“La primera fuerza que dirige el mundo es la mentira.” Jean-François Revel
Por Enrique Guillermo Avogadro
Realmente,
la tradición de la Iglesia católica nos ha puesto a salvo de un peligro
que nunca hubiéramos imaginado hasta el viernes, cuando doña Cristina,
desde la Patagonia, comunicó al mundo que, de no existir tal regla, ella
sería papisa.
Más
complicada aún que ese nuevo disparate –no olvidemos el “poco de
miedito” que, dijo, debíamos tenerle- fue su encendida afirmación que
atribuyó el crecimiento, lamentablemente no confirmado por la realidad,
en la producción nacional de petróleo y gas a que las empresas
reinvierten en el país las ganancias que, antes, distribuían entre sus
accionistas.
Olvidó
la señora Presidente que, para concretar la forzada venta de un
porcentaje importante de YPF a los Eskenazi, familia que sólo sabía de
petróleo lo necesario para hacer llenar el tanque de su auto, pese a lo
cual Repsol le cedió la administración de la empresa y, además, debió
prestar el dinero necesario para pagar la compra, los españoles y los
argentinos habían firmado un contrato que imponía la distribución del
95% de las utilidades (en la industria petrolera mundial, nadie
distribuye más del 25/35% y se reinvierte el resto) para que los nuevos
dueños pudieran devolver el préstamo, y que ese acuerdo fue aprobado por
escrito por Patotín Moreno y por don Néstor (q.e.p.d.).
Es
decir que, para repartirse esas ganancias –el primer año incluyeron a
las no distribuidas en el ejercicio anterior, por lo cual llegaron al
140%- y quedar todos contentos –los Kirchner, perdón, los Esquenazi,
porque se habían apoderado del 25% de la empresa sin poner un peso, y
Repsol porque se llevaba todas las ganancias y podía empezar a irse del
país que había congelado sus precios y le prohibía retirar sus propios
dividendos- la Argentina sacrificó sus reservas de hidrocarburos, a un
costo equivalente, según Alieto Guadagni, a quinientos millones de
cabezas de ganado; para tener una noción de qué significa eso, piense
que la nefasta y estúpida política ganadera del kirchnerismo nos hizo
perder “sólo” doce millones.
Ahora,
nuestra frustrada papisa reescribió la historia y Él, que resultó una
pieza esencial para la privatización original de YPF, aparece como un
primigenio cruzado de la estatización/confiscación de la maltrecha
empresa que preside don Galluchio, que no ha podido obtener un solo
dólar extranjero para invertir en ella, que hoy vale en el mercado casi
la mitad de su precio de venta original.
Tal
como preveíamos la semana pasada, el tema del acuerdo con Irán sigue
haciendo un mal ruido para el Gobierno, ya que ha significado nada menos
que la destrucción definitiva de los importantes nexos que había
construido con la comunidad judía y con Israel, que tantos réditos les
reportara. Claro que la revelación del negocio de Fabricaciones
Militares –a la cual se atribuyó la propiedad de la tecnología de
combustibles misilísticos- con una empresa venezolana puesta por Estados
Unidos en la lista negra por sus vínculos con el régimen de los
ayatollhas y la enorme similitud entre el reactor iraní y el argentino,
no ha hecho otra cosa que enturbiar todavía más las razones de doña
Cristina para apurar el trámite legislativo, como reveló don Multiuso Pichetto ante un no previsto micrófono abierto.
La
señora Presidente, con la no razonada colaboración de las bancadas
oficialistas en el Congreso, nos ha metido de lleno en el peor conflicto
del presente, que enfrenta a todo el mundo occidental –nuestros socios
naturales- con un país teocrático, que desconoce la democracia y que
pisotea los derechos humanos, amén de pretender la destrucción total de
Israel. Realmente, y mirándolo por donde se lo mire, un alto costo para
la Argentina, que pagarán las futuras generaciones y que nos hundirá aún
más en la decadencia y la insignificancia.
Pero
todo está permitido en el universo particular de doña Cristina:
indignarse cuando su propia tropa es escrachada y organizar episodios
idénticos contra sus “enemigos”; batallar por los derechos humanos sólo
cuando conviene; mentir sin ningún prurito ni vergüenza; negar la
inflación y pretender que se puede vivir con $ 6 diarios; destruir la
economía y llamarlo éxito; aislarnos del mundo; impedir el desarrollo
por falta de inversiones; liderar los rankings de falta de transparencia
y de competitividad, de inflación y de corrupción; invertir más dinero
en peor educación; poner cepos al dólar y a la publicidad; atacar
despiadadamente a la Justicia y desconocer sus fallos; inventar
viviendas, hospitales y escuelas no construidos; cambiar normas y
reglamentos a voluntad, y no escribirlo nunca; proteger, sin límites, a
los funcionarios venales; alquilar a los jueces que deben investigar al
poder; robar impunemente los fondos de Santa Cruz y las tierras fiscales
de Calafate; incrementar inexplicablemente los patrimonios; recibir
valijas chavistas y embarcar toneladas de drogas en aeropuertos
militares; hundir barcos amarrados; pelearnos con Inglaterra por
Malvinas y asociarnos con empresas británicas que exploran petróleo
allí; celebrar el embargo de la Libertad y alquilar aviones ingleses por
no poder usar el Tango 01; llevar a empresarios truchos y
falsificadores a inexplicables giras comerciales; construir un
impresionante imperio multimediático e imputar la autoría de todos los
males a la prensa libre; dejar al país sin energía; y miles de etcéteras
que, seguramente, usted mismo enumerará.
Esto,
el modo de gobernar, es lo que se deberá poner en discusión en octubre,
salvo que, como me temo y he explicado, la señora de Kirchner se
convenza de la imposibilidad de lograr su reelección y decida, para
evitar convertirse en pato rengo –en el imaginario cristinista, sin
gobernabilidad autocrática- incendiar el país y suspender las
elecciones, cualquiera sea el precio a pagar por ello.
ROU, 18 Feb 13
Enrique Guillermo Avogadro
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