¡Pobre Cristina…!
Hay que estar realmente mal, interiormente, para que, como presidente de un país, una persona no se esfuerce por dar un mensaje navideño al pueblo, aprovechando la ocasión para alejarse del vocabulario confrontativo que usó en cadena nacional durante todo el año, demostrándole a sus detractores que no tienen razón, que la mujer y el ser humano priman por sobre el cargo.En todos los países del mundo, donde existe conexión de su presidente con el pueblo, hubo un mensaje de paz que bajó desde la conducción política, casi como una suerte de receta mágica para suavizar la resaca que dejaron los vaivenes del trajinar diario, los desencuentros y las rencillas de entre casa. En Argentina no. La presidente llegó a “su lugar en el mundo”, de allí voló a Río Gallegos y enmudeció. Una sensación rara genera el silencio de quien manda, en épocas de reflexión. Es casi como si no tuviera nada que decir; aparenta estar vacío de contenido y de amor por el otro. Es la imagen de padre ausente, aquel que en las navidades, en vez de acercarle una caricia y un beso al hijo, se recluye en un departamento oscuro y húmedo a mascullar la bronca de sus propios fracasos.
¡Pobre Cristina!, es lo menos que se puede decir de quien, siendo mujer se supone tiene mayores habilidades perceptivas y sensibilidad emocional a la hora de bajar la guardia para demostrar, aunque más no sea por un día, que ella también vive en paz. Fuente: El Ladrido de OpiSantaCruz
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