Eduardo García Gaspar
“Fundamentalmente la razón del socialismo es esto: Si las circunstancias materiales que alimentan la competencia, la avaricia, la violencia y otras lacras son eliminadas, entonces podemos imaginarnos una humanidad actuando permanentemente en base a las motivaciones que valoramos: amor, bondad, solidaridad, esperanza” ObreroSocialista.org, abril-mayo 2011.
Es una de las grandes confusiones de nuestros tiempos.
Una que tiene un impacto severo en el bienestar de las personas.
Es el desacierto que confunde el significado de una noción económica básica.
No hace mucho que escuché a una persona repetir esta confusión.
Según ella, “el liberalismo económico favorece a los empresarios que explotan al consumidor y obtienen grandes ganancias, que llevan a situaciones monopólicas y dañan a los más pobres”.
Palabras más, palabras menos, eso es lo que suele repetirse y es la confusión que digo que altera nuestro bienestar.
El tema bien vale una segunda opinión, en especial eso de que el liberalismo, el neoliberalismo, o el capitalismo, favorecen a los empresarios que así ganan mucho dinero. No es para tanto.
Si un empresario quisiera darse una buena vida y aumentar sus ganancias sin mucho esfuerzo, no sería alguien que pidiera implantar un sistema liberal, ni un mercado libre, ni libre comercio. Al contrario.
Es en serio, la vida de los negocios se complica y dificulta más dentro de un sistema liberal. Es decir, es exactamente lo opuesto a lo que dijo esa persona. La vida más placentera y descansada para una empresa es la que vive bajo sistemas de intervencionismo económico que la protegen de la competencia.
Entre los mejores regalos que puede recibir una empresa es que el gobierno cierre las fronteras a su competencia, o que dificulte la fundación de empresas competidoras nacionales. Tener eso es como un paraíso para la empresa, que puede ya dejar de preocuparse de innovar, de ser más eficiente, de dar calidad mayor.
Todo comienza con una realidad innegable, el interés que todos tenemos en nuestro propio bienestar. Lo que hacemos, lo hacemos porque pensamos que eso nos pondrá en una mejor situación.
Esto es una verdad absoluta. Muy bien, entonces con todos actuando de manera que buscan su bienestar, eso nos manda a una situación que es fascinante.
Una situación que varía drásticamente dependiendo de si hay o no competencia, es decir, otras alternativas de consumo. Con competencia se tendrá una realidad que será totalmente diferente al mundo creado donde no exista competencia. Veamos esto.
Primero, una sociedad sin competencia entre empresas, en la que existen pocas empresas y ellas tienen un mercado cautivo nacional.
Por ejemplo, una televisora nada más, o dos. O una empresa petrolera solamente. O fabricantes de autos protegidos contra importaciones. O agricultores que también son protegidos de importaciones.
En una situación así, la búsqueda del interés propio se facilita a los fabricantes. Tienen ellos una situación que les favorece y que tenderá a llevarles a la realización de poco esfuerzo. Ninguna circunstancia hay a su alrededor que le dé incentivos para innovar, por ejemplo, ni para reducir precios.
Pero cambie usted las cosas e introduzca usted competencia, es decir, más empresas que ofrezcan televisión, gasolina, manzanas, autos, lo que usted quiera.
Entonces el mundo se le complica a la empresa, deja ya de vivir en la suave tranquilidad de la falta de competencia y comienza a preocuparse por innovar, por mejorar calidad, por bajar precios. Su existencia es mucho menos cómoda que antes.
Estos son los principios generales, que tienen variaciones caso por caso, pero la idea es clara: un sistema económico de libre mercado dificulta la vida de las empresas, no la facilita. Exactamente lo opuesto a lo que demasiados dicen. Todo por esa competencia.
Si la competencia se elimina, como suelen pedir algunos, diciendo que así surgirá el amor y la solidaridad, en realidad lo que se estará haciendo es quitarle un freno sustancial a la búsqueda del interés propio y el mundo será peor.
Y la competencia es uno de los fundamentos del liberalismo económico.
Fuente: Contrapeso.info
Es una de las grandes confusiones de nuestros tiempos.
Una que tiene un impacto severo en el bienestar de las personas.
Es el desacierto que confunde el significado de una noción económica básica.
No hace mucho que escuché a una persona repetir esta confusión.
Según ella, “el liberalismo económico favorece a los empresarios que explotan al consumidor y obtienen grandes ganancias, que llevan a situaciones monopólicas y dañan a los más pobres”.
Palabras más, palabras menos, eso es lo que suele repetirse y es la confusión que digo que altera nuestro bienestar.
El tema bien vale una segunda opinión, en especial eso de que el liberalismo, el neoliberalismo, o el capitalismo, favorecen a los empresarios que así ganan mucho dinero. No es para tanto.
Si un empresario quisiera darse una buena vida y aumentar sus ganancias sin mucho esfuerzo, no sería alguien que pidiera implantar un sistema liberal, ni un mercado libre, ni libre comercio. Al contrario.
Es en serio, la vida de los negocios se complica y dificulta más dentro de un sistema liberal. Es decir, es exactamente lo opuesto a lo que dijo esa persona. La vida más placentera y descansada para una empresa es la que vive bajo sistemas de intervencionismo económico que la protegen de la competencia.
Entre los mejores regalos que puede recibir una empresa es que el gobierno cierre las fronteras a su competencia, o que dificulte la fundación de empresas competidoras nacionales. Tener eso es como un paraíso para la empresa, que puede ya dejar de preocuparse de innovar, de ser más eficiente, de dar calidad mayor.
Todo comienza con una realidad innegable, el interés que todos tenemos en nuestro propio bienestar. Lo que hacemos, lo hacemos porque pensamos que eso nos pondrá en una mejor situación.
Esto es una verdad absoluta. Muy bien, entonces con todos actuando de manera que buscan su bienestar, eso nos manda a una situación que es fascinante.
Una situación que varía drásticamente dependiendo de si hay o no competencia, es decir, otras alternativas de consumo. Con competencia se tendrá una realidad que será totalmente diferente al mundo creado donde no exista competencia. Veamos esto.
Primero, una sociedad sin competencia entre empresas, en la que existen pocas empresas y ellas tienen un mercado cautivo nacional.
Por ejemplo, una televisora nada más, o dos. O una empresa petrolera solamente. O fabricantes de autos protegidos contra importaciones. O agricultores que también son protegidos de importaciones.
En una situación así, la búsqueda del interés propio se facilita a los fabricantes. Tienen ellos una situación que les favorece y que tenderá a llevarles a la realización de poco esfuerzo. Ninguna circunstancia hay a su alrededor que le dé incentivos para innovar, por ejemplo, ni para reducir precios.
Pero cambie usted las cosas e introduzca usted competencia, es decir, más empresas que ofrezcan televisión, gasolina, manzanas, autos, lo que usted quiera.
Entonces el mundo se le complica a la empresa, deja ya de vivir en la suave tranquilidad de la falta de competencia y comienza a preocuparse por innovar, por mejorar calidad, por bajar precios. Su existencia es mucho menos cómoda que antes.
Estos son los principios generales, que tienen variaciones caso por caso, pero la idea es clara: un sistema económico de libre mercado dificulta la vida de las empresas, no la facilita. Exactamente lo opuesto a lo que demasiados dicen. Todo por esa competencia.
Si la competencia se elimina, como suelen pedir algunos, diciendo que así surgirá el amor y la solidaridad, en realidad lo que se estará haciendo es quitarle un freno sustancial a la búsqueda del interés propio y el mundo será peor.
Y la competencia es uno de los fundamentos del liberalismo económico.
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