta que no sucede en el ámbito del deísmo, a saber la religión fuera de las iglesias oficiales.Sin duda que, además de lo apuntado, los fanáticos que todo lo justifican son otro motivo preponderante del apartamiento de la religión.
Hay una cuestión de gran relevancia para lo que estamos discutiendo y se trata de quienes ignoran la religión basados en el positivismo, que sostiene que una proposición no verificable empíricamente no tiene ningún significado cognitivo, pero como se ha dicho, esa misma proposición no es verificable. Además, como también se ha puesto de manifiesto, nada en la ciencia es verificable, solo está sujeta a corroboraciones provisorias abiertas a refutaciones. Por otra parte, si bien el decimonónico Círculo de Viena sistematizó el positivismo, contemporáneamente el principal difusor de esa tradición de pensamiento fue Alfred Ayer, quien luego escribió en el trabajo compilado por R. A. Varghese titulado Great Thinkers on Great Questions que “El positivismo lógico murió hace mucho tiempo. No creo que sea verdad mucho de lo que dije en Lenguaje, verdad y lógica [probablemente el libro que fuera el más citado y ponderado por los positivistas modernos]. Creo que es una obra llena de errores”. Igual que en ciencias sociales, el tema de la religión no está sujeto al método hipotético-deductivo y al laboratorio, propio de las ciencias naturales, sino a razonamientos complejos que también derivan de la condición propiamente humana, donde hay acción y no mera reacción.
Sin duda que muchas son las maneras por las que se inicia el abordaje de la religión. Whittaker Chambers -el célebre arrepentido de ser espía soviético que luego contribuyó tanto a defender los valores de la sociedad libre- comenzó su religiosidad de manera peculiar. Escribe, cuando le preguntan cómo abandonó las filas comunistas, que “lentamente, con desgano, en agonía […] Poco después de mudarme a Washington al departamento de Alger Hiss [secretario de estado de F. D. Roosevelt, condenado por espía soviético], mi hija estaba ubicada en una silla y la estaba observando comer. Era lo más milagroso que ocurría en mi vida […] mis ojos se posaron en sus delicadas orejas, esas intrincadas y perfectas orejas. Mi pensamiento se dirigió a considerar que esas orejas no pueden haber aparecido por azar de una mezcla de átomos, que es la visión comunista […] La libertad es una necesidad del alma y ninguna otra cosa […] Sin libertad el alma muere. Sin el alma no hay justificación para la libertad” y luego explica el significado del intento humano de acercarse a la perfección, a Dios, y los derechos naturales como mojones o puntos de referencia extramuros de la ley positiva, más allá de la pretendida ingeniería social legislativa diseñada por el hombre.
Otra forma de acercarse a la religión queda consignada en un libro escrito por quien ha sido amigo del que esto escribe: Antony Flew, quien me obsequió un par de sus obras y participó con otras personas y conmigo en un seminario sobre la sociedad abierta muy a propósito de lo que aquí presentamos, que tuvo lugar en Seúl en agosto de 1995 patrocinado por la International Cultural Foundation, ponencias que fueron editadas en forma de libro bajo el título Values and the Social Order. Voluntary versus Coercive Orders.
Flew fue un conocido ateo durante mucho tiempo, período en el que publicó varios libros sobre el tema, además de sus tratados sobre muy diversos aspectos de la filosofía política. En su última etapa de producción intelectual publicó un libro que refuta su posición anterior titulado en la traducción al castellano Dios existe, en el que incluye reflexiones de otros autores de peso en la misma dirección de su nueva postura, especialmente físicos de la talla de Albert Einstein, Werner Heisenberg y Max Planck.
Para sacarle todo el jugo que tiene este libro de Flew hay que leerlo con atención, pero en esta nota periodística menciono telegráficamente dos puntos. El primero es el abordaje que el autor hace del tema religioso, que consiste en concentrarse en el análisis del ADN debido a la enorme complejidad del número y las combinaciones de elementos para producir vida. El segundo punto estriba en su refutación a los escritos de Richard Dawkins, quien extrapola las características exclusivas de los seres humanos a unos genes peculiares que asimilan al hombre a una máquina.
En todo caso, la religatio nos parece un terreno hospitalario y gratificante si se lo despoja de afirmaciones y actitudes que contradicen los valores y principios morales inherentes a la idea de Dios (y expresiones equivalentes). Lo dicho en este campo responde a observaciones que no significan para nada faltarle el respeto a los ateos y los agnósticos, que, igual que nosotros, asumen sus responsabilidades. De más está decir que el punto de vista aquí expresado no es para implantar en otras personas que tienen otras miradas, lo contrario resultaría incompatible con el valor de la libertad y las consiguientes autonomías individuales. Son reflexiones que nos parecen cruciales, que incluyen el libre albedrío y la psique como temas conexos e inseparables.
Finalmente, hay quienes rechazan la religión por el llamado “problema del mal”, esto es, niegan el teísmo debido a que hay tantas desgracias, unas atribuidas a acciones de los hombres y otras a episodios de la naturaleza. Pues bien, la eliminación del mal significaría en última instancia la eliminación de las imperfecciones, lo cual a su vez eliminaría la posibilidad del universo y la creación, ya que constituye una contradicción en los términos la existencia de más de un Dios (una perfección), puesto que uno tendría lo que no tiene el otro. Lo dicho naturalmente para nada significa que el ser imperfecto y limitado -nosotros- pueda abarcar y contestar todo lo relativo al ser perfecto. De todos modos, tal vez sea el momento de reiterar lo consignado en Eclesiástico (27, 7): “No elogiéis a nadie antes de oírlo razonar, porque allí es donde se prueban los hombres”.
http://opinion.infobae.com/alberto-benegas-lynch/2015/07/18/dios-la-psique-y-el-libre-albedrio/
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