LA TERCERA -Chile
DIARIO
LA TERCERA-CHILE
LA TRAGEDIA ARGENTINA
LA TRAGEDIA ARGENTINA
"Tanta
gente civilizada gobernada por tanto político bárbaro"
La Argentina, un país desperdiciado.
por SEBASTIÁN EDWARDS
La Argentina, un país desperdiciado.
por SEBASTIÁN EDWARDS
SANTIAGO DE CHILE (La
Tercera). La tragedia Argentina siempre ha sido que el todo sea menos que la
suma de las partes; que tanta gente civilizada
sea gobernada por tanto político bárbaro. Si el nivel de
hastío sigue subiendo, y el gobierno insiste en su populismo
autoritario -ambas cosas muy probables-, es posible que las fuerzas de la
civilización se unan y que ejerciendo sus derechos le pongan atajo a la
barbarie. La relación entre Chile y Argentina ha sido, siempre,
complicada. Durante décadas los chilenos mirábamos a nuestros vecinos con
una mezcla de admiración y envidia. Y no era tan sólo por la superioridad
futbolística argentina.
También tenía que ver
con el desplante de los porteños, su arrogancia -verdadera o percibida-, sus
artistas de calidad superior, sus carnes tan tiernas como sabrosas, esos
chocolates suaves que se derretían en nuestras bocas, y la música maravillosa de
Gardel, Soda Stereo, y Fito Páez. Cuando yo era niño, viajar a la Argentina era
todo un acontecimiento. Los afortunados se preparaban durante meses, y hacían
listas de las cosas que comprarían, de los lugares a los que había que ir, y de
las comidas que tenían que probar. Los más osados regresaban llenos de historias
inverosímiles, las que casi siempre involucraban discotecas maravillosas - como
el afamado Mau
Mau-, o modelos
espectaculares e inalcanzables. Pero eso no era todo: como ha dicho el novelista
Mauricio Electorat, cuando llegaba el verano y las playas se llenaban de
transandinos, muchos de nosotros temblábamos al pensar que el argentino de
rigor podía robarnos a nuestras noviecitas. En los últimos 15 a 20 años
las cosas han cambiado profundamente.
El complejo de
inferioridad de antaño ha dado paso a una actitud de superioridad, y a un desdén
que sin ser estridente, es palpable. Para la mayoría de los
chilenos, Argentina ya no genera
ni admiración ni envidia. Yo diría que el
sentimiento mayoritario hacia la transandina república es
de
pena. Esa
lástima o
compasión que uno siente por los
tíos viejos que alguna vez fueron exitosos y encantadores, pero que con el
paso de los años se han transformado en seres roñosos y un poco
patéticos. Prácticamente todos los
días del año la prensa chilena da cuenta de un nuevo ranking que demuestra que
Chile está por encima de
la Argentina. Titulares a ocho columnas informan que nuestro país es menos
corrupto (Transparency
International), tiene mejor educación
básica (prueba PISA de la
OECD), da más facilidad a los
emprendedores (Doing Business del
Banco Mundial), y cuenta con mejores
universidades (Times de
Londres). Hoy en día, y con las
importantes excepciones del fútbol y el cine, los chilenos miran a
Argentina hacia abajo.
Una
mirada histórica
En 1845 Domingo
Faustino Sarmiento publicó su libro más importante: Civilización y Barbarie:
Vida de Juan Facundo Quiroga. A la sazón, Sarmiento -quien llegaría a ser el
séptimo presidente argentino- se encontraba exilado en nuestro país, donde
fungía como profesor de la Universidad de Chile y director de la Escuela
Normal. En esta obra, Sarmiento argumenta que
el gran dilema de la Argentina era decidir entre un futuro de civilización o uno
de barbarie. La primera era
asociada con la ciudad -especialmente con Buenos Aires-, la cultura occidental,
y las ideas republicanas. La barbarie, en
contraste, era la principal característica del interior del país, y estaba
encapsulada en la forma de ser de los gauchos y los indios. Mientras los civilizados
tendían a asociarse entre ellos y a convivir en forma pacífica, los
bárbaros vivían aislados y rechazaban las agrupaciones civiles;
eran huraños, violentos, y poco respetuosos de las leyes y de los
demás. En términos modernos,
lo que distinguía a la civilización de la barbarie era el acervo de
capital social y el nivel de confianza
interpersonal.
En un libro posterior
-Viajes de 1849- Sarmiento profundizó
estas ideas, y postuló que el sistema político y social de los Estados Unidos
era la mayor expresión de lo civilizado. Al igual que a Alexis
de Tocqueville -el autor de Democracia en América-, lo que más impresionó a
Sarmiento sobre los EEUU fue el que las distintas comunidades se
gobernaran en forma independiente, descentralizada y democrática, y que en ellas
hubiera múltiples asociaciones ciudadanas que creaban un sentido de
responsabilidad, propósito, y futuro. Y, claro, también le impresionó que todo
eso llevara a la prosperidad y al progreso. Más de 150 años
después de la publicación de Facundo el dilema entre civilización y barbarie
sigue carcomiendo a la Argentina.
Ahora no es, como lo percibía
Sarmiento, un conflicto entre la culta población urbana y los toscos del campo.
Ahora el
conflicto es entre una clase política mediocre y rapaz, y el
ciudadano medio que aspira a vivir en un país ordenado y predecible, donde pueda
desplegar sus talentos, dar rienda suelta a su creatividad, y criar a su familia
en un ambiente de mínima seguridad.
Un
equilibrio inestable
Hace unos días le escribí a un amigo argentino que vive en Europa, y le hablé de la vigencia del dilema de Sarmiento. Me contestó de inmediato, diciéndome que temía que la barbarie llevaba todas las de ganar. Luego parafraseó a Porfirio Díaz y dijo, Pobre Argentina, tan lejos de Dios, y tan cerca del Diablo. Yo no supe a quién se refería con eso de Satanás, pero por prudencia decidí no preguntarle. Pero la verdad es que yo no estoy tan seguro de que la barbarie lleve ventaja. Más bien me parece que hay un empate; una suerte de equilibrio frágil que podría resolverse en una dirección u otra. Es verdad que la situación política es caótica y que el autoritarismo del gobierno de Doña Cristina Fernández es aterrador.
Hace unos días le escribí a un amigo argentino que vive en Europa, y le hablé de la vigencia del dilema de Sarmiento. Me contestó de inmediato, diciéndome que temía que la barbarie llevaba todas las de ganar. Luego parafraseó a Porfirio Díaz y dijo, Pobre Argentina, tan lejos de Dios, y tan cerca del Diablo. Yo no supe a quién se refería con eso de Satanás, pero por prudencia decidí no preguntarle. Pero la verdad es que yo no estoy tan seguro de que la barbarie lleve ventaja. Más bien me parece que hay un empate; una suerte de equilibrio frágil que podría resolverse en una dirección u otra. Es verdad que la situación política es caótica y que el autoritarismo del gobierno de Doña Cristina Fernández es aterrador.
También es cierto que los gobiernos K han seguido una
política económica desastrosa, y que el país camina hacia adelante sólo gracias
a los altísimos precios de los commodities. Argentina es el único país de la
región donde hay mercado negro para el dólar, donde se falsean las estadísticas,
y donde se usa un sistema burdo de prohibiciones mañosas para controlar las
importaciones. La barbarie también se
presenta en la inseguridad y la violencia. La vida es completamente
impredecible.
Nadie sabe si los
vuelos van a salir el día presupuestado, o si habrá cortes de ruta, o si los
sueldos y aguinaldos serán pagados en el momento convenido, o si volverán a
aparecer las monedas regionales -en la provincia de Buenos Aires ya
se habla del regreso de los tristemente célebres Patacones. No hay respeto por la
legalidad, el estado de derecho es ignorado, y los derechos de propiedad son
violados en forma repetida. Peor aún, la clase política está convencida de que
existe una conspiración cósmica en contra de la Argentina. Este auge de la
barbarie política se explica, en parte,
por el calendario electoral.
De acuerdo con la legislación actual, ninguno de
los tres políticos más importantes del país -la Presidenta Fernández, el gobernador de la
provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, y
Mauricio
Macri, el jefe del gobierno
de la Ciudad de Buenos Aires- pueden reelegirse. Vale decir que para seguir en
política y teniendo poder tienen que buscar otro puesto o tienen que cambiar las
reglas para lograr la reelección. Este es un panorama que, por definición, crea
una enorme inestabilidad.
*Entre
tanta barbarie brilla la civilización.
**Todo lo anterior es
cierto. Pero también es verdad que detrás de esa barbarie
política hay una nación de seres extraordinariamente civilizados, cultos,
amables, creativos, llenos de bondad y sentido del humor. En una visita reciente a
Buenos Aires volví a maravillarme por la calidez de la
gente. Me perdí durante horas
en librerías
atiborradas
de compradores y repletas de novedades que uno ni sueña con
encontrar en Chile. Comí en restaurantes de calidad, con un
nivel de servicio extraordinario. Me alojé en dos hoteles
que
están, sin duda, entre de los cinco mejores del continente. El profesionalismo
de los que ahí trabajan contrasta con la improvisación chilena en todo lo que
tenga que ver con turismo y la industria de la hospitalidad.
En tan sólo dos
días vi tres exposiciones maravillosas. La que
más me impresionó fue una, en el Museo de Bellas Artes, sobre arte
cinético argentino de los años 1960. En una muestra muy bien curada y
pulcramente presentada, pude volver a constatar la originalidad de
Julio Le
Parc
y la delicadeza de la obra de Eduardo Mac
Entyre.**Pero lo que más me
impresionó fue el nivel de hastío de la gente con los políticos. Taxistas,
dependientes de tiendas, mozos de restaurantes –los más cultos del
planeta, sin lugar a dudas-, estudiantes, y pensionados coincidieron en
decir que estaban hartos con la corrupción, el desorden, y el abuso. Lo escuché
en distintos barrios, y de muchísimas personas que se autodefinían como
progresistas e, incluso, como peronistas. Cada vez más gente reconoce que el
modelo K está agotado. Algo, dicen, tiene que pasar.
*La tragedia
Argentina siempre ha sido que el todo sea menos que la suma de las
partes; que tanta gente civilizada
sea gobernada por tanto político bárbaro. Si el nivel de hastío sigue subiendo,
y el gobierno insiste en su populismo autoritario -ambas cosas muy**
**probables*-,* es posible que las fuerzas de la civilización se
unan y que ejerciendo sus derechos le pongan atajo a la
barbarie.*
Nota de LMP:
Ahora "hasta los chilenos" se dan el lujo de criticarnos y lo que es peor, con justa razón. A esto nos llevaron los KKs.
FUENTE: PUBLICADO EN La Misère Porc: http://lamisereporc.blogspot.com.ar/2013/02/la-tragedia-argentina.html
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